¡Qué vienen los rusos!
José Luis Jiménez. 14 de septiembre.
Desde hace un tiempo, el Teatro Real de Madrid inicia la temporada con ballet. Algo es algo. Este año ha habido un primer programa con el recientemente creado Corella Ballet, que ha representado "La Bayadère" ("La Bayadera"), entre el 4 y el 10 de septiembre. Seguida por una Gala de Estrellas de la Danza, el día 11, con bailarines del Mariinski y del Bolshoi.
La Bayadera es uno de los títulos básicos del repertorio romántico. Para algunos más bien del tardo romántico, pero esto son sutilezas. De lo que no cabe duda es que el comienzo del segundo acto "El reino de las sombras" se ha convertido en un auténtico mito. Hasta el punto de que se dice que el sueño de todo bailarín cuando muere es representar, en el otro mundo, este pasaje. Los mitos son los mitos. Es una obra de Ludwig Minkus, compositor de no gran renombre. Hasta el punto que en muchos momentos su música, me refiero a la de este ballet, ha sido minusvalorada. No estoy de acuerdo. Aún sin ser una cumbre de la composición, tiene pasajes muy bellos. La coreografía es de Marius Petipa, grande entre los grandes. Aquí nos llega de la mano de Natalia Makarova, basada en al original de Petipa.
Este título ha servido para la presentación del ballet de Ángel Corella, que cuenta con el apoyo fundamental de la Junta de Castilla y León. En este punto hay materia suficiente para que dedique un espacio más amplio en otro momento, ya que el tema merece la atención por varias circunstancias. La primera es la de tratarse de una compañía de ballet clásico, en ausencia de otra de carácter público. Pero habrá que analizar bastantes cosas. La primera, la campaña de autopropaganda que ha hecho el mismo Corella, incluso con actitudes y declaraciones un tanto fuera de lugar. Aunque los hay que han "comprado la burra". La segunda, a raíz de esta presentación, volver a que los organismos estatales pertinentes dejen clara su postura sobre la creación, o no, de una Compañía Nacional de Ballet. No confundir con la de Nacho Duato. Y algunas cosas más que se iran añadiendo.
En cuanto a las representaciones de La Bayadera por la compañía de Corella, decir que ha dejado sus luces y sus sombras. Corella es un bailarín de gran prestigio que ha hecho una apuesta arriesgada. Su talento es reconocido, pero la compañía son muchos más. Ha estado arropado por algunos de los componentes del ABT en los primeros días. Y todos los del propio ballet el último. Ángel bailó mejor el 10 que el 4. La orquesta también funcionó en el mismo sentido. Una compañía de ballet, con 50 o 60 componentes, como es el caso, necesita mucho tiempo de maduración. Y algo me quedó en mi percepción, me resultó en algunos pasajes monótono y un tanto aburrido. Veremos qué pasa con la compañía.
En cuanto a la Gala de Estrellas de la Danza, del día 11, un magnífico espectáculo, con solistas, algunos muy jóvenes, de gran altura. Un programa dividido en tres partes. La primera y la tercera "pasos a dos" de títulos tan destacados, incluso emblemáticos, como "Raymonda", "El corsario", "La bella durmiente", "Diana y Acteón" o "Don Quijote". La segunda, un título de reconocido prestigio, obra muy importante de William Forsythe, "In the middle, somewhat elevated", que lo hemos podido ver a Silvie Guillem, y que está en el repertorio de Nacho Duato. Esta representación demuestra que una compañía de clasico puede representar perfectamente esta obra. Lo que no puede hacer Duato es bailar clásico. Por lo que esta teoría suya de que la CND se basa sólo en obras de este corte, por no ser posible compaginar con lo clásico se viene estrepitosamente abajo. Lo que sucede es que, como tantas veces, las cosas se hicieron al revés.
Tres fueron las figuras más destacadas, repito dentro del muy alto nivel general, de la noche. María Alexandrova, Alina Somova y Leonid Sarafanov. La Alexandrova, que intervino en "Raymonda" y "La hija del Faraón", dejó patente lo que es arte en su máximo exponente. En las variaciones de los dos, especialmente del primero, dejó ese perfume que adorna las grandes noches. Como la de una faena de salida a hombros en una corrida de toros. Elegancia, disciplina, mando, sutileza, técnica y, sobre todo y por encima de todo Arte (con mayúscula). Alina Somova aporta juventud, belleza, dinamismo, técnica, y algunas virtudes más que hacen que traspase el escenario de forma patente. Leonid Sarafanov de mostró porqué es uno de los valores más consolidados en la actualidad, dentro de su juventud. Dotado de una gran técnica, une una forma de bailar en que lo da todo, y se nota. Levantó dese murmullos iniciales a grandes ovaciones. Y el cierre de la noche no pudo ser más espectacular. Alina Somova y Leonid Sarafanov se unieron en el Grand Pas de Don Quijote. Un verdadero deleite. ¡Que vienen los rusos!