¿Qué causa verdaderamente la ira de los sindicatos?
Pedro sáez Martínez de Ubago. Es evidente a todas luces, por muchos collares de Isabel la Católica y grandes cruces de Carlos III con que el gobierno del Partido Popular haya premiado, aún no se entiende porqué al anterior gobierno socialista, que La crisis económica que atraviesa España desde 2008, cuya gravedad no tiene precedentes y, gracias a las mentiras electorales y parlamentarias del presidente Rodríguez Zapatero y de sus portavoces, Pérez Rubalcaba entre ellos, negándose a reconocer que en España había crisis, se ha destruido más empleo, y más rápidamente, que las principales economías europeas. La última EPA establece el número de en 5.273.600 personas, con un incremento de 577.000 respecto al cuarto trimestre de 2010 y sitúa la tasa de paro en el 22,85%.
La destrucción de empleo ha sido particularmente grave entre los jóvenes cuya tasa de paro entre los menores de 25 años alcanza casi el 50%, llevando a muchos bien formados a buscar trabajo en el extranjero, así como entre los parados de larga duración (La duración media del desempleo en España en 2010 fue, según la OCDE, de 14,8 meses, frente a la media de los países de la OCDE de 9,6 y de 7,4 meses para los integrantes del G7); todo lo cual ha tenido unos efectos demoledores que han llevado a la quiebra a la Seguridad Social donde, desde diciembre de 2007 el número de afiliados ha disminuido en casi 2,5 millones (un 12,5%) lo que implica que, mientras el gasto medio mensual en prestaciones por desempleo en 2007 fue de 1.280 millones de €, en diciembre de 2011, el gasto ascendió a 2.584 millones. Es decir se reducen los cotizantes un 12,5% y se incrementan los subsidios por desempleo en un 100%.
Por todo ello no existe ningún motivo razonable para justificar la actuación del anterior gobierno, que debería estar en el banquillo de los acusados por la mala gestión de la nación que les fue confiada por unos españoles a los que sistemáticamente estafaron y engañaron, al tiempo que los empobrecían en proporción directa al paso en que con cohechos y malas artes se enriquecían los gobernantes y la inmensa mayoría de la clase política, porque quien no lo hacía a escala estatal, lo hacía a escala regional o local; y en estas últimas el Partido Popular ejercía grandes responsabilidades.
Pero, entre las mentiras del PP en la reciente campaña, como la promesa de no subir los impuestos, de retirar –que no sustituir por algo equivalente- la EPC u oponerse -parece que el inminente 17º Congreso del PP va a admitir el tema a debate,- al matrimonio homosexual… la mayor mentira de todas es la que el PP nos contó durante la campaña electoral, fue el decir que no se iba a facilitar el despido sino a fomentar la contratación, algo totalmente contrario a lo que establece el Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral. Hace sólo 56 días que Rajoy gobierna y ya ha olvidado la promesa de “Un gobierno previsible que diga siempre la verdad”.
Por esto, las propuestas promovidas por los sindicatos ante una reforma laboral que aún no se ha aprobado, sin dejar, quizá de ser prematuras, no dejarían de ser razonables. A no ser por todo lo que se esconde debajo. Como el silencio cómplice de las asociaciones sindicales durante los últimos siete años de aumento de paro, destrucción de empleo, incremento del déficit, congelación de pensiones, reducción de salarios, alargamiento de la edad de jubilación y de los años de cotización necesarios, etc, etc., etc…
Por ello hay que preguntarse la razón que hace que unas fuerzas sociales que han comulgado siete años con ruedas de molino, salten ahora con tanta prisa y tamaña vehemencia. Para muchos la respuesta puede estar en que los sindicatos no iban a revelarse contra un gobierno de izquierda, como es lógico que lo hagan ante un gobierno de impronta liberal.
Pero, mirándolo menos superficialmente, la razón es que los perros han sido astutos para no morder la mano que les engordaba con cargo a los Presupuestos Generales, pero empiezan a ladrar y quién sabe hasta qué punto se atreverán a morder, cuando el pan les ha sido retirado de la boca.
Nótese que los afiliados a los distintos sindicatos no llegan a 3 millones en todo España -es decir hay casi la mitad de sindicalistas que de parados- donde en torno al 80% de los trabajadores no tiene interés formar parte de las organizaciones sindicales, quizá porque éstas organizaciones representen muy poco al mundo real del trabajo, y el mayor porcentaje de afiliados se encuentra entre los mayores 45 años, probando el muy escaso interés de los jóvenes hacia el sindicalismo posiblemente por no ver en la afiliación un componente ideológico sino sólo, al igual que la cada vez más desprestigiada política, una carrera profesional del afiliado.
En efecto, las fuentes de financiación de los sindicatos ajenas a las cuotas de sus afiliados representan en torno al 60% del presupuesto de los mismos con orígenes tan variados como Subvenciones 1) por representatividad; 2) por participación institucional; 3) dirigidas a la formación de trabajadores; 4) para la realización de proyectos sociales; y 5) lo dejo para el final, por prestación de servicios, entre los que se encuentran los honorarios que pagan a los no afiliados que acuden a los servicios de asesoría jurídica, contraviniendo la función constitucional que les otorga la representatividad de todos los trabajadores, y el único sindicato del que se tiene datos, CCOO, declara percibir por este concepto unos 20 millones de euros anuales –aunque, probablemente CCOO no incluye dentro de estos 20 millones la cantidad que los sindicatos “más representativos”, ingresan como firmantes de los Expedientes de Regulación de Empleo. El diario Expansión informaba el ejercicio pasado de que “Los empleados de las empresas afectadas por un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) pagan por los servicios de asesoría jurídica del sindicato una cantidad fija que oscila entre los 100 y los 400 euros” (16 de septiembre de 2010)- cuando es muy posible que aquí radique gran parte del descontento de los sindicatos ante la futura reforma laboral.
En esto ahondaría la noticia del Diario El Mundo, 4 de abril de 2011, edición de Andalucía, página 24, donde se dice que al hilo de la investigación sobre la financiación ilegal de los ERE en empresas andaluzas y la inclusión fraudulenta de trabajadores en los mismos que, “sólo en el caso de la multinacional Delphi, cuyo cierre motivó un plan especial de ayudas del gobierno autonómico, las federaciones estatales de CCOO y UGT ingresarán entre 1,2 y 1,3 millones de euros cada uno cada uno”. Estos pagos, que corresponden al 1% del total del dinero que la administración autonómica destina a la prejubilación de los trabajadores, no figurarían en ningún documento, de manera que “en el coste total de la póliza se incluían las comisiones a pagar a los sindicatos, como gastos de gestión del expediente”.
Transpólense estas cifras, en la medida de lo posible a todas las EREs de todo el territorio nacional; véase la multimillonaria cantidad de ingresos que implica para las diversas asociaciones sindicales, particularmente, como mayoritarias, para UGT y CCOO; y Téngase en cuenta que una de las principales medidas de la futurible, ya consensuada entre el PP y CIU, reforma laboral elimina la autorización laboral administrativa que se requería en los despidos colectivos. Es decir, que los ERE solo los tendrá que autorizar el juez y ya no hará falta que lo haga también la Consejería de Empleo de la comunidad autónoma correspondiente ni, mucho menos aún los sindicatos, que´, con la entrada en vigor de esta ley de reforma, dejarían de percibir estos ingresos que he apuntado sin atreverme a cuantificar.
Quizá ahí, en tan prosaico motivo, y no en una preocupación por los trabajadores que, en ningún momento han mostrado los sindicatos en los últimos siete años y más particularmente desde el inicio de la crisis y las elecciones de 2008, sea donde radique verdaderamente la causa de de la ira de los sindicatos, que no son ajenos a lo que el escritor barcelonés Noel Clarasó i Serrat (1899 – 1985) dice en su obra de 1949 Los herederos de Santa Tecla: “El dinero en el mundo estará siempre mal distribuido, porque nadie piensa en la maner de distribuirlo sino en la manera de quedárselo”.