¿Quién dicta la normas?
Miguel Massanet
No es que la idea de ponerle a una discoteca el nombre de “La Meca” me parezca muy afortunada y, es posible, que entre las infinitas denominaciones que se pueden escoger para bautizar a un local de ocio y copas, no resulte ser la más feliz y adecuada. Dicho esto no nos queda más remedio que poner en cuestión la permisividad con la que nuestro Gobierno contempla como, cada día más, la población musulmana que tenemos en España, las organizaciones islámicas y los dirigentes religiosos ubicados en este país, se van reforzando, van adquiriendo más protagonismo en nuestra vida social y se expresan con más desparpajo y rotundidad, respecto a implantar en nuestra nación sus costumbres, su religión y lo que puede resultar más peligroso para nuestra civilización y costumbres occidentales: su intransigencia respecto a aquellos aspectos en los que nuestros modos, nuestras opiniones o nuestras propias leyes que, a su juicio, se oponen, afectan, rozan o pueden parecer que significan una forma de desprestigiar, un ataque, o una falta de respeto hacia su religión que, sin embargo, para nosotros, los españoles, de acuerdo con nuestros sentimientos o de conformidad con la forma que entendemos y hemos legislado que debe ser nuestra pacífica convivencia, no significan ni tienen intención alguna de menoscabar, en lo más mínimo, nuestro respeto hacia otras religiones o nuestras buenas relaciones con ellas.
Otra cosa es, no obstante, que quienes vinieron de prestado a nuestro país, aquellos a los que se acogió por pertenecer a un pueblo que había tenido que emigrar de su propia tierra a causa de que, el régimen absolutista que en ella reinaba, no les podía dar trabajo y sustento; una vez se han asentado en tierra hispana, han conseguido un medio de vida para ellos y sus familias, hayan construido sus propios templos y hayan formado cavilas (en muchas ocasiones excluyentes y sospechosas de albergar a instructores de terroristas, como ha ocurrido en tierras catalanas); ahora, que se han organizado, pretendan hacer que cambiemos nuestra forma de ser, modifiquemos nuestras costumbres, tengamos que sujetarnos a sus propias leyes y, por añadidura, no podamos seguir usando libremente y sin temor a que se nos amenace, nuestras formas de expresarnos, nuestras propias maneras de bautizar las calles o establecimientos mercantiles o, sin que ello signifique ofensa alguna para las otras religiones, usar nombres geográficos que, en sí, no son más que topónimos que se pueden encontrar en cualquier mapa. Es conveniente que recordemos – y esto no paran de hacerlo los señores socialistas que nos gobiernan – que estamos en un estado aconfesional ( no laico, como parecen entender algunos que atacan a la Iglesia católica), lo que implica que, si bien pueden instalarse en nuestra patria todas las religiones que lo quieran hacer; también comporta que el Estado debe velar para que los fines, las formas, las actuaciones, las prédicas y los objetivos de cualquier formación religiosa, que se implante en tierras españolas, deberán ser sumamente respetuosos con nuestras leyes; nuestras costumbres; con el resto de religiones legalmente instaladas y nuestras libertades entre las que se incluyen, como no, la de expresión y, como no podría ser de otra manera, el derecho a la integridad física y moral de todos nuestros ciudadanos, que tienen derecho a ser protegidos por el Estado contra cualquier intento o manipulación encaminada a coartarles sus derechos y libertades otorgados por la Constitución.
Y este preámbulo viene a cuento de que he podido leer una noticia que afecta a una discoteca sita en la ciudad de Águilas ( Murcia), que ha sido reabierta recientemente, después de un periodo en que estuvo abandonada, cuyos nuevos explotadores no han hecho otra cosa que conservar el mismo nombre que ya tenía cuando dejó de funcionar. No obstante, vean ustedes que este local, “La Meca”, parece que ha herido las susceptibilidades de los árabes que tenemos acogidos en nuestro país que, por lo visto, no han perdido tiempo en enviar intimidaciones a los actuales dueños del establecimiento conminándoles a cambiar el nombre bajo amenazas de “una gran guerra contra España” si es que no se apresuran a cambiar el rótulo. Lo peor es que, al parecer, esta furia en contra de los infelices que han abierto el negocio, ajenos a la popularidad que iban a adquirir, una popularidad negativa, por supuesto, no ha quedado reducida a los musulmanes que están afincados en España, sino que ya se han encargado de trasmitirla a sus colegas de otros países, y, tanta ha sido la repercusión mediática, que se ha dado al hecho de que, hasta un equipo de televisión de Al Jazzera ha filmado en las inmediaciones de la discoteca denunciando, indignada, el nombre que figura en ella. La propia TV saudita, Al Arabia, ha dado rienda suelta a su fanatismo hablando de “un ultraje a los musulmanes españoles (¿qué dirá de esto el señora Caldera, el gran artífice de la regularización de los sin papeles en España?)”, añadiendo que la referencia al lugar sagrado “ha enfurecido a los musulmanes”. Por Interned están lloviendo mensajes de repulsa contra España y amenazas de “guerra santa” entre España y el Islam. Comentan una “sura” del Corán que habla de “la demolición de cualquier templo donde se mencione el nombre de Dios en vano”. Claro que la discoteca no es un templo ni, que sepamos, en ella se menciona el nombre de Dios para nada, pero así son todos estos fanáticos
Hasta aquí la noticia. Se nos ocurre, no obstante, preguntarnos, ¿si los que han permitido que, en España, se hayan instalado más de un millón y medio de musulmanes, se les ha dado acogida y se les ha autorizado a practicar sus costumbres y su propia religión, han previsto que pudiera suceder lo que lo que ha ocurrido con la discoteca murciana? ¿Está contemplado dentro del proyecto de Alianza de Civilizaciones del señor ZP, que vengan inmigrantes para implantar sus costumbres en lugar de integrarse en las nuestras? O ¿deberemos los españoles renunciara a nuestras leyes para aceptar las que quiere imponernos El Islam?. Quisiéramos saber cómo va a responder el Gobierno español a tales amenazas o si, al fin y al cabo, va a obligar a los dueños de la discoteca a cambiar su nombre y ¡aquí paz y después gloria!. Al fin y al cabo, no será la primera vez que el inefable Moratinos vaya a aflojarse el cinturón para ofrecerles la “flor” a los del magreb. Nos preguntamos sobre si, toda esta fobia del gobierno del señor Zapatero contra la Iglesia católica, formará parte de los pactos secretos con Marruecos, para ayudar a Al Qaeda a recobrar, como viene amenazando, todo el Al Andalus ( España) para el Islam.
España está situada, estratégicamente, entre Europa y los países árabes del norte de África y, sin duda, es más que probable que la UE tenga siempre un ojo vigilante sobre nuestro comportamiento ante tan peligrosos vecinos. Francia ya se ha apercibido que determinado huéspedes pueden crear problemas y, no sabemos si, legal o ilegalmente, han decidido desprenderse de ellos. En España, existe mucha hipocresía, muy buena voluntad y mucha demagogia hacia los inmigrantes pero, a la hora de la verdad, la mayoría de los españoles se está preguntando si tanta permisividad, si tanta bonachonería o si tantas cesiones ante determinados comportamientos de quienes hemos acogidos para que formen parte de nuestra ciudadanía, no acabarán por volverse como una espada de Damocles que penderá sobre nuestros hijos, el día en que los ocupantes sean tantos que se vean con fuerzas para hacerse con el poder. De hecho, ya lo están intentando. Laaconte, sacerdote de Neptuno, dijo: “No me fío de los griegos ni cuando hacer regalos”, basta que cambien las nacionalidades, para sacar conclusiones.