Principal

Diario YA


 

Ante el asalto a la Capilla por jóvenes radicales universitarios

¿Quién tiene miedo a la libertad en Somosaguas?

AC Atlántida

Fue el pasado jueves. Cerca de cincuenta personas entraron en la capilla del campus de Somosaguas, rodearon el altar y se desnudaron. Estamos dispuestos a discutir con cualquiera acerca del sentido o sinsentido de las capillas en la universidad, del cristianismo y de todo lo que preocupe e interese a la comunidad universitaria. Sin embargo, irrumpir de un modo ofensivo en un templo sagrado es una cosa bien distinta, un hecho triste y doloroso que nada tiene que ver con la vida universitaria, con el diálogo y la capacidad crítica que desde siempre la han caracterizado.

Hace un año algunos estudiantes comenzamos a escribir un pequeño periódico llamado Samizdat que repartimos mensualmente en la universidad. Como puede leerse en numerosos blogs en internet, el mismo periódico y otros manifiestos que hemos difundido durante los últimos meses han sido ocasión para dialogar con profesores y estudiantes de cualquier signo y opinión: laicistas, no creyentes y cristianos. Muchas personas, a favor o en contra de lo que decíamos, han agradecido nuestras iniciativas y reconocido la necesidad de un verdadero diálogo que no tema la diferencia.

Lamentablemente, como hemos podido ver y experimentar en primera persona, no todo el mundo se alegra de que en nuestra universidad haya disparidad de opiniones, de que haya estudiantes que se expongan y no tengan miedo a ir en contra de la opinión dominante o de la opinión que algunos desearían dominante. Sin ir más lejos, días antes del asalto a la capilla, varios estudiantes de Políticas “decidieron por consenso” que debíamos abandonar la facultad y dejar de repartir el periódico. Esta posición, cargada de impotencia, indica qué tipo de universidad y sociedad quieren construir algunas personas: una sociedad en la que solo se escuche una voz, la suya; en la que desaparezca la presencia pública de los cristianos y de todos aquellos que se muestran libres frente al poder establecido. ¿Es ésta la universidad y sociedad que queremos?

No escribimos este texto porque nos guste “guerrear”, aunque ¡ojalá encontráramos gente que quisiera “guerrear” con la razón, que quisiera pensar y discutir hasta el agotamiento! Cuando esto último sucede quiere decir que la universidad está viva: amas lo suficiente la vida como para entrar en diálogo con otros sin necesidad de eliminar, censurar o aplastar. Ojalá que la pasión por el estudio y el interés que la realidad nos despierta a diario encuentren en la universidad espacios reales de discusión y libertad, de verdadera aceptación de los otros. Así evitaremos que lo que más queremos se vea dominado por una perezosa ideología.

No hay universidad si no hay libertad de expresión, la libertad real de exponer las propias ideas y discutirlas en el espacio público. Toda opinión y objeción ―sea del signo que sea― es siempre una oportunidad de crecer y dar razones de la propia experiencia, una fuente de nuevas preguntas y estímulos en el camino hacia la verdad. Es en el diálogo donde las personas se muestran realmente a pecho descubierto, donde se resquebraja la ideología, donde uno valora y somete a sana crítica sus propias propuestas.