¿Realmente les preocupan los débiles?
Carlos Gregorio Hernández. 11 de diciembre.
Portada del periódico El Mundo del martes 9 de diciembre de 2008: la foto principal muestra como unos guardias civiles armados y perfectamente protegidos van a aporrear a dos negros acorralados contra una pared que, atemorizados y sin otra defensa que su propio cuerpo, esperan recibir la reprimenda policial. A continuación el titular “Reyerta racial en Almería”. El ABC le dedicó a esa misma foto el pie “La violencia interracial regresa a Almería”. Los hechos a los que remiten los titulares fueron los siguientes: en
La citada fue la única imagen que se publicó sobre el suceso en las principales cabeceras de la prensa nacional y queda claro que no es representativa de lo ocurrido en Almería. Pero si nos adentramos en la relación de los hechos por parte de estos mismos medios comprobamos que todos ―la excepción es El País― omiten cuidadosamente definirlos como racismo. De la misma manera, los portavoces habituales en la defensa del extranjero agredido, en especial SOS Racismo y el Movimiento por
En Almería existe una población foránea numerosísima que, a pesar de los esfuerzos del Gobierno por enmascarar la realidad, tiende a concentrarse por nacionalidades, y que, gracias a que no ha existido una política positiva de integración, mantienen intactas sus costumbres. Actualmente, en una situación de paro generalizado, sin trabajo en la construcción y en la agricultura, se encuentran completamente desamparados y salen a relucir en España los mismos sucesos que hasta ahora nos narraban los telediarios aunque en escenarios distantes a nosotros.
El Defensor del Pueblo en Andalucía atribuye la violencia en Almería a “la pobreza y la lucha por un puesto de trabajo”. Ciertamente el rival de los negros en el campo andaluz no es el español sino el magrebí. Pero la pobreza no explica por si sola las reacciones de violencia, que responden, en último término, a la cultura en que se han formado los individuos y que es precisamente donde no se ha querido incidir por parte de las autoridades. No puede olvidarse que la vida humana no tiene el mismo valor en todas las culturas y que muchas de las que forzosamente conviven en España están acostumbradas a la muerte y la violencia.
El futuro que nos aguarda, a pesar del tópico sostenido por la ministra, es mucho más sombrío que el pasado del que venimos, porque la cultura que se está promoviendo desde el poder, en lugar de mitigar los conflictos, los multiplica en todos los órdenes de la vida y la violencia entre extranjeros, sexos, clases y grupos tenderá a multiplicarse a menos que Occidente reconduzca la senda por la que viene transitando desde hace ya mucho tiempo.