“BorisGodunov” de Musorgski en el Teatro Real
Luis de Haro Serrano
El Teatro Real presenta por primera vez en Madrid la versión completa de Boris Godunov con la instrumentación original de Musorgski de 1872, a la que se incorpora la escena de la Catedral de San Basilio de 1869 procedente de la primera versión.
Boris Godunov es una de las obras más interesantes del repertorio operístico, por sus características y la genialidad de su autor, que más ha influido en la historia de la música. Musorgski ha sido uno de los compositores que mejor estableció la relación entre texto y música.
Estrenada el 27 de enero de 1874 en el Teatro Maryinsky de San Petesburgo -época que recoge las grandes obras de la cultura rusa- es la ópera que más vicisitudes y cambios ha tenido que soportar a lo largo de su amplio recorrido de presentaciones. Unas del propio Mussorski y otras de sus grandes amigos, los compositores Rimski-Korsakov, Claude Debussy - gran admirador suyo- , Paul Dukas y hasta Dimitri Shostakovich en 1939. Para muchos comentaristas, aún no ha finalizado esta particular catarata de cambios porque, todavía. Hoy cada teatro que afronta su puesta en escena, de una u otra forma, se atreve a hacer su propia versión. Tal es la grandeza de su música y el espíritu tan vital con el que el compositor la concibió.
Musorgski estuvo dedicado a su preparación desde octubre de 1858 a diciembre de 1869, sirviéndose para ello de fragmentos de otras obras anteriores, algunas inacabadas. La 1ª partitura, presentada al Teatro Imperial de San Petesburgo, fue rechazada por la gerencia, que se sintió desconcertada ante la audacia y modernidad de su música. Aceptó algunas de las “sugerencias” que le hicieron y comenzó la primera revisión. Tal como se le pedía, incluyó un personaje femenino para favorecer la creación de un lance amoroso. Incorporó, además la escena de la taberna y los dos cuadros del conocido como “acto de Polonia”. Tras varias representaciones parciales se estrenó, por fin completa, el 24 de enero de 1874. Un sector de la prensa la rechazó violentamente y otro, de la juventud, la defendió con la misma virulencia que aquella la atacó.
Para su creación, Musorgski se basó en la obra homónima de Puskin y el libro de Nikolai Karanzin, “Historia del Imperio ruso”. La acción transcurre en la Rusia zarista del siglo XVII. Narra algunos aspectos biográficos del zar Boris Godunov -1551/1605- y la lucha entre el pueblo ruso y el polaco. Boris es un usurpador que accede al trono ruso después de haber asesinado al auténtico heredero, cuando tenía nueve años. El sentimiento personal que esta acción le produjo, le persiguió durante toda su vida. La obra necesita un elenco vocal bastante amplio; un gran coro, un coro de niños y veinte solistas; 6 tenores, 1 barítono, 8 bajos, 1 soprano y 4 mezzosopranos, además de una orquesta bastante nutrida.
Otro de los aspectos más atractivos que ofrece la obra, aparte de la grandiosidad de su música, es el análisis sicológico de sus personajes. Musorgski utiliza diferentes tipos de melodías; unas de carácter púramente lírico, otras con un aire más declamatorio y un tercer grupo procedente del más genuino folklore ruso, mezclado con ciertos sonidos en los que intenta reflejar la brutalidad policial vivida por el pueblo ruso.
Johan Simons, defensor de la gran teatralidad de Boris Godunov, que considera similar a la de cualquier obra de Sakespeare, no ha respondido a esta idea, ni en la arquitectura general del escenario, ni en sus movimientos, cargados de repetidos anacronismos, especialmente en el largo pasaje de la vida íntima de Boris desarrollado en los aposentos del palacio imperial y otros muchos detalles que contrastan con la realidad del dramatismo con que el pueblo realiza sus más crudas reivindicaciones, agravado, además, porque su acción coincide con los pasajes musicales más discursivos.
Menos mal que la 2ª parte la resolvió con un planteamiento muy diferente, salvo en la utilización de esa borrachera monocolor con que revistió todo el escenario, Resaltaron las secuencias de “el inocente”, la muerte de Boris, el triunfo de Dimitri y la alegría final del pueblo ruso. Todo bien diseñado para levantar el ánimo y la atención del espectador, algo adormecido por lo que vieron y escucharon en la 1ª parte.
La Orquesta y los coros, siempre bien dirigidos por el expresivo estilo de Harmut Haenchem, fueron los que realizaron el mejor y más lucido trabajo, aprovecharon al máximo el brillante sentido melódico que la obra tiene en la segunda parte. Destacaron las intervenciones de “el Inocente” y del fraile Pimen. Que grandes voces las suyas, en especial la de este. El bajo austríaco Günther Groissbock, gracias a sus cualidades escénicas, describió mejor el aspecto humano de Boris que el vocal. Julia Gertseva, Marina, agradó más por su voz que por sus movimientos escénicos, poco naturales. El resto del elenco protagonista desarrolló su labor de forma muy justita. El mayor y mejor aplauso se lo llevaron, justamente, los dos coros, el titular del Teatro y el de los pequeños cantores de la JORCAM, magníficamente preparados por Andrés Máspero y Ana González.