“Idomeneo, rey de Creta”, de nuevo en el Real
Luis de Haro Serrano
Vuelve al Real este mítico título de Mozart considerado como su tercera ópera seria y uno de sus mejores trabajos, que culminó cuando solo contaba con 25 años recién cumplidos. Lo hace con una producción especial de Robert Carsen preparada en coproducción con la Canadian Ópera Company de Toronto y el Teatro dell´opera de Roma. Su estreno tuvo lugar el 29 de enero de 1781 en el Residenztheater de Munich subiendo por primera vez al escenario del Real el 17 de julio de 2008. Se le considera como la primera ópera de madurez del genio de Salzburgo, tras la preparación de títulos como “Lucio Silla “, ofrecido recientemente por el Real y “El rey pastor”.
Su composición responde al encargo que el príncipe electo Karl Theodor de Baviera le hizo a Mozart para que se representara en el estreno del carnaval de Munich. Comenzó a prepararla en Salzburgo trasladándose pronto a aquella ciudad para finalizarla, ya con los cantantes y la orquesta elegidos. El libreto, preparado inicialmente por GiambattistaVaresco, un sacerdote de la corte de Salzburgo, que se inspiró en el drama mitológico “Idomenée” elaborado inicialmente en 1712 como tragedia lírica por Antoine Danchet para una obra de André Campra, con la variante de cambiar el final trágico inicial por otro más feliz. El primitivo libreto tuvo su inspiración en Metastasio, así como la estructura general de la obra, preparada con un gran sentido poético, mezclado con una serie de recitativos secos, con la novedad de que el estilo de los coros, las marchas y el ballet posian un aire demasiado francés, similar a dos obras de Gluck; Ifigenia en Aulide y Alceste.
La orquestación es bastante más rica y variada que la de sus obras precedentes. En ella se anticipan ciertas novedades musicales que serían mejor desarrolladas en futuras obras, destacando la mayor importancia y fuerza que se le concede al coro –como gran representante del pueblo- y el respeto al esquema de la ópera seria, pero haciéndola un poco más ligera, de acuerdo con la concepción que de la mitología griega se tenía en los siglos XVII y XVIII. Algunos consideran que el cuarteto “ando ramingo e solo” del acto III fue su primer gran concertante.
Además de representar un reconocimiento artístico general hacia sus obras, este título supuso también un importante avance en su carrera. Al conseguir liberarse de los lazos que ligaban su vida a ciertos personajes de Salzburgo como el arzobispo Hieronymus von Colloredo –una autoridad soberbia y altanera que incomodaba demasiado a Mozart y la del posesivo espíritu de su padre, Leopold. Después del estreno y de estas rupturas se estableció definitivamente en la corte de Viena, iniciando con ello su etapa más brillante como compositor.
Idomeneo no solo es considerada como su mejor opera seria sino la mejor de su género del siglo XVIII. Es también una larga obra de carácter heroico preparada en tres actos que, incomprensiblemente, estuvo olvidada durante más de siglo y medio. Su redescubrimiento se produjo a raíz de la celebración de los festivales de Glyndebourne de los años ochenta del siglo XX, debido al director de orquesta John Pritchard que la volvió a sacar a la luz. En ella Mozart otorga un nuevo valor expresivo a las arias, proporcionando al resto de la partitura una línea muy acusada de carácter sinfónico que se refleja en momentos tan señalados como la obertura, los variados intermedios, sus marchas y hasta en el pasaje de ballet. Destaca también el del tercer acto: «Oh voto tremendo», que recordaría posteriormente, bastante mejorado, en el impresionante final de “Don Giovanni”.
En el plano vocal la ópera está repleta de una larga serie de duetos, tercetos y cuartetos concebidos con una serie de coloraturas y adornos de muy difícil ejecución y unos finales de aria donde la voz debe subir a tonos tan difíciles como el sí natural y el do 4. El papel de Idamante (cantado en un principio por un castrati) fue sustituido en la segunda versión vienesa de 1786 por un tenor, siendo hoy habitual que en algunas ocasiones lo pueda desarrollar una mezzosoprano ágil, capaz de afrontar sus difíciles coloraturas. Este título es la reelaboración moderna más famosa de un mito que se remonta a la Antigüedad Clásica, de la que, posteriormente, surgieron diversas versiones, además de la correspondiente a esta ópera. Como escribe Juan Matabosch, “es una de las más extraordinarias óperas de Mozart, así como de las más problemáticas, por el deseo del autor de unir en un modelo híbrido el carácter flexible de la tragedia lírica francesa con el lirismo de la ópera seria italiana”.
La versión que se ofrece en esta ocasión es la de Viena, muy actualizada. A pesar de ello da la impresión de ser una obra incompleta debido a los continuos cambios que, hasta el final, Mozart quiso introducir en ella con objeto de que letra y música alcanzaran una mayor fluidez y sentido teatral.
Puesta en escena
Considerando que este título es una potente declaración antibelicista con un final dotado de esperanza, en el que se mezclan otras líneas argumentales que le confieren una gran variedad e interés, el director de escena, Robert Carsen, que también se ocupa en esta ocasión de la escenografía, para darle más prestancia y fuerza a las masas sitúa el desarrollo de su acción en la parte más abierta de una moderna isla griega del Mediterráneo donde un grupo numeroso de personas, (constituido por el coro y más de cien figurantes), representan tanto a los combatientes como a los deportados, a los vencedores y a las víctimas de las guerras, que de alguna manera, arropan las discrepancias de las dos mujeres enamoradas de Idamante y la tensión que genera la relación entre padre e hijo como consecuencia del insensato juramento del primero.
La forma tan concreta y realista de moverse en escena todos protagonistas, coro y figurantes, tiene por objeto, según Carsen, resaltar la personalidad de cada bloque interpretativo y conferirle a la obra un carácter más modernista y directo en relación con el tratamiento que, hasta ahora, ha solido presentarse, ganando con ello mucho más ritmo y fuerza teatral que, unido a otros elementos como la iluminación (Robert Carsen y Peter van Praet), su teórica sencillez escénica y el realismo del video de Will Duke, arropado todo por la bellísima partitura de un Mozart siempre vivo y actual. que proporcionan a esta versión pacifista un fuerte atractivo.
Este Idomeneo ha contado con un doble elenco de garantía, del que han destacado las hermosas voces de Hulkar Sabirova (Elettra) y Jeremy Ovenden (Idomeneo) que han actuado con gran precisión y belleza, tanto en la parte sonora como en la dramática, lo mismo que la orquesta, que ha contado con el vasto conocimiento mozartziano de su director, Ivor Bolton -que también interpreta el clave-. El coro, voz en off incluida (Alexander Tsymbalyuk), ha intervenido con la brillantez y acierto de siempre en esta obra pacifista.