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Diario YA


 

La luz de la fe

“Lumen fidei”, o sea, “La luz de la fe”

Carlota Sedeño Martínez. El Papa Francisco, que tantos titulares está generando en los medios de comunicación social, ha escrito su primera Carta Encíclica: “Lumen fidei”, o sea, “La luz de la fe”. Algunos contemporáneos nuestros piensan que esa luz - ¿una luz ilusoria? – podía bastar para las sociedades antiguas pero no a los seres humanos actuales. Pero, simultáneamente, se comprueba que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el futuro, nos deja en la oscuridad y con el miedo a lo desconocido, aunque algunos no quieran admitirlo, pero sí lo experimentan en la intimidad. Me vienen a la mente unas palabras de Benedicto XVl al convocar el Año de la Fe, en el que todavía estamos, y las reproduzco: “La fe está sometida, más que en el pasado, a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos.”  Pero hay cosas que no se resuelven en estos ámbitos. Necesitamos amor, esperanza, la luz de la fe, ejercer la generosidad o que la ejerzan con nosotros, y toda una serie de  virtudes o valores que nada tienen que ver con la ciencia y la técnica.

Dice el Papa Francisco: “Para Abraham, la fe en Dios ilumina la raíces más profundas de su ser, le permite reconocer la fuente de bondad que hay en el origen de todas las cosas y confirma que su vida no procede de la nada o la casualidad, sino de una llamada y un amor personal.” En estas palabras hay verdadera esperanza para cada ser humano. Más adelante afirma: “Cristo no es solo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también Aquel con quien nos unimos para poder creer.”

En el fondo, en lo más profundo del ser, todo el mundo desea creer incluso aquellos que niegan esta posibilidad.  A mí me llama la atención el esfuerzo que algunos realizan para negar la existencia de Dios ya que, al atacar continuamente en sus escritos a un Dios en el que dicen no creer o al hablar despectivamente de Jesucristo y de la Iglesia fundada por Él, ya demuestran cuanto les interesa el tema de la fe, su misma negación reiterada es como un grito desesperado. Cuando algo no interesa no se habla continuamente de ello.

Leo en la”Lumen fidei”: “Cuando el hombre piensa que alejándose de Dios se encontrará a sí mismo, su existencia fracasa. La solución comienza con la apertura a algo que nos precede, a un don originario que afirma la vida y protege la existencia. Sólo abriéndonos a este origen y reconociéndolo es posible ser transformados, dejando que la salvación obre en nosotros y haga fecunda la vida, llena de buenos frutos.” Y como dice el Papa Francisco, se hace muy necesario recuperar la conexión de la fe con la verdad debido a la crisis de verdad en que nos encontramos. En la cultura actual, muchos tienden a aceptar la “verdad tecnológica” aquella que el ser humano construye y va unida con la ciencia alcanzada. Pues bien, la fe, sin verdad no salva, todo se queda en una bella fábula, o bien, se reduce la fe  a un sentimiento hermoso pero que depende de los cambios de nuestros estados de ánimo o de las circunstancias. No es nada sólido, consistente.

También se refiere el Papa al amor afirmando que éste tiene necesidad de verdad: “Sólo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo, superar la fugacidad del instante y permanecer firme para dar consistencia a un camino en común. Si el amor no tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no supera la prueba del tiempo.”

Las ciencias experimentales no llenan totalmente a la persona ya que hay campos o aspectos en los que no pueden entrar. Hay que utilizar la razón, dar entrada a la inteligencia de las cosas pero tampoco ésta nos puede bastar por sí sola para llegar al conocimiento del amor de Dios ya que Él no es un objeto sino un Sujeto que se deja conocer y se manifiesta en la relación  de persona a Persona. Y la luz de la fe nos conduce necesariamente a los demás, a unas relaciones de fraternidad con  los demás seres humanos, hijos del mismo Padre. Esta fraternidad no se puede construir fundándose solamente en la igualdad, así no logra subsistir. Dice el Papa Francisco: “Si hiciésemos  desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros pues quedaríamos unidos solo por el miedo y la estabilidad estaría comprometida.”  La Carta Encíclica “Lumen fidei” finaliza con una invocación a la que es nuestra esperanza, Madre de la Iglesia y de nuestra fe: María.