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Diario YA


 

Una ópera de intensa vocalidad y atractivo

“Madame Butterfly” cierra la actual temporada de ópera representada en el Teatro Real

Fotografía: Javier del Real

Luis de Haro Serrano

La programación del bicentenario de esta temporada correspondiente al apartado de ópera escenificada se cierra con este bellísimo y atractivo título de Puccini, uno de los más representativos del mundo lírico pertenecientes a su etapa de madurez en la que el compositor se enfrenta a un reto personal de escribir unas obra ambientada en la cultura japonesa, cuya idea le surgió cuando estaba en Londres para asistir al estreno de “Tosca” donde  escuchó la historia de la japonesita  Cio-Cio-San, inspirada en el relato del escritor John Lutter Long. Le compró sus derechos y decidió convertirla en ópera.

Respondiendo a la minuciosidad con la que el compositor solía preparar sus obras, Puccini escribió cinco versiones de esta  ópera. La versión original en dos actos, estrenada el 17 de febrero de 1904 en La Scala de Milán obtuvo un doloroso  fracaso de público  y crítica, a pesar de la presencia de destacados cantantes como la soprano Rosina Storchio, el tenor Giovani Zenatello y el barítono Giuseppe de Luca en los papeles principales. Se debió en gran medida a que la  acabó con cierta precipitación así como  al inadecuado  tiempo que se le dedicó a sus ensayos. La ópera se retiro rápidamente y  un descorcentado y dolido Puccini procedió a reescribirla nuevamente; dividió el segundo acto en dos y realizó otros numerosos cambios. La segunda versión revisada, que  sí convenció suficientemente a la audiencia,  se estrenó en Brescia el 28 de mayo de 1904. Esta versión fue  la que se estrenó en Estados Unidos en 1906, primero en inglés el 15 de octubre de 1906 en el Teatro Columbia de Washington y el 12 de noviembre del mismo año en el Teatro Garden de Nueva York. En 1906 volvió a  realizar  una tercera versión. Esta vez para su  presentación   en el Metropolitan Opera de Nueva York el 11 de febrero de 1907,  con su presencia, contando con Geraldine Farrar y Enrico Caruso en los principales papeles Allí, entre 1907 y 2009, se  interpretó en más de ochocientas ocasiones, covirtiéndose en  la sexta ópera más popular del repertorio. En 1907, volvió a hacer  de nuevo varios cambios  que afectaron a la parte orquestal y a la vocal, convirtiéndose en la cuarta versión, que se representó por primera vez en París.

Finalmente en 1907, hizo otra  revisión final que supuso  su  quinta versión, que se conoce como la "versión estándar",  que es la que se suele interpretar con mayor frecuencia en todo el mundo. La versión original de 1904  se suele  representar ocasionalmente.

En  España se presentó por primera vez en el  Teatro Bosc de Barcelona en agosto de 1907. En noviembre de ese año llegó por primera vez al Real , donde hasta julio de 2007 se representó  en 72 ocasiones dirigida por Plácido Domingo. El Teatro del Liceo la estrenó en 1909, representándose  152 veces hasta 2007. El Teatro de la Zarzuela la llevó también a su escenario en  18 ocasiones entre 1965 y 1991. El Real la presenta de nuevo    con una  producción firmada por Mario Gas y Ezo Frigerio como escenógrafo, repetición con cambios de la que se conoció hace 15 años.

Como corresponde al lenguaje habitual de su  autor "Madama Butterfly” es una obra dotada de una intensa vocalidad, especialmente en la parte femenina, cuya fuerte calidad corre paralela a la alta exigencia técnica que se le pide a la soprano protagonista y, de forma similar al tenor, que se refleja en  esa gran dúo de amor del primer acto, considerado como uno de los más bellos  pasajes de la historia de la ópera.  La soprano Renata Tebaldi  es considerada como una de lass mejores Butterflay de la historia. En España fueron  también  Victoria de los Angeles y Montserrat Caballé.

El libreto que sirvió de base para su primer estreno  se debe a los escritores  Luigi Illica y Giuseppe  Giacasa, que ya habían realizado el de obras tan señaladas como “La Boheme” y “Tosca”. El rotundo fracaso del estreno de Milán sirvió para que Puccini corrigiera su primera versión, preparada en dos largos actos, para desarrollarla definitivamente en los tres con que se representa ahora. Su  atractivo poético se justifica plenamente por la belleza de su texto, que se une  a la riqueza tímbrica de la parte orquestal, junto al extraordinario tratamiento que en ella se hace de la voz que la  convierte en una de las más bellas y atractivas de su autor.

Puccini reservó para el personaje central el trabajo más duro de la obra, por lo que la protagonista  debe ser una gran soprano lírica romántica dotada de una elevada  técnica, fuerza y elegancia, necesarias para afrontar  con brillantez los momentos tan delicados que para ella contiene la partitura.

Desde el plano musical, Madama Butterfly es una obra de madurez dentro de la producción de su autor, que sin desearlo se había convertido en un auténtico maestro del verismo. Su atractivo poético se justifica plenamente por la belleza de su texto a la que se une la riqueza tímbrica de la parte orquestal y al extraordinario tratamiento que se hace de la voz, que reservó para el personaje central el trabajo más duro. Sicológicamente el personaje de Butterfly es el que más evoluciona, por lo que, perfectamente su desarrollo puede calificarse de acuerdo con este criterio; el primer acto es el prototipo del amor y la ingenuidad, el segundo el de la fe inquebrantable y el tercero el de la decepción y culminación  de la tragedia que transcurre en Nagasaki a principio del siglo XX. Si en ella Puccini concede una especial importancia al desarrollo de las arias y los dúos, no es menor la que dedica a los recitativos.

El equipo artístico
En las presentaciones que anticipadamente suelen hacerse de todos los títulos, es normal y casi obligado que tanto el director musical como el de escena dediquen encendidos elogios a la calidad del doble elenco que la Institución ha elegido para su producción, como en este caso se ha realizado, resaltando las cualidades de las voces consideradas como del primer o del segundo reparto. En esta ocasión, a pesar de que la amable y siempre efectiva organización del Real nos suele asignar las sesiones en que interviene el primero, solicitamos expresamente que esta cortesía se centrara en la intervención del segundo para comprobar dicha eficiencia y hemos podido constatar que, efectivamente, apenas hay diferencia entre uno y otro porque si la soprano Ermonela Jaho es una Butterfly deliciosamente lírica y poética, la japonesa Hui He, además de disponer de una preciosísima voz, tiene unas portentosas cualidades dramáticas que  la llevan a resaltar sobremanera las exigencias teatrales que este personaje necesita. "Tanto monta, monta tanto", cualidades que se unieron a la gran belleza y ajuste que desplegó el coro en los escasos momentos que la partitura le concede.  Lamentablemente no ha ocurrido lo mismo con Andrea Care (Pinkerton), quien a pesar de poseer una bella y elegante voz, su dramaturgia deja mucho que desear, su frialdad emocional deslució precísimente uno de  los momentos más atractivos de la obra como es el dúo con Batterfly al final del acto 1º.

Mario Gas, en su repetida producción de hace 15 años, con la idea de dar mayor notoriedad a su extraña concepción de considerar la obra de Puccini como una filmación cinematográfica en la época de transición  del cine en blanco y negro al color, ha acumulado tantos  elementos en la escena que ha desconcertado totalmente al espectador, que no sabía donde tenía que polarizar su atención, cuando estaba claro que era en el contenido que transportaba la belleza de la melodía pucciniana.

Marco Armilliato, a pesar de su indiscutible  experiencia operística, ha realizado en este título un planteamiento instrumental demasiado corto. Una "orquesta a dos" no es suficiente para hacer brillar en su justa medida la grandeza y fuerza lírica que encierra la esencia de esta popular y sobradamente conocida ópera, que necesita mucha mayor fuerza y lirismo en las maderas. Su sonido resultó pobre  y apagado en bastantes pasajes.

La Orquesta, como consecuencia de este planteamiento, hizo lo que pudo para darle mayor color y atractivo a esta bella y superconocida obra, en la que, ante todo, debe primar la fuerza de la emoción que genera el sentimiento con que compositor y libretista la han planteado.