“Moses und Arón” abre la nueva temporada del Teatro Real
Luis de Haro Serrano
Esta poco conocida obra del compositor austríaco Arnold Schomberg, en versión de concierto, abre la nueva temporada de ópera del Teatro Real –conmemorativa también de los quince años de su reapertura-. El libreto, escrito en alemán por el mismo Schomberg, está .basado en textos del libro del Exodo. Esta compuesta en tres actos, con una línea plenamente dodecafónica, el tercero – que solo tiene una escena-, a pesar de su interés, no lo llegó a componer. De él solo existe el texto, sin ningún tipo de boceto musical.
Su contenido es una respuesta dramática al aumento de los movimientos antisemitas surgidos en el mundo de la cultura alemana. Refleja, además, la crisis personal que el compositor sufría sobre su identidad judía, surgida a raíz de la agitación antisemita originada en la ciudad de Mattsee durante el verano de 1933. Solo por el hecho de su origen fue obligado a abandonar el hotel en que se alojaba en París. Como sucedió con G.Mahler cuando, unos años antes, se convirtió al catolicismo. Schomberg solía decir: “Soy tres veces apátrida”. Poco después se convirtió al luteranismo.
La especial experiencia que le tocó vivir en dicha ciudad. sirvió pera darle un nuevo sentido a su vida y para encontrar una reorientación creativa a su música, que le llevó a seguir las directrices del movimiento “Der Billirie Werg” base del sionismo político moderno, concibiendo un “Moisés y Arón” con un profunda sentido monoteísta, consideró al primero como el mejor cantor del éxodo bíblico y la encarnación de un redentor nacional y espiritual. Schömberg reconoció la fuerte influencia recibida de autores como Bach, Wagner, Beethoven, Mozart y Brams. Del primero destaca la técnica del pensamiento contrapuntístico o el arte de inventar configuraciones sonoras capaces de acompañarse a sí mismas.
El primer esquema de la obra lo realizó en 1926, finalizando la primera versión en 1927. Su idea inicial era escribir un Oratorio, para terminar convirtiéndolo en ópera, que preparó durante el periodo 1931/32. A pesar de esta larga gestación, la dejó inacabada. Más que una ópera, muchos analistas la consideran una gran obra sinfónico coral, centrada en el enfrentamiento sicológico y la reflexión del carácter tan opuesto que tenían los dos hermanos. Según Kurth Pahlen, Moisés representa la rigidez propia de la virtud, la severidad sin concesiones, el idealismo. Arón, el materialismo, la adaptación a todo lo que interese, el ocultismo y la demagogia. Da igual la calificación que quiera dársele; oratorio, ópera o composición sinfónico coral. El resultado es que “se trata de una obra maestra, la de mayor personalidad del autor, verdaderamente grandiosa por su dimensión sonora: Necesita una orquesta muy ampliada, a la que se une, para su actuación tras el escenario, un nutrido grupo de instrumentos, con una variedad parecida a la que Puccini ideó para Turandot. La intervención vocal tiene la misma importancia no solo en la parte solista –numerosa y variada -, sino en la coral.- Un conjunto difícil de acoplar en el foso habitual de cualquier teatro de ópera. Es una más de sus muchas dificultades.
La acción transcurre al pie del Monte Sinaí, al principio de los tiempos bíblicos. El argumento (que tiene como precedente su anterior obra, “Agiptrot”) es bastante fiel a las líneas que marca el relato de dicha época. Describe los avatares del pueblo judío antes de que recibiera las tablas de la Ley, que Dios, a través de Moisés, les entregó para que rigieran su conducta durante el tránsito a la tierra prometida, haciendo especial hincapié en las vicisitudes de los cuarenta días y las cuarenta noches previas a su bajada del Monte. Todo realizado, según comenta el musicólogo Rayner Peters, con una línea orgiástica, apropiada para ilustrar acontecimientos paganos. Consta de una peculiar estructura atonal, realizada con una serie de notas dodecafónicas, auténtico documento sonoro para las composiciones futuras.
La obra no se llegó a presentar durante la vida del autor. Solo se hizo una puesta en escena parcial anticipada, el pasaje de la “Danza del becerro de oro” (Her Tanz un das Goldene Kalb) 11 días antes de su muerte. El estreno definitivo tuvo lugar el 6 de junio de 1957 en el Teatro de Zurich. En España se presentó por primera vez en el Liceo el 29 de noviembre de 1985. En 1973, los cineastas americanos Jean Marie Straub Y Danielle Huillet realizaron una versión cinematográfica de la misma. Las estadísticas generales de “Operabase” la sitúan en el puesto 275 de representaciones realizadas durante 2005/2010
Schomberg, como supersticioso “triscaidekafóbiko”, suprimió una A de Aarón, para que así, el título “Moses und Arón”, no tuviera trece letras. Doce, igual que las notas dodecafónicas.
Para la versión en concierto de esta difícilísima obra, auténtica primicia en Madrid, se ha recurrido al proyecto elaborado para el Teatro Real, la Philarmonie de Berlín, el Festival de Lucerna y el Festival de Música de Estrasburgo. Interviene un grupo de 220 intérpretes -110 de la SinpfonierOrquester Baden-Baden-Freiburg y otros 110 del Europacheor Akademie que dirige Joshard Daus) y 16 destacados solistas Un lujo poco habitual por su elevado coste de producción, que realza el inicio de la nueva temporada de ópera y la conmemoración de los quince años de reapertura del Teatro Real.
Pahlen sostiene que en ella, la verdadera música de ópera solo puede encontrarse en los pasajes corales de las grandes orgías de masas del pueblo judío, situadas en el 2º acto. Así las planteó acertadamente Cambreling para esta versión madrileña de concierto. El largo pasaje de la danza del becerro de oro, auténticamente espectacular bajo el punto de vista vocal y orquestal, magníficamente llevado por su sensible batuta, en el que la música surge de forma disparatadamente loca, saltarina, sugerente y chispeante, pero, sobre todo, brillante y atractiva, que envuelve a todo el mundo, intérpretes y espectadores al mismo tiempo. Fue el momento cumbre de la obra. Hizo que el público abandonara por completo su inicial reticencia hacia ella, para volcarse plenamente en su atractivo y saborear la belleza y calidad de todos los artistas, especialmente con la extraordinaria personalidad del canto hablado que desarrollaba la sugerente voz del barítono alemán Franz Grundheber (Moses) y el tenor Andreas Conrad (Aarón), dotado de un amplio registro sonoro, pero algo parco en los esfumattos agudos, a los que se unieron las voces del bajo Friedermann Róhlin (un sacerdote) y la mezzo Nora Petrocenko (virgen desnuda).El coro, a pesar de la provisionalidad de su estabilidad, actuó con muy buenas formas. Muy compacto y con gran seguridad en todas sus intervenciones.
Como era de esperar, el público, con sus largos aplausos, rindió su pequeño tributo al extenso plantel de intérpretes.