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Diario YA


 

Un obra llena de espiritualidad y belleza en el Teatro Real

“San Francisco de Asís” de O. Messieaen

Fotografía: Javier del Real

Luis de Haro Serrano

Pocas óperas en el mundo habrán tenido un plan de promoción tan denso y bien estructurado como este “San Francisco” de Olivier Messiaen ((Avignon 1908 – Clichy, 17-04 1992) compositor, ornitólogo, católico y organista de la Iglesia de la Santísima Trinidad de París. El “capricho de Mortier” como ya se le conoce en los círculos cercanos a la información. Un proyecto que, como es natural, está forzosamente acompañado por un presupuesto bastante abierto (más de dos millones de euros), consentido con generosidad por la Dirección del Teatro, demasiado complaciente si se piensa en el signo que traen los vientos de la economía. Los espectadores y el tiempo serán los que sitúen en su justo lugar esta, no cabe duda, interesante apuesta, si se tiene en cuenta que lo bueno, si está bien hecho, por lo general, suele resultar doblemente bueno.

La campaña ha consistido en la celebración de conciertos extraordinarios, exposiciones y ciclos de conferencias, en los que han intervenido auténticos especialistas analizando en profundidad la música y la rica biografía del autor

Messiaen estaba obsesionado y enamorado del sonido de los pájaros, a los que consideraba como los mejores músicos de la naturaleza. Como experto ornitólogo, afirmaba que el mundo alberga más de 13.000 especies, de las que él, solo había podido conocer 500 y, de ellas, distinguir perfectamente el sonido de cincuenta. Su interés y curiosidad le hizo viajar hasta Nueva Caledonia para escuchar el sonido de uno de ellos. Su timbre le impresionó tanto que decidió utilizarlo para la composición de los pasajes de la ópera en los que interviene el personaje del ángel.

Su proyecto inicial era dedicar esta obra, de la que es también autor del libreto, a la figura de Jesucristo pero, abrumado por la fuerza y profundidad de su personalidad, decidió centrarse en la de San Francisco de Asís, el “poverello”. Un trabajó al que dedicó ocho años, cuatro dedicados a la composición y los otros cuatro a la orquestación, preparando un texto denso que lleva al espectador a realizar una profunda reflexión moral y filosófica.

Como ópera, “San Francisco” es la primera vez que se ofrece en España. En versión de concierto el Real la presentó en el año 1986. Tras su estreno en Paris el 28 de noviembre de 1983, ha subido al escenario de un teatro en contadas ocasiones: Festival de Salzburgo (1992) Opera de Berlín (2002), Bastilla de París (2004), Amsterdan (2008), Opera de San Francisco (2002) y en la Trienal del Ruhr (2003), que utilizó la misma cúpula con la que se presenta en Madrid.

La sinestesia de Messieaen le permitió percibir colores asociados a las armonías musicales. Así, cuando escuchaba un do natural en el piano veía el blanco, en el re era el amarillo. Los acordes, por esta misma razón, alcanzan unos cromatismos muy atractivos, variados y llenos de riqueza poética, que confieren a su música una fuerte expresividad. La luz oscura va ligada a los miedos y dudas de San Francisco y sus monjes. La más clara representa la gracia y el alma, La eclosión final de la luz blanca brillante, mezclada con la expresividad de toda la orquesta y el coro pone de manifiesto el éxtasis de la resurrección y la perfección. La abertura redonda superior de la cúpula es símbolo de la esperanza y la eternidad.

La ópera se divide en ocho escenas realizadas con un carácter musical independiente, aparentemente sin un hilo argumental contínuo. Narra la evolución espiritual de San Francisco hasta su muerte

El compositor dejó bien patente en esta partitura su pasión y amor por estos animales, cuyos mejores momentos de belleza cantando son los del amanecer y el atardecer, para permanecer casi en silencio durante las horas centrales del día. La “caminera” de las cuevas de Caresi (situadas al Este de Asís) en las que San Francisco solía adentrase para meditar y orar, sirve de base para anunciar la presencia del santo. El “gericón” de Nueva Caledonia, acompañado en algunas ocasiones por el cernícalo, marca la entrada y salida del ángel. El hermano Elías, lo más contrario por su carácter a S. Francisco, recibe también su canto del sonido de este pájaro. Una paloma marca con delicadeza sus momentos de melancolía. La “filencia” refleja la seducción y bondad del hermano Bernardo. Cuando Francisco pronuncia su famoso sermón en presencia del hermano Messeo, la sexta escena (La Préche aux Oiseaux), está acompañada por el jubiloso y contínuo trinar de todo tipo de aves. A cada pájaro Messiaen le ha preparado una melodía significativa de su carácter. Como él dice, estos solo cantan notas, lo que él hace es recoger su armonía para, con el ritmo adecuado, tratar de repetir un sonido que se parezca lo más posible al original.

Entre otros muchos, su gran acierto ha sido saber trasladar ese sonido quebrado a la música, realizado a base de tonos y semitonos con unos compases que no tienen nunca la misma medida. Una forma magistral de componer que no da tregua al oyente para que no pueda imaginar nunca lo que viene a continuación, como sucede en las obras propias de la música clásica. Hay otros compositores que, igual que Messiaen, han tratado de llevar a sus partituras el sonido de la naturaleza; Beethoven en la “Pastoral”, Wagner en “Tristán e Isolda”, C. Debussy en “Pelleas et Melisande” o Mendellsshon en “La gruta de Fingal” (Las Hébridas)

En el “Madrid-Arena” el Real ha encontrado el escenario adecuado para poder ofrecer ese espacio sin límite que la obra requiere.

Puesta en escena
Antes de entrar en el análisis pormenorizado de esta producción, (dada la complejidad y amplitud de los elementos utilizados), parece adecuado hacer una leve referencia a sus características más llamativas. Cúpula: 22 toneladas de peso con 13 ms. de diámetro y 14 de altura. Iluminación, 1.400 fluorescentes que con sus cambios de color acompañan el camino de redención del santo, 9 solistas, 120 intérpretes corales
-Coro “Intermezzo” del Real reforzado con el de la Generalitat Valenciana-. Orquesta, 3 intérpretes de ondas “Martenot” y 111 miembros de la Orquesta Sinfónica de la Radio “SwR” de Baden-Baden - Freiburg. Sonido. Más de 35 micrófonos ultrasensibles estratégicamente distribuidos, apoyados por una serie de paneles que contribuyen a dar una sonoridad muy natural a los intérpretes vocales.

La cúpula, diseñada por Emilia e Ilya kabakov – la gran atracción del montaje- inspirada en la de la Iglesia de Santa Isabel de Turquía, contribuye eficazmente a la creación de ese ambiente de recogimiento y oración ideado por Messiaen. Jean Kahmann ha jugado demasiado libremente con la iluminación que, teóricamente, debía acompañar al colorido de la música en relación con la evolución de las vicisitudes sicológicas de los protagonistas.

Giuseppe Frigeni, dadas las características de la obra, se preocupó mucho de los movimientos de escena que, según confiesa, concibió con dos actitudes diferentes; los “horizontales” (los escénicos propiamente dichos) y los “verticales” (representados por la actitud de los intérpretes y, muy especialmente, los del protagonista, en sus numerosos momentos de oración o recogimiento), bien, a pesar de que ralentizara demasiado los primeros. Con un lapsus lamentable; la presencia de los libros, completamente innecesaria, dado que el espíritu real de San Francisco para la formación de los monjes era su preferencia por la humildad, la naturalidad y la sencillez, antes de la que le podían proporcionar su lectura . Una laguna probablemente, consecuencia de no haber profundizado adecuadamente en la ideología del protagonista.

Cambreling, gran conocedor de la música de Messiaen y especialmente de “San Francisco”, ópera que ha dirigido en más de treinta ocasiones, a pesar de la compleja dificultad instrumental y vocal que encierra, se movió como pez en el agua en la dureza de la partitura, realizando un ajuste perfecto de todos los elementos que tenía pendientes de su batuta; doble coro y orquesta reforzada con unos instrumentos tan variados en la percusión y con los tres especialistas de las “ondas Martinot”, que tanto verismo aportaban a la melodía, corroborando con ello que si el espectador quiere disfrutar verdaderamente de la obra no debe dedicarse solo a oír su música sino a escucharla con calma para poder descubrir adecuadamente su sinergia con el texto. Una melodía concebida como un personaje más de la escena.

El doble coro solo pudo demostrar su calidad y preparación - la partitura así lo requiere- en los momentos finales de la obra donde sonó con gran ajuste y belleza

Del elenco vocal cabe destacar la labor realizada por el barítono alemán Alejandro Marco, San Francisco. Una voz elegante y segura que supo llevar con acierto el duro peso de sus casi cuatro horas de difícil intervención, a pesar de que en algunos momentos se sintiera atenazado por la responsabilidad. El tenor Michel König fue un leproso muy convincente por la elegancia de su voz y sus cualidades dramáticas. La intervenión más justamente aplaudida fue la de la soprano Camilla Tiling, un ángel delicioso dotado con una voz de un amplio registro sonoro, elegante y hermoso. Los demás personajes, los monjes, simplemente cumplieron con su cometido.

Dada la expectación que este gran proyecto del Real ha despertado en todos los ambientes y los numerosos tópicos que con este motivo han surgido, resulta oportuno terminar este análisis –obligadamente breve- recordando el comentario publicado por la Revista “Ritmo”: “Hay que tratar de mirar al futuro con un poco más de perspectiva porque …. contínuamente estamos cerrando los ojos a realidades que no nos gustan o para cuya asunción no estamos preparados. El público aficionado de toda la vida (el que no reclama nada más que “traviatas”)) está desapareciendo y el nuevo va, poco a poco, abriéndose a otras opciones que le permiten acceder a la música abstracta con formas más cómodas y, como es natural, también a la ópera”