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Diario YA


 

Es tan sumamente grave lo que hay detrás de un caso como el 11-M

“Vale ya”, no: ¡basta ya!

Juan Manuel Alesson. En otros países civilizados el hallazgo que publica en primicia Libertad Digital muy difícilmente habría sido noticia, por la sencilla razón de que muy difícilmente habría llegado nunca la investigación oficial al extremo de desconocer ‘un detalle’ tan visible, manifiesto, contundente, esencial, obvio -y lo que se le quiera poner- como éste del vagón de tren que acaba de entrar en escena coincidiendo –existe la justicia divina- con el carpetazo que se le ha dado recientemente a la investigación.
 A medida que ha ido pasando el tiempo las sospechas, las pruebas en contra, las ‘inexactitudes’, las declaraciones, las prisas, las presiones, iban produciendo en el caso del 11-M un olor cada vez peor. Últimamente era nauseabundo. A partir del hallazgo de este vagón ‘olvidado’ el olor de la putrefacción ya es –por poner una frase hecha- insoportable. No se puede resistir más. A estas horas, en cualquier país normal, el escándalo habría adquirido unas proporciones apocalípticas que lo habrían colocado en portada de todos los digitales decentes del planeta. Mientras escribo esto sólo Libertad Digital y esRadio se hacen cargo de la responsabilidad del hecho. Y son casi las cuatro de la tarde. No se puede entender. ¿En qué están los demás? ¿Esperando a ver cómo el poder político se enfrenta al problema, para así actuar en consecuencia?
 ¿Es tan sumamente grave lo que hay detrás de un caso como el 11-M como para que estemos asistiendo al espectáculo de ver cómo tratan de arrinconarlo, silenciarlo, olvidarlo y borrarlo, una y otra vez un día y otro día, durante años y más años? ¿Hasta qué alturas ha de elevarse el clamor –y la obviedad de las pruebas- para que los españoles vean que la justicia lo aborda con la responsabilidad y gravedad que requieren los hechos? ¿Cómo se puede vivir en una sociedad –estado de derecho lo llaman algunos- que oculta impasible semejantes atrocidades?
 En Alemania –donde estoy mientras escribo estas líneas- es impensable un caso como éste. La opinión pública, tan sensible aquí a la más mínima alteración del orden o la convivencia- habría saltado en el acto. Los medios de comunicación, antes aún. Aquí, los políticos dimiten, sin más. Un préstamo que no había sido declarado, unas declaraciones hechas acerca del incremento de la presencia de inmigrantes en la sociedad, un texto no acotado correctamente en una tesis doctoral, son sólo tres ejemplos que en los últimos meses han llevado a su dimisión y a su repudio –más o menos generalizado- a los actores responsables. En Gran Bretaña habría sido aún peor, acaso mucho peor.
 España y el 11-M están pidiendo a gritos –perdóneseme la expresión- un juicio justo, sin presiones políticas, sin jueces que en privado digan una cosa y luego juzguen otra inexistente y falsa, sin jueces que aparezcan en las portadas de El País por el hecho de estar investigando el caso, por ejemplo, y etc. ¿Dónde están hoy los medios de comunicación de España? El asunto del 11-M, -y este vagón ‘olvidado’ (¿por qué y por quién?)- viene a demostrar, una vez más, lo que nos diferencia de los verdaderamente grandes. Y aquí no caben las medias tintas. Aunque por lo visto hasta ahora, ni con un vagón de tren ni con cien…
 

(Foto Libertad Digital)