25 DE MARZO: Encarnación del Señor y Día de la Vida
Pedro Sáez Martínez de Ubago. El 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios en la virginal entraña de María Santísima. La Encarnación de Cristo celebra que la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo o el Logos (la Sabiduría o Palabra), "se hizo carne" cuando fue concebido en el seno de la Virgen María. En la Encarnación, la naturaleza divina del Hijo fue unida de forma perfecta con la naturaleza humana en la persona de Jesucristo, que era "Dios verdadero y hombre verdadero" (Credo de Caldedonia). La Encarnación se conmemora y celebra cada año en la Fiesta de la Encarnación o Anunciación.
Según el Génesis (I, 27), una vez que había creado las infinitas estrellas, la tierra con sus montañas, mares, bosques y todo tipo de animales, Dios formó su obra culmen diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se muevan sobre ella”. A “imagen de Dios”, se refiere al hecho de que el hombre tiene un alma espiritual. Está por encima de los otros seres vivientes que habitan en la tierra. El hombre no es una cosa, sino una persona –entidad individual de naturaleza racional-. El Hombre tiene voluntad y libertad, puede pensar, amar a otras personas, escoger el bien… cosas que los animales irracionales, guiados por instintos, no pueden hacer. De todas las criaturas visibles, sólo el hombre es “capaz de Dios.”
De todas las cosas de este mundo, sólo el hombre está llamado a vivir con Dios en el mundo más allá. Y siendo a Imagen de Dios, el hombre está llamado a amar: primero a Dios y luego a todo el que tiene semejanza con Dios, es decir, a cada persona humana, pues cada persona está hecha a imagen de Dios. Santa Catalina de Siena, meditando sobre la creación del hombre, dijo: “Por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno”. De esta forma cabe establecer una relación entre la Encarnación del Verbo y la creación del hombre. Y, en buena razón, por este motivo, el 25 de marzo se celebra, también, el Día Internacional por la Vida. En España desde años antes que se despenalizara el aborto, las asociaciones provida venían desarrollando una importante labor de ayuda a la embarazada en dificultades, así como una incansable labor de divulgación de la cultura de la vida, congresos, trabajo de investigación, apoyo a los cuidados paliativos etc.
A partir de 2003, con motivo de la institución del Día Internacional de la Vida, en el marco del Primer Congreso Internacional provida, se vienen realizando en torno al 25 de marzo numerosas actividades informativas, divulgativas y de concienciación social como mesas informativas en la calle, ruedas de prensa, conferencias, conciertos, etc. Volviendo al misterio de la Anunciación o Encarnación, recordemos que una característica de la Fe es su razonabilidad.
Por ello, es lógico, y así lo explica la teología, que habiendo decidido Dios desde toda la eternidad hacer de María la Madre del Verbo encarnado la Iglesia tradicionalmente haya aplicado a María, lo mismo que a su Hijo, los atributos de la Sabiduría (Proverbios 8, 22-35): “El Señor me ha creado primicias de sus caminos, antes de todas sus obras. Desde la eternidad fui constituida, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra […] Dichoso el hombre que me oye y vela diariamente a mis puertas, guardando mis postigos. Quien me halla ha hallado la Vida y alcanza el favor del Señor”. La redención total que desde su Concepción preservó a la Santísima Virgen incluso del pecado original, no debe, por consiguiente, separarse de nuestra propia redención por Cristo. Para los católicos el hecho más importante de la Historia es la Encarnación de la Segunda Persona trinitaria en las purísimas entrañas de la Virgen María, haciéndose hombre, sin perder su naturaleza divina, igual a éste en todo salvo en el pecado, para habitar entre nosotros (Jn. I, 14) y redimirnos del pecado (Mt. I, 21).
Sólo Dios, en su Omnipotencia, podía hacer de una mujer Virgen y Madre a la vez, y su Misericordia dispuso que así se obrara el milagro y misterio de la encarnación de su Hijo, de tal manera que, a un mismo tiempo, por ser hombre, podía merecer, y, por ser Dios, sus obras tenían valor infinito para reparar la ofensa cometida por el hombre contra el Creador cuando, llevado por la soberbia, quiso ser como Dios (Gen. III, 5-6). El primer Padre de la Iglesia que escribe sobre María es San Ignacio de Antioquía (+ 110) defendiendo la realidad humana de Cristo al afirmar que pertenece a la estirpe de David, por nacer verdaderamente de María Virgen; en San Justino (+ 167) la reflexión mariana se remite al Gen 3, 15 contraponiendo a Eva y María, para luego, en el Diálogo con Trifón, insistir en la verdad de la naturaleza humana de Cristo y, en consecuencia, en la realidad de la maternidad de Santa María sobre Jesús y, al igual que San Ignacio de Antioquía, recalca la verdad de la concepción virginal, en su argumentación teológica. Luego San Ireneo de Lyon (+ 202) insistiría en la realidad corporal de Cristo, y en la verdad de su generación en las entrañas de María, haciendo de la maternidad divina una de las bases de la cristología, en virtud de la cual, la naturaleza humana asumida por el Hijo de Dios en el seno de María hace posible que la muerte redentora de Jesús alcance a todo el género humano. E
n el siglo III se comienza a utilizar el título Theotókos “Madre de Dios”, cuyo primer testimonio conocido encontramos en Orígenes, en forma de súplica, rogando la intercesión de Aquélla a Quien, el 21 de enero de 1921, Benedicto XV aprobó la correspondiente Misa y el Oficio Divino de Maria, Medianera de todas las Gracias aparece por primera vez en la oración “Sub tuum praesidium” [bajo tu amparo], la plegaria mariana más antigua conocida. Ya en el siglo IV el mismo título se utiliza en la profesión de fe de Alejandro de Alejandría contra Arrio; y, en adelante, cobraría universalidad y son muchos los Santos Padres que, como San Efrén, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Ambrosio o San Agustín… explican en sus obras la dimensión teológica de esta verdad que se definió como dogma de fe en el Concilio de Éfeso del año 431, donde se proclamó que “si alguien no confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel y que, por esto, la Virgen es Madre de Dios, pues dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema”. Desde tan antiguo arraiga y se explica, el amor y la devoción singular que los cristianos profesamos a María, la Virgen y Madre de Dios, reconociendo en Ella la obra maestra de la creación y el gran regalo que Dios nos ha hecho, con las palabras del Magnificat (Lc. I, 48-49) “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso”.
Este año y con motivo del Día Internacional de la Vida, tiene lugar en Pamplona el XXI CONGRESO NACIONAL PROVIDA, que, organizado por ANDEVI (Asociación Navarra en Defensa de la Vida) y Rioarriba, en conjunto con la Federación española de Asociaciones Provida, y contando con la participación de diversos colectivos, se va a celebrar los días 24, 25 y 26 de marzo en el Museo de la Universidad de Navarra, con testimonios e intervenciones de protagonistas próvida y expertos de reconocido prestigio. Cabe destacar los testimonios del actor Pablo Pineda, a quien tener Síndrome de Down no le ha impedido tener una vida de éxito; y de Marta Páramo, quien se quedó embarazada a los 16 años y nos contará cómo siguió adelante con el embarazo sobrevenido y los miedos que superó.
Entre las ponencias de expertos, figuran las del Dr. Carlos Centeno, especialista en Medicina Paliativa de la Clínica Universidad de Navarra, acerca de qué hacer cuando un paciente pide la eutanasia; y la del Doctor en Farmacia José López Guzmán acerca de su último libro titulado “Transexualismo y Salud Integral de la Persona”. Al mismo tiempo, se aprovechará que el Congreso coincide los 40 años de existencia de la asociación ANDEVI para homenajear a su fundador, el pediatra Dr. José Miranda Heras, con la finalidad de honrar el símbolo que es para la sociedad navarra y las asociaciones provida del resto de España. Estas personas encarnan el principio de que la vida es, por encima de creencias, por pura Ética, por Razón y Ley natural el primer derecho de la persona, porque si se le priva de la vida, se priva al ser humano de ser objeto y sujeto de otros derechos.
No obstante, más allá del Derecho Natural, amparándonos en razones como las arriba expuestas, los católicos actuales, como el Siervo de Dios Jerome Lejeune (1926–1994), médico francés y padre de la genética moderna, quien renunció al premio Nobel por preferir defender la vida sin renunciar a su radical oposición al aborto, seguimos creyendo, no sólo en el misterio de la Encarnación, sino también en la maravilla de la encarnación y la vida de cada hombre, definida por Hans Christian Andersen como “un cuento de hadas escrito por la mano del Señor”. Como Lejeune podemos afirmar que “cada uno de nosotros tiene un momento preciso en que comenzamos. Es el momento en que toda la necesaria y suficiente información genética es recogida dentro de una célula, el huevo fertilizado y este momento es el momento de la fertilización. Sabemos que esta información está escrita en un tipo de cinta a la que llamamos DNA... La vida está escrita en un lenguaje fantásticamente miniaturizado”.
Hoy, cuando cada vez se relativiza más el don de la vida; cuando se legisla a favor de la muerte digna; cuando se desprecia la familia tradicional y empieza a hablar de “maternidad subrogada”; cuando se ampara el cambio de sexo y las uniones contra naturam; o cuando se pretende reconocer el abominable crimen del aborto, escondido bajo el eufemismo de interrupción voluntaria del embarazo, como un derecho… defender la vida implica, a menudo, crearse enemigos, ser impopular, faltar a lo impolíticamente correcto o, cuando menos, nadar contra la corriente imperante en una sociedad secularizada y carente de valores.
En este ambiente, no está de más recordar, en la Fiesta de la Encarnación y Día Internacional de la Vida, las palabras que, con motivo del fallecimiento del doctor Jerome Lejeune, San Juan Pablo II, un enamorado de la Virgen y un gran defensor de la Vida y los Derechos Humanos, escribió al Cardenal Lustinger, arzobispo de Paris: “En su condición de científico y biólogo era una apasionado de la vida. Llegó a ser el más grande defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer, tan amenazada en la sociedad contemporánea, de modo que se puede pensar en que es una amenaza programada. Lejeune asumió plenamente la particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de contradicción, sin hacer caso a las presiones de la sociedad permisiva y al ostracismo del que era víctima”.