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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

A vueltas con la corrupción

Francisco Rodríguez Barragán. La corrupción es el tema, presente hasta la náusea, que ocupa las páginas de los periódicos y los espacios televisivos. Como, de forma simultánea, las medidas del gobierno resultan bastante impopulares, está servido el caldo de cultivo de la protesta callejera, debidamente atizada por los especialistas de agit-pro, los furibundos ataques de la oposición y la sensación de que podemos estar al borde del estallido social o del derrumbamiento del sistema.

Desde el punto de vista de las leyes penales, de las que los políticos se zafan con facilidad, sólo son las personas quienes pueden cometer delitos pero nunca los entes colectivos que, según dicen las normas del derecho, no pueden delinquir. La corrupción de los partidos, de los sindicatos, de las empresas, de los gobiernos estatal, autonómico o municipal, no parece existir, aunque puedan ser imputados y condenados algunos de sus dirigentes.

No sería ocioso preguntarse si la corrupción es efectivamente el problema de algunas personas de conducta desviada, pero que no afecta al sistema o si es la vida del propio sistema la que se ha corrompido y produce corrupción.
 
Si el problema se reduce a corrupciones individuales podría erradicarse a través de la una justicia libre, imparcial y rápida, lo que me parece mucho pedir pues hay que desconfiar de que se cumplan las tres notas indicadas: libre, imparcial y rápida.
Pero si el problema es el propio sistema, ¿quién podrá regenerarlo? Damos por supuesto que vivimos en una democracia, que es el mejor sistema posible y que la soberanía nacional reside en el pueblo español ¿seguro? Votamos cada cuatro años a unas listas cerradas y bloqueadas, pero el verdadero elector es el jefe de cada partido que coloca en los primeros puestos de la candidatura a quienes él quiere que salgan. Del cumplimiento de programas electorales, mejor no hablar.
Decimos que la democracia nos permite gozar de una larga serie de libertades, pero nuestra capacidad de elegir lo que nos interesa no resulta nada clara, es más, nos vamos acostumbrando a que otros decidan por nosotros y no en cosas baladíes sino en otras tan importantes como la familia, la educación para la ciudadanía, el contenido de la enseñanza en todos sus niveles, las condiciones de trabajo, nuestro dinero, etc. Es el famoso estado del bienestar, que pretender cuidarnos desde la cuna a la tumba, pero que está haciendo aguas.
 
Escuché hace poco a quien decía que en un estado de derecho, cuando un ciudadano decide hacer algo consulta la ley, aquí se pregunta: ¿con quién hay que hablar?
Autorizar una urbanización, modificar un plan para que los edificios tengan alguna altura más, conseguir la adjudicación de obras o servicios, conseguir subvenciones, ayudas o privilegios, ¿no son ocasiones de corrupción? ¿Son tan solo personas individuales los que se han dejado sobornar o las que han cobrado el tres por ciento famoso?
 
La naturaleza humana y sus obras están lastradas por el problema del mal, del pecado, decimos los cristianos, aunque sea políticamente incorrecto. Pero está claro que hay soberbia, avaricia, envidia, injusticia, rencor y odio en buena parte del acontecer tanto personal como político. ¿Podemos convertirnos?
 
Si solo tenemos miedo del código penal, los que puedan buscarán la impunidad, la prescripción y en último término el indulto. Todo esto resulta triste y decepcionante. ¿Qué esperanza nos queda?