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Diario YA


 

Finaliza el congreso de zaragoza

Abolicionistas de ayer y de hoy

José Luis Orella. Un problema de los historiadores es que siempre tendemos a comparar los hechos de la actualidad con los del pasado. Hace pocos días, en la bella ciudad de Zaragoza, finalizaba el Congreso Internacional Provida que reivindicaba la abolición absoluta del aborto, por atacar el derecho más elemental de la persona, el de la vida. Sin embargo, este fin de semana el principal partido de la oposición, el PP realizaba un gran congreso para la galería, en el cual procuraban mostrar un partido sin fisuras como alternativa real al gobierno de Zapatero. Para reunir el máximo de voluntades, Jorge Fernández Díaz, un converso que lleva tiempo impidiendo la desaparición del cristianismo en el PP, ha conseguido introducir en el programa una serie de ayudas a las madres jóvenes y a la familia para evitar el aborto. Pero una concesión que le impide reivindicar la abolición del aborto en los supuestos que le permite la ley actual. Marco jurídico que el PP defiende como punto intermedio de consenso con la izquierda. Entretanto la Iglesia e individualidades ajenas a la religión, pero con sentido común, son acusadas de radicalismo por su defensa sin concesiones de la vida, especialmente de los no nacidos.

 Situación peculiar, que nos recuerda a los juicios emitidos en su tiempo contra John Brown o Abraham Lincoln, cuando dieron una opinión pública favorable a la abolición absoluta de la esclavitud. Del mismo modo que el aborto es presentado como un derecho, la esclavitud era defendida como una institución natural, ya defendida por Aristóteles en su tiempo. La esclavitud era un poder económico ligado al grupo de presión sureño del algodón, como el aborto lo está a las clínicas privadas que viven de las ayudas públicas a la privación de la vida de los más pequeños. En aquel tiempo, también se plantearon puntos intermedios que permitiesen reducir la esclavitud, pero evitando la abolición absoluta de la institución. La ley de vientres libres permitió mantener la esclavitud, prohibiendo la importación de negros africanos, la retención de los mayores de sesenta años, y la permisión de que los nacidos a partir de cierta fecha naciesen libres, aunque sus padres seguirían siendo esclavos. Esta medida de transición acabo siendo un fracaso, si la esclavitud era una medida que envilecía al dueño y maltrataba a la víctima, porque había que mantenerla.  Del mismo modo, hoy, no es más lógico defender la vida sin concesiones, que permitir que una parte mínima, aquellos más indefensos por plantear dudas sobre su salud futura, puedan ser sacrificados ¿como los espartanos hacían con sus hijos deformes en el Taigeto?