Aborto y maternidad
Por Gonzalo Rojas
Lo dijo con total desparpajo: “nadie nos puede obligar a ser madres”.
Con su pañuelito verde por talismán, una de las voceras del aborto total y criminal dejó la pelota dando botes, mientras pensaba que en realidad había anotado un gol.
Analicemos su obvia afirmación.
Efectivamente, en condiciones de libertad nadie puede obligar a una mujer a ser madre. Aplicando una fuerza física o moral irresistible, por cierto que una mujer podría ser obligada a la maternidad y al consiguiente parto, pero ése no era el punto al que se refería la vocera: ella estaba hablando justamente en el contexto actual, el de la libertad sexual.
Por eso, su afirmación que parece tan sensata, es por una parte, un sofisma y, por otra, un autogol.
Un sofisma, primero, porque con total independencia de la moralidad de los diferentes métodos anticonceptivos, es evidente que -fuera del caso de violación, al que obviamente no se está refiriendo la vocera- las mujeres chilenas gozan hoy de una amplia batería de métodos para bloquear la concepción y, por lo tanto, sus actos sexuales voluntarios bien pueden realizarse habitualmente con la amplia seguridad de que se evitará el embarazo.
En ese contexto, las mujeres chilenas saben muy bien cómo evitar ser madres, pero también conocen perfectamente la excepción: saben que existen posibilidades de que los métodos anticonceptivos fallen y que “se manden un condoro”, según la tantas veces utilizada expresión. Es una posibilidad a la que nadie las obliga, pero que está perfectamente asumida al aceptar la actividad sexual. Al revés, quienes por los motivos que sean, prefieren la abstinencia, saben que el “no nos pueden obligar”, no viene entonces en absoluto al caso.
O sea: si en condiciones de libertad sexual falla la anticoncepción, es la propia mujer la que, conociendo ese riesgo, se abrió a la posibilidad de ser madre. Nadie “la obligó”.
Pero más notable aún es el autogol.
Sí, porque la señorita de la pañoleta verde no reparó en que al referir la maternidad al aborto está abriendo sólo dos opciones para interpretar sus palabras:
O al momento de abortar la mujer es efectivamente madre y por lo tanto ha eliminado a un hijo o, si no tiene la condición de madre al practicarse el aborto sino sólo al momento de dar a luz, se está postulando el derecho de esa madre -la que sólo lo sería por el parto- a practicar el infanticidio para no ser “obligada a la maternidad”.
Para evitarse el primer problema pudo decir que “no nos pueden obligar a ser vientres portadores de células indeseadas”. Pero dijo “madre”, o sea reconoció implícitamente que la mujer es portadora de un hijo o de quien, en el peor de los casos, va a llegar dentro de pocos meses a ser un hijo.
Podría argumentar la jovenzuela que sólo será madre al momento de dar a luz y no antes, que al momento de practicar el aborto no es más que un “vientre portador”. Bien; si esa fuera la contra argumentación, entonces jamás debiera invocar la maternidad como una condición previa al parto, por lo que tendría que afirmar que la maternidad sólo se inicia con el nacimiento. Entonces, si llegara a producirse el “repudiable hecho” del parto quienes no quieren ser “obligadas a ser madres” debieran exigir el derecho a proceder al infanticidio en algún momento posterior al nacimiento… para no ser “obligadas a la maternidad”.
O se es madre desde la concepción y al abortar se ha asesinado a un hijo, o no se lo es en absoluto durante la gestación y, por lo tanto, no se tiene derecho a invocar aquella sagrada condición sino desde el momento del nacimiento y para practicar el infanticidio.