Aguirre, la enseñanza de calidad y la oposición de Gabilondo
Miguel Massanet Bosch
Jenofonte, el escritor, historiador y filósofo griego del siglo V, a.C., ya hablaba del esfuerzo como método para realizarse y conseguir objetivos, utilizando estas palabras: “Esforcémonos de modo que cada uno de nosotros pueda considerarse a sí mismo como artífice de la victoria”. Sin embargo, es evidente que, para este Gobierno, el tema de la enseñanza parece que lo tiene relegado a este panfleto indecente e impresentable, al que le dio carácter de Ley, que conocemos como “Enseñanza para la ciudadanía”. Es obvio que, en España, los sistemas de enseñanza no se establecen en orden a conseguir la excelencia en la educación y el mejor aprovechamiento en el estudio de las ciencias y las letras, sino que más bien se trata de ir modificando los programas y las normas que rigen para la organización de los estudios de primera enseñanza y universitarios en función del color de los partidos que van sucediéndose en la gobernación del país.
Así sucede que no paramos de dar bandazos, de modificar sistemas de métodos de estudios y de valoraciones académicas, según que el correspondiente ministerio de Educación, esté regido por una persona de izquierdas o lo sea por una de derechas. Ahora, por ejemplo, tenemos a uno de la familia Gabilondo, de honda raigambre socialista, el señor Angel Gabilondo, que parece que, siguiendo las tesis igualitarias y poco exigentes para con los alumnos, prefieren que su formación se centre más en aprender a asaltar capillas en las universidades, impedir que los que no son de su vena política puedan impartir charlas o conferencias en sus paraninfos y permitir la indisciplina en las clases o las faltas de respeto a sus docentes, como un medio de dar a conocer a la juventud que lo mejor en esta vida es ocuparse de uno mismo y vivir a costa de los demás, sin importar el estudio, el esfuerzo y la disciplina como medio de formar parte de una sociedad, no como un simple parásito, sino como un elemento enriquecedor que contribuye a mejorarla y encaminarla hacia el progreso.
Y he hecho este preámbulo antes de pasar a comentar un suceso que me ha causado una grata impresión como lo suelen hacer todos los proyectos que, la señor Esperanza Aguirre, está poniendo en práctica en la comunidad madrileña; una de las que, por cierto, mejor están superando la crisis, en la que se está haciendo más por los parados y una en las que, ¡Oh milagro!, parece que existe menos endeudamiento publico. El caso es que, la señora Aguirre, ha decidido tomar por los cuernos el tema de la enseñanza en su comunidad y ha decidido crear un “Bachillerato de Excelencia” para los mejores alumnos de Secundaria. Nadie puede ignorar la baja cualidad de los estudiantes que abandonan las aulas, tanto en la ESO como en el BUP y, en una gran mayoría de los que consiguen, vayan ustedes a saber de qué forma y por qué medios, hacerse con el título; ya que, de todos es sabido que, a los profesores, se les exigen cupos mínimos de aprobados, lo que contribuye a que algunos alumnos pasen curso en condiciones precarias de conocimientos. La valoración que la UE hace de nuestro sistema educativo y de sus resultados bastaría para que, el señor ministro, presentara su dimisión en el acto; pero no, esto no sucede entre los socialistas que han decidido que, cuando se tiene un puesto en la Administración,¡antes morir que abandonarlo!.
La iniciativa de la señora Aguirre pretende, ni más ni menos, permitir a los más estudiosos, a los más adelantados, a los que más esfuerzo y dedicación han dedicado a sus estudios en la secundaria, tener un premio, disponer de la posibilidad de librarse de las garrapatas estudiantiles que han tenido que soportar, estoicamente, como aquella banda de gamberros que, en lugar de estudiar y sacar provecho del dinero que n cuestan a los ciudadanos, se han dedicado a machacar a los profesores; a incordiar en las clases; a distraer a sus compañeros, interesados en adquirir conocimientos, y dedicándose a actividades extraescolares de tipo subversivo; de vandalismo y de obstrucción a la misión docente que se les ha asignados a los centros de enseñanza. A estos centros de élite tendrán acceso directo los 25 mejores alumnos de ESO de la Comunidad de Madrid, es decir, los que hayan recibido el Premio Extraordinario en secundaria y, el resto, serán estudiantes con mención honorífica. Esto supone un promedio de un 8 en la nota promedio del 4º de ESO y de más de 7 en la prueba de Conocimientos y Destrezas en el 3º de Secundaria. Hablamos pues de alumnos aventajados, con posibilidades de sacar provecho de sus estudios y a los que se les ofrece un trampolín para alcanzar metas importantes en la vida, cosa que, con toda posibilidad, no lograrían si siguieran dentro de la masa de medianerías que siguen el BUP.
Sin embargo, parece que al señor Angel Gabilondo, el señor ministro de Educación, esta iniciativa de la Presidenta de la Comunidad de Madrid no le parece adecuada. Y ¿por qué no le gusta al señor ministro? Pues, simplemente, porque considera que “segrega”. Por lo visto, el señor Gabilondo, sí es partidario de la excelencia en el Bachillerato ¡faltaría más!, pero piensa que: “Las aulas no son sólo lugares para aprender, son lugares también para convivir” , lo que no puede causarnos más que un inmenso estupor, si es que nos atenemos a lo que parece ser esa “convivencia” y la forma de “convivir” que, según entienden algunos directores y rectores de universidad, que la “promocionan”, consiste en aceptar actos vandálicos, insultos, adoctrinamientos impuestos y rechazo frontal por parte de grupos incontrolados y de bandas “progres” de aquellos alumnos que no comparten su extremismo y sus ideas de desorden y caos, como un medio de convivir en paz. Por si faltara añadir más demencia a las consideraciones del señor ministro, la secretaria de Educación del PSOE, y portavoz en la Comisión de Educación en el Congreso, Cándida Martínez, ha querido añadir unas “perlas” que no tienen desperdicio ya que, a esta señora, la iniciativa de la señora Aguirre, le parece que “segrega, privatiza y retrocede”.
Con estos mimbres no es extraño que hayan llegado a ministras señoras como Leire Pajín, Bibiana Aído y la misma Gonzáles–Sinde. Veamos si nos aclaramos, señora mía, ¿entiende usted como “segregar” el darles oportunidad de una atención especial a unos alumnos que se han esforzado para salir de la mediocridad, se han privado de horas de ocio para dedicarse al estudio y han sacado provecho del dinero de los contribuyentes?, ¿ Quién habla de privatizar nada, señora mía, no se trata de suprimir escuelas públicas ya existentes, no se quiere quitarles ninguno de los medios de que disponen y, en todo caso, se contribuirá a la desmasificación de las aulas? Y, finalmente, ¿dónde ve usted, en esta medida, retrocesión alguna y en qué puede ver una vuelta atrás, en una medida que consiste en premiar el esfuerzo, la aplicación y el rendimiento de unos alumnos que se lo merecen? Claro, probablemente, ustedes prefieren que los mediocres, los que no dan un palo al agua, los enredadores y los que se han sometido a su adoctrinamiento igualitario y egoísta, sean los que saquen el beneficio de pertenecer a su partido.
La señora Aguirre no ha establecido diferencia alguna por razones de ideas políticas, ni de posición social, ni de razas, ni, tan siquiera, de edad ni tampoco por causa del idioma que utilizan (cosa que no ocurre en algunas comunidades de todos conocidas): la única diferencia es haber escogido a aquellos que están en condiciones de aprovechar mejor una enseñanza ad hoc, porque así lo han demostrado de la mejor manera que se puede hacer: ¡con sus conocimientos! O, así pienso yo.