Algunas curiosidades sobre la devoción pilarista
P. S de U. Reportaje. Estamos en el ecuador de la novena en honor a la Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad y referente para todos los fieles marianos de España y del mundo al ser la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, según la tradición se trata del primer templo mariano de la Cristiandad, puesto que en él se conserva y venera el pilar -una columna de jaspe- que fue puesto por la Virgen María quien, viviendo aún en Jerusalén, se habría aparecido en carne mortal al apóstol Santiago el día 2 de enero del año 40. La historia documentada del templo se remonta al siglo IX, cuando según la Historia del traslado de San Vicente de Aimoino, se atestigua la existencia de una iglesia mozárabe en Saraqusta dedicada a Santa María en el mismo lugar en el que actualmente se encuentra la basílica barroca. En torno a este templo se articulaba una de las comunidades de cristianos de la ciudad.
Por ahora no hay pruebas de lo consignado en la tradición, cuyos pormenores datan de 1297 en una bula del papa Bonifacio VIII y 1299 una declaración de los Jurados de Zaragoza, donde por primera vez se atestigua la advocación del «Santa María del Pilar», tras emprender en 1293 el obispo Hugo de Mataplana una rehabilitación del edificio que amenazaba ruina, gracias a las donaciones propiciadas por la mencionada bula papal. Sin embargo no hay que descartar que esta tradición pueda muy pronto avalarse históricamente por unas investigaciones que en la actualidad se están llevando en sepulcros de la cripta de la catedral compostelana.
Además del culto que recibe la Virgen del Pilar en Zaragoza, Navarra es otra región en donde el culto pilarista está también muy extendido. Por ejemplo, fue doña Blanca I de Evreux y Trastámara, Reina propietaria de Navarra (1425-1441) quien, después de que un incendio entre 1434 y 1435 destruyera la capilla del Pilar y la imagen de la Virgen, donó la que actualmente se venera en la basílica zaragozana, realizada en los talleres de Olite por Juan de la Huerta, y que fue regalada a Zaragoza junto con un donativo en metálico para la reconstrucción del templo.
De la devoción de esta reina hay constancia por un manuscrito del siglo XV, que narra cómo, en 1433, doña Blanca se hallaba “ocupada por fuerte e muy grande enfermedad a la qual non se le podía fallar remedio de salud” hasta el punto de que le sobrevino en trance de la muerte. Postrada la reina en este estado, se le apareció la Virgen sobre un Pilar de mármol y le dijo “Sirvienta mía, doña Blanca, arrimadvos a aqueste pilar mío, e habréis salud” y prosigue el manuscrito “E vista la visión, de continente, abrió los ojos e començó a fablar, diciendo: Oh, senyora Santa María del Pilar, bendita seais, que me habéis goardado e tornado de muerta en viva…”.
En agradecimiento, tan pronto como se vio con fuerzas suficientes, marchó a la basílica del Pilar en una peregrinación que tuvo lugar entre el 13 de julio y 10 de septiembre de 1433, de la que hay una copiosa constancia documental. Fruto y testimonio perpetuo de esa peregrinación fue la institución por la reina de una cofradía de honor con ribetes de orden caballeresca, para la que se prescribieron normas como la siguiente: “ Primeramente, es su intención de hacer una banda azul con su pilar de oro, esmaltado de blanco, en el qual pilar, alrededor, habrá letras de oro en que se diga: A Ti me arrimo; y la dicha divisa se ha de traer cada sábado y todas las fiestas y vigilias de la Virgen María.” […] “Item, es intención de la Señora Reyna que la dicha divisa haya de ser traída por hombres y dueñas de sus súbditos y naturales, los quales hayan de ser en número determinado: es a saber, los hombres con el señor Príncipe, quince; en reverencia de las quince gradas que puyó la Virgen María quando fue presentada en el Templo. Y las dueñas, en número de nueve, por los nueve meses de Expectación de la Santísima Virgen”.
Esta orden tiene el valor de ser hoy la única que sobrevive de las que existieron en el Viejo Reino. Y cada 12 de octubre, en la parroquia pamplonesa de San Nicolás, y en un altar, copia exacta del de la basílica del Pilar, en el lado norte del crucero, en uno de los lugares más visibles y destacados de la iglesia, que en los años 1939-40, bajo la dirección de Víctor Eusa, fue construido con materiales nobles, que se completa con los dos magníficos altorrelieves de la Aparición y de los Convertidos, realizado por Mármoles del Norte de Pamplona y Tomás Altuna, de San Sebastián. A ambos lados, vaciados por Constantino Manzana en bronce dorado y esmaltado, lleva los escudos de Navarra y de la Orden del Pilar, fundada por la reina doña Blanca, sus miembros, renuevan cada año la promesa, con la fórmula estatuida en 1433 que dice textualmente: “Juro en vida, honor y reverencia a Dios nuestro Señor y a la gloriosa Virgen, Santa María, su madre. Como caballero de nuestra reina y señora de su devoción, Pilar inconmovible del seguimiento de Cristo, en oración, penitencia y entrega a los demás. Por María a Jesús, pilar sagrado. A ti me arrimo”.
Arrimémonos todos a esta Madre, medianera de todas las gracias y Patrona de la Hispanidad, que lo mismo asiste a un modesto campesino, como Miguel Juan Pellicer, el Cojo de Calanda, o a toda una reina soberana y, en la actual situación de España, repitamos con fe las palabras del himno: “Este pueblo que te adora, de tu amor favor implora y te aclama y te bendice abrazado a tu Pilar. Pilar sagrado, faro esplendente, rico presente de caridad. Pilar bendito, trono de gloria, tú a la victoria nos llevarás”.
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO