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Diario YA


 

Análisis: La Paz rusa

Jacobo Gadea (analista internacional), 13 de agosto.

Ha llamado mucho la atención en los medios de comunicación occidentales el papel del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en el más que probable acuerdo de fin de los combates entre Georgia por un lado y Rusia-Osetia del Sur por otro. Y es de reconocer la perfecta labor publicitaria de la que siempre hace gala el Jefe de Estado de Francia: se ha presentado ante occidente, y así se ha aceptado de modo general, como pacificador del conflicto. Sin embargo, lo cierto es que su misión ha sido más la de un mensajero que la de un mandatario con poder de decisión.

Frente a la innegable popularidad de la figura de Sarkozy se puede observar la en apariencia gris del presidente ruso, Dimitri Medvedev. Además, el Jefe de Estado de la Federación Rusa siempre está eclipsado, al menos en lo que a medios de comunicación se refiere, por otra figura también inevitablemente llamativa: su Primer Ministro, Vladimir Putin. No obstante, si profundizamos más en el desarrollo de la crisis caucásica, vemos claro que Medvedev simplemente ha actuado como un hombre de Estado: ante la agresión a sus compatriotas, rápidamente decidió una acción contundente y rápida para terminar con los ataques, no sin antes las oportunas advertencias a las autoridades georgianas. El presidente ruso, sin buscar protagonismo de ninguna manera, ha demostrado que sabe muy bien cuál es su papel en Rusia y, simplemente, lo ha llevado a cabo como más justamente le ha parecido.

El tercero en discordia es Mijail Saakashvili, presidente de Georgia. Este Jefe de Estado parece lo contrario de Medvedev: Saakashvili sí ha buscado protagonismo en todo momento; Saakashvili sí ha pretendido ser el centro de atención durante la mayor parte de la crisis; Saakashvili sí ha ofrecido personalmente, una y otra vez, comunicados e informaciones que, además, han resultado contradictorias; Saakashvili, en fin, sí ha cultivado un personalismo que le ha llevado, entre otras cosas, a convocar una manifestación de apoyo a sí mismo mientras, al mismo tiempo, informaba a los medios de que había un gran peligro de bombardeo ruso.

Volvamos ahora a Sarkozy y al acuerdo que, según parece, propuso a Medvedev: consistía básicamente, aparte del evidente cesar en las hostilidades y permitir la ayuda humanitaria, la vuelta al statu quo anterior a la agresión georgiana, o lo que es lo mismo, que parte del Ejército de Georgia continuase en territorio suroseta. Es un acuerdo de mínimos que solamente Saakashvili podría firmar y en ningún caso Medvedev. Usando términos de naipes, es como si Georgia planta un órdago y, después de perderlo contra Rusia, se pretende que no se tenga en cuenta dicho órdago. Saakashvili decidió resolver por las armas un problema que, seguro, le da muchos quebraderos de cabeza. Después de los primeros bombardeos indiscriminados, de las muertes de cientos de civiles y decenas de militares, Rusia neutraliza el ataque y vence militarmente a Georgia. Es de sentido común que la situación no puede ser exactamente la misma que antes de la agresión, las matanzas y los combates. Pretender otra cosa es, como poco, de ingenuo.

Fijémonos ahora en el acuerdo de alto el fuego que parece que todas las partes, de una u otra manera, han aceptado. Consta de seis puntos, que pueden ser divididos en dos bloques. El primer bloque lo forman dos compromisos: primero, el cese definitivo de todas las acciones militares; segundo, el libre acceso de la ayuda humanitaria en la zona. Evidentemente, este bloque es el fundamental en todos los acuerdos de alto el fuego.

En el segundo bloque descubrimos cuatro puntos con unos matices interesantísimos: primero, la renuncia al uso de la fuerza, es decir, lo que tan insistentemente ha pedido Rusia a Georgia: un acuerdo escrito donde renuncie formalmente a cualquier intervención militar.

El segundo punto de este bloque propone el regreso del Ejército georgiano a su lugar de emplazamiento habitual. Mucha atención al matiz: no dice a las posiciones previas a la agresión sino a su lugar de emplazamiento habitual, es decir, lo que también pedían los rusos desde el principio: la retirada de las fuerzas militares georgiana de Osetia del Sur (y, secundariamente, del desfiladero de Kodori, en Abjazia). Sin embargo, la tercera obligación de este bloque dice que las tropas rusas serán retiradas a la línea que existía antes del estallido del conflicto. O lo que es lo mismo, Rusia se reserva con este acuerdo el derecho a permanecer en Osetia del Sur y en Abjazia en prevención de nuevos ataques hasta que internacionalmente reciba un aval suficiente.

El cuarto punto de este bloque y último del acuerdo implica la apertura de un debate sobre el futuro estatus de Osetia del Sur y Abjazia. Y este punto, no hace falta decirlo, también es obra de Rusia.

Una vez leído con atención el acuerdo de alto el fuego queda muy claro que Medvedev ha firmado un armisticio, claramente redactado por los rusos, donde él es el ganador e impone sus condiciones. Enfrente, Saakashvili no tiene más remedio que someterse a él, por muchos trucos que haga sobre no querer firmar pero aceptar tácitamente el acuerdo,. Y sobre Sarkozy, por mucho que nos duela a los europeos y en especial a los franceses, ha ejercido más de Miguel Strogoff entre Rusia y Georgia que de negociador internacional.  

 

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