Claudia Pedrosa Sebastián de Erice.
Ha tenido lugar en la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País el acto conmemorativo del 40.º aniversario de la firma del Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas organizado conjuntamente con la Academia de la Diplomacia. El evento contó con la participación de destacadas personalidades, entre ellas D. Rafael Fernández-Pita, embajador de España, consejero de la Junta de Embajadores y miembro del grupo organizador de la firma del Tratado de Adhesión; D. Carlos Puente Martín, doctor en Ciencias Económicas y Ciencias Políticas, funcionario de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea y colaborador en las negociaciones de adhesión; D. José Luis Yzaguirre, director del Foro Diplomacia y Sociedad Civil; y D. Antonio García, directivo de la RSEMAP.
El 12 de junio de 1985, España formalizó su adhesión a las Comunidades Europeas mediante la firma del Tratado de Adhesión, un acontecimiento que, tal como destacó D. Antonio García, supuso un cambio trascendental, especialmente para quienes vivieron el antes y el después de este proceso. Los efectos económicos de la entrada de España en la Unión Europea fueron notables. Durante los cinco primeros años, el PIB creció un 3,5 %, y al ser España uno de los países con menor renta de la Comunidad, recibió una considerable cantidad de fondos europeos, lo que permitió una transformación estructural en el país. D. Antonio García recordó cómo, tanto en el norte como en el sur, las infraestructuras comenzaron a financiarse con estos fondos, impulsando la economía en todos los ámbitos. Como reflejo de esta evolución, la inversión extranjera en España se multiplicó por seis, mientras que la inversión española dentro de sus propias fronteras se multiplicó por nueve. Para ilustrar la este impacto, el directivo de la RSEMAP citó a un conocido columnista: "Después de los Reyes Católicos, lo mejor que le pudo pasar a España fue entrar en la UE".
Pero esta transformación no se detuvo ahí. El 7 de febrero de 1992, la firma del Tratado de Maastricht marcó un nuevo comienzo al establecer las bases para la creación de una moneda común, una idea que hasta entonces parecía utópica o, como señaló D. Antonio García, "propia de Napoleón". De igual manera, el Tratado de Schengen trajo consigo la supresión de las fronteras internas, permitiendo la libre circulación entre los países europeos. Esta nueva realidad generó experiencias que antes parecían impensables, como la posibilidad de cruzar de España a Portugal simplemente para tomar un café, sin restricción alguna.
D. Antonio García cedió la palabra a D. Santiago Velo de Antelo, presidente ejecutivo de la Academia de la Diplomacia, quien destacó nuevamente la relevancia de este acto conmemorativo de la adhesión de España a las Comunidades Europeas, como se denominaban entonces. Durante su intervención, recordó su paso por la Escuela Diplomática, donde tuvo la oportunidad de cursar estudios sobre las Comunidades Europeas bajo la enseñanza de Alberto Ullastres, lo que refleja el impacto y el legado que la entrada de España en esta comunidad ha dejado a lo largo del tiempo.
Más allá de las opiniones sobre lo que supuso la adhesión, la evolución de la actual Unión Europea o si realmente ha seguido el rumbo imaginado por sus fundadores, D. Santiago Velo de Antelo enfatizó que este acto no se centraría en esos debates, sino en las experiencias de dos personas que vivieron el proceso desde dentro y fueron testigos directos de cómo se tejió la cooperación europea.
Los españoles tienen fama de improvisar, pero las negociaciones para la adhesión a las Comunidades Europeas obligaron a una larga e importante preparación, sin margen para la improvisación, tal como explicó el Embajador Rafael Fernández-Pita.La organización del acto de firma del Tratado de Adhesión comenzó el mismo día en que el Consejo aprobó la integración de España y Portugal. D. Rafael Fernández-Pita relató cómo, al día siguiente de esta histórica decisión, Carlos Westendorp, entonces secretario general para las Comunidades Europeas, le llamó para iniciar los preparativos. De inmediato, se establecieron contactos con la Comisión Europea, la Secretaría del Consejo y las misiones permanentes de España y Portugal en las Comunidades Europeas con el fin de coordinar cada detalle de la ceremonia.
Para la organización no se creó un comité formal, sino un grupo de trabajo de composición flexible, en el que participaron la Casa Real, la Presidencia del Gobierno y el Ministerio de Asuntos Exteriores. Este último contaba con dos alas clave: la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas y el equipo de Protocolo. D. Rafael Fernández-Pita destacó que, a pesar de la complejidad del reto, la colaboración entre los distintos actores fue excepcional, gracias tanto a la ilusión compartida como a los amplios recursos con los que contaron.
El primer gran desafío fue definir la fecha del acto, ya que cada parte tenía su propia propuesta. Finalmente, se acordó celebrar dos actos separados, uno en Lisboa y otro en Madrid, pero el mismo día. Sin embargo, la cuestión del orden de los eventos dio lugar a una nueva negociación, que concluyó con la decisión de que la primera firma se realizaría en el Monasterio de los Jerónimos en Lisboa, tras lo cual todas las delegaciones viajarían a Madrid para completar la ceremonia.
El Ministerio del Interior desempeñó un papel crucial, al igual que la Aviación Civil, ya que por primera vez doce aviones oficiales aterrizarían simultáneamente en el aeropuerto de Barajas, lo que representó un reto sin precedentes. Finalmente, se decidió que los aviones aterrizarían en el mismo orden en el que salían de Lisboa. Entre los invitados se encontraban representantes del país que ostentaba la presidencia rotatoria del Consejo de la Comunidad (en ese momento, Francia), los seis países fundadores y el resto de los Estados miembros. Para garantizar el correcto desarrollo del evento, se reforzó el pabellón de Estado de Barajas, facilitando así la llegada de los invitados y su traslado al Palacio Real. Allí, los vehículos esperaban en la puerta, listos para salir con el apoyo de la Policía Municipal.
A su llegada al Palacio Real, los dignatarios fueron recibidos por los jefes de Protocolo de la Casa del Rey, del Estado y del Ministerio de Exteriores, quienes los guiaron hasta los salones donde tendría lugar la ceremonia. Como anécdota, D. Rafael Fernández-Pita mencionó una dificultad inesperada: la escasez de cuartos de baño para atender a la gran cantidad de asistentes.
La ceremonia no se extendió en exceso e incluyó discursos del presidente del Gobierno, del presidente de la Comisión Europea y del representante de Francia. En sus intervenciones, destacaron la importancia histórica del evento y el fortalecimiento de la posición de España dentro de la Comunidad. El Tratado de Adhesión se conserva hoy en día en la Secretaría General del Consejo en Bruselas, donde se encuentran los originales de todos los tratados de adhesión. No obstante, existen dos copias adicionales: una en Roma y otra en la Secretaría General del Consejo.
Cabe resaltar, que uno de los aspectos que generó mayor debate en la organización fue la elección de la mesa en la que se llevaría a cabo la firma del Tratado, así como la decisión de firmar sentados o de pie, dado el elevado número de personas que debían firmar el documento. Finalmente, se optó por realizar la firma de pie para agilizar el proceso. El orden de la firma fue el siguiente: en primer lugar, el presidente del Gobierno de España, seguido del presidente de la Comisión Europea y, posteriormente, los representantes de los países fundadores y del resto de los Estados miembros.
Otro aspecto clave de la jornada fue el dispositivo de seguridad desplegado en el aeropuerto de Barajas, a lo largo del recorrido oficial y en el propio Palacio Real. No hay que olvidar que en aquel momento la banda terrorista ETA se encontraba en plena actividad, por lo que se preparó uno de los operativos de seguridad más potentes hasta la fecha. Lamentablemente, ETA quiso hacerse presente en este contexto histórico, y el 12 de julio, a las 10 de la mañana, un comando de la organización terrorista atentó en Madrid. Mataron a tiros al coronel del Ejército Vicente Romero González y a su chófer, Juan García Jiménez, funcionario civil. Tras el ataque, los terroristas abandonaron el lugar en otro vehículo y se dirigieron al aparcamiento de El Corte Inglés, entonces situado cerca del Palacio de los Deportes. Allí, dejaron el coche con las puertas abiertas y realizaron una llamada desde un teléfono público para alertar a la policía de su presencia. Cuando los agentes se acercaron al vehículo, éste explotó, causando la muerte del policía Esteban de Lamo García y varios heridos.
Unas horas más tarde, en Portugalete, ETA volvió a golpear, asesinando al brigada de la Armada José Villarejo de Bernal. Esta tragedia supuso un duro golpe para el grupo de trabajo, que tuvo que evaluar distintas opciones, aunque la suspensión de la firma del Tratado nunca se consideró una posibilidad. Ante la amenaza, se reforzó aún más el dispositivo de seguridad previamente establecido, con el objetivo de prevenir cualquier intento de atentado contra los invitados, lo que habría supuesto un grave desprestigio para España. Afortunadamente, no se registraron más incidentes.
El formato de la celebración sufrió modificaciones: el acto se hizo más breve en señal de luto, se cancelaron los fuegos artificiales y se redujo la recepción oficial. No obstante, se mantuvo un pequeño cóctel, aunque con un tono más discreto. Incluso se optó por correr las cortinas del recinto para crear un ambiente mucho más familiar.
La emoción y el orgullo del equipo negociador y de todos aquellos que habían trabajado incansablemente en el proceso de adhesión se vieron empañados por los atentados. La alegría se convirtió en frustración, como si un jarro de agua fría hubiera caído sobre ellos en el momento más inesperado. Sin embargo, a pesar de la conmoción, el acto tuvo una gran repercusión y fue transmitido en directo por Televisión Española, además de ocupar las portadas de los principales periódicos nacionales e internacionales. Los medios reflejaron tanto el éxito político que suponía la entrada de España en las Comunidades Europeas —que jurídicamente entraría en vigor el 1 de enero de 1986— como la trágica noticia del atentado.
A partir de la firma del Tratado, España comenzó a participar en las reuniones del Consejo y de los grupos de trabajo, recibiendo la misma documentación que el resto de los Estados miembros. Este cambio supuso un desafío considerable: el volumen de información era tal que llegaron sacos de hasta doscientos paquetes de documentos. Sin embargo, este fue el primer gran paso en la transformación de España, que pasaba de ser un Estado negociador a convertirse en un Estado miembro.
A continuación, tomó la palabra D. José Luis Yzaguirre, quien destacó la coincidencia histórica de que, precisamente un 12 de junio, hace 40 años, tuvo lugar la firma del Tratado de Adhesión de España a la Comunidad Europea, mientras que el 17 de junio de hace 250 años se creó la Sociedad Matritense.
Asimismo, recordó un episodio poco conocido relacionado con la firma de los tratados entre España y Estados Unidos durante el régimen de Franco. Según relató, tras la firma de dichos acuerdos, el general Franco se dirigió a su ministro de Exteriores, Martín Artajo, diciéndole: “Ministro, ahora sí es cuando ya hemos ganado la guerra”. D. Yzaguirre subrayó la importancia de esta afirmación, pues marcó el fin del aislamiento internacional de España. A partir de ese momento, la diplomacia española, que hasta entonces había trabajado en la sombra con enormes dificultades, pudo comenzar a desempeñar una labor más amplia e influyente en la esfera internacional. Destacó, además, que pocos creían que España tuviera el mismo derecho que otros países a formar parte de la Unión Europea, pero la realidad terminó imponiéndose.
Antes de concluir su intervención, D. José Luis Yzaguirre habló sobre su relación con su amigo Carlos Puente Martín, a quien presentó como un profesional de gran trayectoria. Resaltó que es doctor en Ciencias Económicas y Ciencias Políticas, abogado y fue agregado comercial en distintos países, incluida Rusia. Además, es autor de importantes libros. Confiaba en que Carlos compartiera con los asistentes sus vivencias y conocimientos sobre el tema, fruto de las muchas conversaciones que ambos habían mantenido a lo largo de los años.
D. Carlos Puente Martín comenzó su intervención resaltando que, en muchas ocasiones, no somos plenamente conscientes de la gran importancia que tuvo el Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas. Sin duda, afirmó, fue el acto más trascendental para la España moderna. Recordó que las negociaciones para la adhesión de España duraron 26 años, en comparación con los 16 años que tomaron las negociaciones para la incorporación de los países de Europa Central y Oriental. Esto pone en perspectiva la dificultad del la integración española y, al mismo tiempo, la magnitud del logro que representó el tratado. Además, destacó que este proceso de adhesión estuvo estrechamente vinculado al proyecto de transición democrática de España, modelo que ha sido reconocido internacionalmente.
D. Carlos Puente Martín compartió una anécdota sobre sus viajes a Europa del Este, en los que, reunido con jóvenes en las colinas de Praga, a orillas del río Moldava, en el antiguo pabellón de la República Socialista de Checoslovaquia, le pedían que hablara no solo de la transición española, sino también de su ingreso en el Mercado Común. Esto demostraba que España no solo era un ejemplo de transición democrática, sino también de negociación y esfuerzo en el contexto europeo.
Asimismo, resaltó la figura de D. Alberto Ullastres, el primer embajador de España ante la Comunidad Económica Europea, quien relataba con humor que, al llegar a Bruselas y no tener todavía funciones definidas, su primer trabajo fue amueblar las oficinas de la delegación española. D. Carlos Puente Martín tuvo una relación cercana con él, quien además lo propuso para una beca en el Colegio de Europa, institución fundada, entre otros, por D. Salvador de Madariaga, exministro de Instrucción Pública durante la Segunda República. Esto, según D. Carlos Puente Martín, reflejaba el profundo interés europeísta de España, aunque el país enfrentó numerosos obstáculos en su camino a la adhesión. Subrayó que, en Bruselas, el foco de atención estaba más en la adhesión del Reino Unido que en la de España. En este sentido, citó a Enrique Fuentes Quintana, quien expresó de manera muy significativa: "Con el Acuerdo de 1970, España entró en Europa; con el Tratado de Adhesión, Europa entró en España".
Durante las negociaciones, los diplomáticos españoles no sólo desempeñaron funciones políticas y estratégicas, sino que, en ocasiones, incluso tuvieron que actuar como traductores, a pesar de que existían lingüistas especializados contratados. Se trató de un período crucial para España, especialmente tras la llegada al poder del Partido Socialista en 1982. Desde Bruselas y Madrid se dio un impulso definitivo, que coincidió con la presidencia francesa y el liderazgo del presidente François Mitterrand, lo que facilitó en gran medida las negociaciones.
Sin embargo, señaló D. Carlos Puente Martín, España tuvo que aceptar condiciones que en un principio podían parecer lesivas o poco ventajosas. Pero la prioridad era clara: "O aprovechábamos la oportunidad o perdíamos el tren para siempre". Subrayó que los negociadores españoles tuvieron la gran suerte de formar parte de una generación ilusionada con pertenecer a una organización que creaba un espacio europeo y que debía pasar de ser un simple proyecto a una realidad.
A pesar de los desafíos, España contó con el apoyo de algunos políticos italianos y alemanes, que ayudaron a que la adhesión fuera posible. Por ello, afirmó que todos los españoles deberían sentirse partícipes de este esfuerzo, tanto en los políticos como académicos y profesionales de diversos ámbitos, muchos de los cuales en su momento dudaban de que España pudiera formar parte de la Comunidad Europea.
Finalizó su intervención con un mensaje: "No debemos renunciar a nuestros sueños, sino convertirlos en realidad". Recordó que hubo 61 rondas negociadoras, de las cuales 29 fueron a nivel ministerial, lo que pone en valor el gran esfuerzo diplomático. También quiso rendir homenaje al papel fundamental de la función pública y a la labor del Ministerio de Asuntos Exteriores, en particular a través de la Secretaría de Estado para las Relaciones con las Comunidades Europeas, que tuvo un papel clave en la firma del tratado.
Por último, recordó la figura de Jacques Tailleur, un gran estadista europeo con quien tuvo la fortuna de colaborar en los países de los cuales era responsable.