Pedro Sáez Martínez de Ubago. Recientemente hemos tenido conocimiento de la entrevista hecha al futbolista Anelka y publicada en el periódico "Le Parisien", cuando a este deportista, nacido en Versalles y actual jugador del equipo chino Shanghai Shenhua, se le preguntó sobre la astronómica cantidad que gana.
La respuesta de Nicolas Anelka merece ser analizada por partes. Por un lado, no deja de tener algo de razón –todos somos más o menos reacios a hablar de ciertos temas- al responder "Ocúpate de tu salario que yo me ocupo del mío. Cada uno tiene su mérito. He sudado desde hace mucho tiempo para ganar este dinero. Mi palmarés está ahí para refrescar la memoria a los que lo hayan olvidado".
Pero, en otras partes, Anelka se muestra falto de sensibilidad, humanidad, cultura y el más mínimo sentido común. Así, al afirmar que buena parte de su mérito para ganar 230.000 euros semanales reside en haber tenido que abandonar la casa de sus padres cuando tenía 13 años para dedicarse al fútbol y que cuando tenía 15 ya era profesional, la estrella del balompié da la impresión de no pensar en otras personas en su mismo estado, pero sin tanta suerte. Véase como ejemplos los niños soldados de algunas guerrillas; todos los que en el tercer mundo y en otros muchos países son impulsados a la mendicidad, explotados por grandes industrias productoras de cosas tan dispares como diamantes o zapatos, los que son esclavizados en paraísos del turismo sexual como Tailandia, Camboya, India, Brasil, Panamá, México o Guatemala, los niños que incluso en países como España o Francia han tenido que sudar la camiseta deslomándose en el terruño o expuestos a la inclemencia del tiempo con sus ganados… y se verá que Anelka es absolutamente injusto al reconocer su suerte, si profesa alguna fe, desagradecido con su dios a quien debería dar gracias a diario.
Con todo, donde el futbolista desbarra absolutamente y hasta el esperpento, es al declarar de sus compatriotas, los franceses de: “dar lecciones a los futbolistas pensando que sólo saben golpear a un balón", porque "creen que leer kilómetros de libros les confiere una cultura general sinónimo de inteligencia”. Ateniéndonos a sus palabras, no es probable imaginar que Anelka conozca la teoría de las Inteligencias múltiples de Howard Gardner, según la cual no tenemos una sola capacidad mental, sino varias, concretamente siete: la lógico-matemática, la espacial, la lingüística, la musical, la corporal, la interpersonal y la intrapersonal. Por ello, cabría inclinarse más a pensar que la habilidad de este individuo sobre el terreno de juego, lejos de lo racional, es comparable al adiestramiento mediante el que focas, perros o chimpancés amaestrados… son capacitados para realizar las más variopintas piruetas en los circos.
Y, guardando la guinda para el final del pastel, está la perla de la corona de estas disparatadas y aberrantes declaraciones de Nicolas Anelka: su afirmación de que cosas como el teorema de Pitágoras "no sirven para nada" en su vida. Con esto, demuestra que es un cateto, de babor a estribor, de la cofa a la quilla y de proa a popa.
Supongo que Anelka vivirá en una casa con luz y agua corriente, tendrá algún coche, viajará alguna vez en barco o avión… Y, ante esta suposición, cabe preguntar a este genio de las patadas, si todo eso sería posible si no existieran los inútiles que. habiendo leído algo más que los reglamentos del fútbol, han sido capaces de concebir, desarrollar o aplicar el teorema de Pitágoras, el de Tales, el principio de Arquímedes, las leyes de Newton…
Todas las comparaciones son odiosas, pero, pidiendo perdón al científico oxoniense, que ha aportado a la historia de la Humanidad, cosas tan inútiles como teoremas respecto a las singularidades espaciotemporales en el marco de la relatividad general, o la predicción teórica de que los agujeros negros emitirían radiación… me pregunto qué recordaremos más dentro de medio siglo: los 185 cm de músculo del necio Versallesco o los metros de libros de Stephen William Hawking.
Ante sujetos como Anelka uno se pregunta, también, si Manuel Azaña no tendría razón parcial cuando introdujo en el corpus legal español su Ley de Vagos y Maleantes, de 4 de agosto de 1933, aplicable a los futbolistas. Pero omitiendo disquisiciones legales, yo invito a Monsieur Anelka, quien declara que aceptó la oferta del Shanghai Shenhua porque desde niño siempre estuvo muy atraído por la cultura china "pero también por motivos financieros", a recordar, cuando menos, esta enseñanza de Confucio: “La ignorancia es la noche del espíritu; pero una noche sin luna ni estrellas”.