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Diario YA


 

miedo en el cuerpo

Ante el comienzo del nuevo curso escolar

La Lupa del YA. Hace días que la mayoría de los profesores españoles se preparan para la inminente llegada a las aulas de esa sociedad cambiante que son sus alumnos. En algunos centros las clases han comenzado ya. Para estos maestros se avecina de nuevo el calvario. Toca sufrir nuevamente todo tipo de amenazas, insultos, agresiones y vejaciones por parte de los mocosos de los que se espera sean una garantía para el futuro de este país. Toca volver al trabajo por las mañanas llenos de miedo e inseguridad, y regresar a casa llorando y con una angustia indescriptible. Toca someterse nuevamente a una tortura continua que ni los docentes están pudiendo evitar ni nadie de su entorno educativo les ha ayudado a solucionar. Y, todo ello, con el beneplácito de los padres de las criaturas. Hay testimosnios verdaderamente escalofriantes.
 

Una parte del debate sobre este problema puede quedarse en las soluciones a corto plazo; vigilancia en los centros escolares, reuniones conjuntas de profesores y padres para abordar el asunto, etc. Pero quizá la cuestión más preocupante es lo que subyace en esa lacerante realidad de que unos niñatos y niñatas tengan atemorizados a sus profesores en los colegios e institutos españoles. Por una parte, la alarmante falta de autoridad del profesorado, una verdadera institución hace sólo unas décadas, que hoy es tomada a choteo y mofa por los más desvergonzados alumnos. Por otra, la falta de valores, la malísima educación, la golfería, el pasotismo, la desvergüenza total de una generación de personas que, ciertamente, causa escalofríos pensar que van a ser quienes nos paguen las pensiones a los que ahora estamos en plena actividad profesional.
 

Vuelve la pesadilla: Hoy mis alumnos me han empujado, me han tirado de los botones de la chaqueta, me han insultado, han dado patadas a la puerta, me han vacilado, me han vapuleado, me han mentido, me han gritado…Todo, con absoluta impunidad. Todo, con la tranquilidad que da saberse un pedazo de carne con ojos, sin más futuro que el que te pueda deparar la fortuna o el destino. Es la dictadura del salvajismo, el poder de la sinrazón, el advenimiento de una nueva clase social compuesta por pequeños ceporros de la adolescencia que sólo saben secar botellas de cerveza de litro, ponerse “piercings” en sitios estratégicos de su anatomía y llamarse todo el rato “tron”, “chaval”, “qué passha” y “mola cantidubi”. Unos completos analfabetos al terminar la primaria , y unos tarugos de cuidado en pleno bachillerato. Ese es el tipo de juventud que se dedica a aterrorizar a muchos profesores españoles.
 

En todo caso, estamos en el momento preciso de que todos nos empecemos a preocupar muy seriamente por nuestra juventud. Por la juventud estudiosa, honesta y sacrificada, que también la hay aunque no aparezca tanto en los medios de comunicación, y por la juventud maleducada, delincuencial y cafre que se hace notar cada día más en la sociedad. Quizá sea el momento de prestarle menos atención a lo que los políticos nos quieren meter por los ojos, y prestarle la atención que merece a un evidente síntoma de decadencia en la sociedad española y casi me atrevería a decir que europea y mundial. Es una tarea que nos corresponde a todos, cada uno desde su pequeña o gran responsabilidad, y en la que no cabe esconder el bulto ni hacer oídos sordos. Lo que está en juego es nada menos que el futuro de las sociedades occidentales.