Antonio Cánovas del Castillo: Algo más que un político
Javier Paredes. El personaje del día es Antonio Cánovas del Castillo, que nació en Málaga el 8 de febrero de 1828. Cuando Bismarck conoció la noticia de su muerte, el canciller alemán afirmó: “Yo no me incliné jamás ante nadie, pero lo hice siempre con respeto cuando oía pronunciar el nombre de Cánovas del Castillo”. Por su parte, Sagasta, el opositor político de Cánovas y jefe del partido liberal, esculpió este sentido epitafio: “Ahora podemos tutearnos todos”. Y es que Antonio Cánovas del Castillo fue algo más que un político, Cánovas es uno de los más reconocidos hombres de Estado de la Europa del siglo XIX. Y esto sin olvidar que fue un gran intelectual, pues además de presidente del Ateneo, fue también miembro de cinco Academias: de la Historia, de la Lengua, de Ciencias Morales y Políticas, de Bellas Artes de Madrid y de Bellas Artes de Cádiz.
La Málaga de los primeros años de Cánovas era una ciudad comercial e industrial. Allí, Manuel Agustín de Heredia explotó las minas de hiero en Río Verde, entre Marbella y Ojén, y montó en 1828 un gran taller de fundición. Por entonces también surgió La Constancia, la primera factoría de altos hornos moderna de España, y a ésta la secundaron La Concepción y El Ángel, fundada esta última por Giró, competidor de Heredia. En Málaga también edificaron su imperio económico Los Larios, que se enriquecieron no sólo con la siderurgia, sino también con una factoría textil, que se llamaba La Málaga Industrial. En la ciudad natal de Cánovas había, incluso, fábricas de productos químicos para la obtención de sosa y derivados de jabones e ingenios de azúcar que utilizaban la caña recién plantada en Motril, que sustituyó a la de importación americana.
Málaga, en efecto, se estaba transformando en una ciudad moderna y rica; pero solo eso, pura prosperidad económica y nada más que eso, lo que a Cánovas no le satisfacía, por lo que con ironía afirmó que en la Málaga de su infancia y juventud “no se cultivaban otras letras, que no fueran las letras de cambio”.
Como es sabido los partidos políticos en España, también reciben pingües subvenciones, según el número de diputados que tengan, por medio de sus fundaciones que se llaman culturales, pero que son tan políticas como el partido. Todos los partidos tienen la suya. La del Partido Popular durante mucho tiempo fue la fundación Cánovas del Castillo, que José María Aznar la hizo desaparecer al integrarla en la fundación FAES, en el 2002. Y es que como a la Málaga de Cánovas a la derecha pagana del PP le interesa más la economía que los principios, prefiere las letras de cambio a la cultura y a las ideas cristianas sobre las que se cimienta la Hispanidad.