Juan Manuel Herrería Rodríguez
Quisiera comentaros una cuestión que nos lleva de cabeza actualmente. Este es el tema
de la supresión de las corridas de toros, por parte del Parlamento Catalán, y su repercusión tanto en el ámbito cultural, económico, ecológico, etc…, independientemente del tufillo político que inunda, como calima sahariana, la ancestral cultura de nuestra, ya de por sí corneada políticamente, piel de toro. Hoy, como son bastantes puntos que tratar, en el ruedo de esta humilde cuartilla tan sólo haré el paseíllo……
Como venía a decir, más o menos, un conocido dramaturgo catalán en una entrevista días atrás en un diario nacional, “ se ha suprimido la Fiesta Nacional dando un puyazo de tintes políticos al país”, o como, tal vez se pudiese decir, utilizando el más sabio refranero, “ hay quienes prefieren perder una mano con tal que el vecino pierda un dedo”.
Sin el sentimiento y la inteligencia no se desarrolla la cultura, por lo que algunos tan sólo se quedarán con la propiamente heredada. Como estoy seguro entenderéis, la cultura de los pueblos no solo se compone de elementos tangibles o, bien, palpables como la escultura, pintura, música, literatura…sino además de obras de arte irrepetibles, quedando plasmadas en la etérea relación espacio-tiempo, tal como una fugaz media verónica que jamás se volverá a contemplar, salvo en la memoria de los amantes de esa estética sublime y volátil que utilizarán como pinacoteca personal. Aún, gracias a Dios, puedo oír a mi padre comentar las “pinceladas” que, capote o muleta en mano, dibujaban en el aire diestros tales como Manolete, el catalán Bernadó, Curro Romero o el mismísimo Enrique Ponce por nombrar algunos, viviéndolas como si fuese hoy mismo, pero eso se perderá en la retina de las generaciones. El toro tal vez no ya que, en vez de ir a la plaza o a la dehesa, para contemplar y disfrutar de tan mítico animal, lo haremos pagando una entrada no a un tendido, sino a un zoológico o circo deambulante para, ¡que lástima!, observar con lagrimas en los ojos la degeneración de un instinto innato de fuerza y bravura el cual, como buen gladiador, preferiría la lucha e incluso la muerte en el albero de los ruedos que las zanahorias de los niños en su esclavitud. Y esos trajes de luces, los pasodobles, los caballos de torear…¿Qué serán de ellos? Por todo esto, y ya “ nos ha cogido el toro”, debemos luchar por la Declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Fiesta, puesto que el toro y el toreo son principios de cultura dinámica por sí mismos, de libertad, de ceremonia y orgullo de nuestras tierras.
Un aficionado al toro, al toreo…y la libertad.