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Obra maestra, precursora de los nuevos cambios en la ópera

Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny: aires nuevos en el Teatro Real

Fotografía Javier del Real - Teatro Real

Luis de Haro Serrano

La orientación de la programación preparada por Gerard Mortier hace que el Real se abra a la entrada de nuevos aires. La presentación de la ópera “Ascenso y caída de la ciudad  de Mahagonny” es solo un indicio.  Una obra que, a lo largo de su historia, es la primera vez que sube a su escenario  para estar presente en doce sesiones que van desde el  30 de septiembre al 17 de octubre con una producción propia. Realizada en 1927 por Bertolt  Brecht para el teatro con el título de “Mahagonny” escrita con  un solo acto. Tras una larga revisión del escritor con el compositor  Kurt Weill se convirtió en una ópera en tres actos con el título actual.

Para su puesta en escena cuenta en esta ocasión con la colaboración de Alex Ollé y Carles Padrissa, (miembros de La Fura del Baus)   la dirección musical se ha confiado al director granadino Pablo Heras-Casado -la gran apuesta de Mortier- que dirige  al nuevo Coro Intermezzo que prepara  el argentino Andrés Máspero,  la Orquesta titular del Teatro  y   un acreditado elenco en el que figuran  el tenor alemán Michael Konig, la soprano canadiense Measha Bruegergossman -considerada hoy como la nueva  Jessy Norman- a los que se unen la soprano polaca Elzbieta Azmitka y el ingles Chistophe Ventris, entre otros.

El estreno absoluto tuvo lugar en el Neues Theater de Leipzig el 9 de marzo de 1930 en una sesión muy movida debido al escándalo provocado por los simpatizantes del Partido Nacionalsocialista alemán (Nsdap)  En España  se presentó por primera vez en 1971 en el Liceu. En Madrid no se ha podido conocer hasta ahora.

Al considerarla inmoral la propia Nsdap la tuvo prohibida durante 12 años. Fue al final de la segunda guerra mundial  cuando empezó a programarse  con normalidad. Las versiones de los años 80 y 90 se concibieron con una visión diferente. Son consideradas como un antes y un después de la caída del muro de Berlín. 

La acción se desarrolla en la ciudad ficticia de Mahagonny situada en el desierto de California, creada en la década de los veinte por tres fugitivos de la justicia. Una  civis trampa  que pronto se convierte en un centro de vicio, perdición, pecado, depravación e  injusticia,  donde la vida es una pura orgía llena de prostitutas y ladrones. Toda una historia  de codicias, egoísmos y explotación de los más débiles, implicados en una sociedad en la que el mayor delito es no tener dinero. 

Escrita en los años treinta del siglo XX, después de la gran crisis del 29, la sátira esboza los motivos que desencadenaron las dos grandes guerras y otras de carácter civil, consideradas como la causa  del nacimiento de las masas de pobres, hambrientos y emigrantes surgidas como consecuencia de la industrialización. Según el ensayista José Luis Pardo, “Mahagonny” no es una tragedia,  es más bien una comedia o una comedia trágica que no termina bien.

La partitura, es excelente, con mucha variedad y fuerza,  compuesta sobre  un  texto basado en la dramaturgia  reflexiva, rebelde, inconformista e irrespetuosa del visionario Bretch,   posee claras referencias a óperas como “Tristán e Isolda” , “Der Freischutz”, la Pasión según S. Mateo de Bach, la música popular, religiosa o militar, además de tarantelas y blues. Con ella Weill quiso acercarse a la ópera aportando nuevas formas musicales que se alejaban de los tradicionales cánones de la anterior etapa romántica. El texto hablado ha sido eliminado pero contiene grandes conjuntos vocales que reflejan la desesperación y angustia  de los humanos.

La línea argumental trata de deslizarse entre las  ideologías del comunismo y el capitalismo decadente. La canción popular constituye su leitmotiv principal, siendo rica en ocurrencias, discurriendo con una expresividad  directa e impulsiva. Con “Mahagonny” Weill compuso una música especial dirigida a un mundo egoísta y con poca esperanza.

Como se indica en el programa de presentación,  se le considera una obra maestra, precursora de los nuevos caminos de la ópera iniciados por títulos como “Wocek”,  “Moisés y Aarón y “Pelleas y Melisandre”. Pablo Heras aclara que como el compositor no ha planteado  una versión definitiva de su desarrollo, el director musical tiene que decidir, dentro de las alternativas posibles, cual es la que debe elegir.

De los dos idiomas  en que suele cantarse, ingles y alemán, Mortier ha elegido el primero.

Puesta en escena: La concepción de su desarrollo escénico  tiene una fuerte inspiración teatral.  Alex Ollé y Carles Padrissa para representar el sentido de la obra han elegido la simbología de un vertedero lleno de todo tipo de residuos, con un resultado muy rico y variado gracias a los recursos empleados que han producido un gran efecto, especialmente en determinados momentos  como  el de las prostitutas envueltas en celofán como si se tratara de un  delicado regalo o trasladando sus propios colchones,  así como en la secuencia de las cloacas, la preparación del campo de golf,   la de  los pecados de la ciudad: la comida basura, la lucha y la lujuria  o en los finales del segundo y tercer acto, de forma más llamativa la secuencia que cierra la obra. Muy acertada también la iluminación, el vestuario y el contínuo movimiento de los figurantes.

Pedro Heras fue un gran director musical que prescindió de la batuta para que sus movimientos resultaran más íntimos y con más fuerza, estuvo siempre muy atento para transmitir a la orquesta la sensibilidad de cada pasaje. Contó para ello con una formación instrumental muy entregada, fiel  siempre a sus  variodos  matices y con la labor de un coro excelente por la belleza, el ajuste  melódico de sus voces y su sentido del movimiento escénico.

En la parte vocal todos intervinieron con un nivel muy aceptable, empezando por los tres personajes centrales; Jane Henschel (Begbick), Donald  Kaash (Fatty) y Willard White (Moses).  Excelente el trabajo de  Measha Brueggergosman como Jenny, gracias a  su deliciosa  y elegante  voz, muy expresiva en los agudos y en los pasajes románticos. Exquisita en el aria de la escena 16, acto 2º, “Gents, when I was young”, “Señores, cuando era joven mi madre me pintó un futuro negrísimo”. El tenor Michael Konig (Jim) actuó con el mismo nivel haciendo gala de  una voz con un delicado timbre .y una clara vocalización. Los protagonistas del 2º reparto  Elzbieta Szmytka (Jenny) y Chistopher Ventris (Jim) trabajaron al mismo nivel  de calidad  y sutileza que los anteriores.
 
Como comentario final parece oportuno resaltar el gran interés que tiene este “Mahagonny”  en el que todo funcionó a la perfección para conseguir que sea una ópera muy atractiva de escuchar y sobre todo para ver. Buen comienzo para el nuevo director artístico que, en declaraciones anteriores, justificó de este modo el cambio en la orientación de la nueva programación “Creo en el diálogo con el público, que no debe temer internarse por nuevos caminos musicales. El arte debe lograr siempre que el espectador traspase sus clásicas fronteras”.