Asi vivió un columnista de DiarioYA el seismo de Lorca
Juan Manuel Alesson. Mientras escribo estas líneas el suelo sigue temblando en la región de Murcia. Los dos terremotos han dejado la ciudad de Lorca conmocionada. Esta tarde vi cómo la gente salía a la calle. Sus rostros mostraban gestos de incredulidad, ansiedad y preocupación. La mayoría hablaba por el móvil. Preguntaban. Querían saber que los otros, los suyos, estaban bien. Las sirenas de las ambulancias y de los camiones de bomberos convertían la calle que conduce al hospital Rafael Méndez en el decorado de un reportaje con final malo. Las cifras de la tragedia se iban conociendo. Junto a un coche aparcado frente a un concesionario, con la radio puesta y las puertas abiertas, confirmaban dos fallecidos. Veinte minutos para las ocho. Hacía poco más de media hora que el segundo seísmo, de 5,2 de intensidad, había sacudido otra vez Lorca. El casco antiguo de la bella ciudad de Lorca, ahora sí, había sufrido un golpe terrible.
Este segundo seísmo derribó o afectó seriamente edificios antiguos. En las fachadas de varias iglesias se ven los desperfectos. Un campanario se ha desplomado justo donde diez minutos más tarde iba a haber un montón de niños esperando para entrar en la iglesia. Un edificio nuevo está convertido en escombros. Había personas dentro. Los bomberos y los voluntarios tratan ahora de rescatar víctimas. Es una imagen que vemos con frecuencia en los informativos. Nadie espera tenerla nunca ante sus ojos. El sonido de las sirenas de los vehículos aturde. Los conductores van empapados en sudor.
A veces, el suelo tiembla. Las nubes que ocultan la luna apenas se mueven. En el recinto ferial hay 10.000 personas, que pasarán la noche ahí. Volver a entrar en las casas no es aconsejable hasta evaluar el estado del edificio. Un niño pregunta a su madre que cuándo van a volver a casa. Está cansado y mañana tiene colegio. Los medios van ampliando la información. Continuamente, dan entrevistas con políticos y responsables de seguridad, testimonios de afectados, y las cifras, siempre las cifras, van y vienen. Como si, por sí solas, pudieran fijar la magnitud de una tragedia. Es una costumbre que tenemos. Pero el número de muertos no es todo lo que ha pasado hoy en Lorca, entre las cinco de la tarde y esta noche. Por desgracia.