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Diario YA


 

el hundimiento

Aunque todos participen

José Vicente Rioseco. Hace unos días he vuelto a ver “El hundimiento”. Magnífica película. En ella se narra las últimas semanas de Hitler. Allí, metido en su bunker, rodeado de sus incondicionales, la última escena de la tragedia que fue la segunda guerra mundial llega a su fin.

La película fue nominada al Oscar y a nuestro Goya como mejor película extranjera. Pero si la película es excepcional, la interpretación del personaje principal por Bruno Ganz, alcanza la perfección. Hitler ya no es Adolfo, Hitler es el personaje de Ganz, un neurótico hipocondriaco, malévolo y poderoso que llevo al mundo a una guerra que concluiría con millones de muertos. La extraordinaria interpretación del suizo Ganz confirma el porque es el portador del anillo Iffland, posiblemente la condecoración más meritoria para un actor de lengua alemana.

La película está basada en uno de los libros de Joachin Fest. Este escritor, periodista e historiador, ha escrito una de las mejores biografías de Hitler. La película está basada en su libro “El hundimiento”, quizás el libro más conocido de él. No fue en ninguno de esos libros sino en un tercero, en donde Fest cuenta una anécdota de su niñez sobre la que conviene reflexionar. Cuenta el autor que un día en que estaba toda la familia reunida, la conversación giró sobre qué haría cada uno de ellos, si le tocase en la lotería un millón de marcos. Uno dijo que haría su maleta e iría a recorrer todo el mundo; a un segundo lo que le apetecía era un comprar un yate y recorrer el Mediterráneo de puerto en puerto; el de más allá se compraría un palacete romano del siglo XVI y viviría el resto de su vida en Italia, admirando a los grandes artistas del Renacimiento y las ruinas del Imperio.

Por fin, uno de ellos, que no hacía otra cosa que comer fue forzado a decir que es lo que haría si le tocase un millón de marcos; “comería todo el día embutidos, dijo, desde la mañana a la noche, solo embutidos y nada más que embutidos”. “Solo embutidos” ratifico. Fue entonces, cuenta Fest, cuando el abuelo golpeó con el bastón la mesa diciendo “el embutido no se come solo, se come con pan”. Hasta en los sueños hay que tener los pies en el suelo. Es cosa de principios”.

Los principios. Mayor Oreja tiene un discurso en el que dice que las crisis por la que ha pasado y pasa España, no ha sido una crisis económica, sino y sobre todo una crisis moral y de conceptos. Lewis Carroll en su Alicia, dice que cuando se quieren cambiar las cosas, lo primero que hay que hacer es cambiar los nombres de las cosas y dar significado distinto a las frases. Los jueces son los juzgados y los criminales los juzgadores. En el mundo incomprensible e irracional que nos rodea, los principios son los grandes ausentes. Si alguien dirige su vida de acuerdo a unas reglas determinadas, la sociedad le encasilla como un retrógrado.

Lo que en otro tiempo era una virtud, el tener normas o ideas fundamentales que rigen el pensamiento y la conducta hoy es una intransigencia. El que se rige por esas normas en las que cree, es un inmovilista. Y así se llega a que la virtud sea un defecto y los defectos de antes se vuelvan virtudes. Los procesos de decadencia, empiezan siempre por los conceptos. Las hormigas son despreciadas y las cigarras alabadas hasta por los economistas más “cualificados”. Los trituradores y marchitadores de frescuras y encantos ocupan las primeras páginas, y como suele ocurrir en tiempo de crisis, por todas partes aparecen los más extraños profetas, doctores con ocultas recetas para salvar el mundo. Son predicadores de sectas y jardineros del edén que solo portan talegas llenas de señuelos y mentiras, que atraen y convencen a los que viven vacíos de principios. Aparentan ser sabios llenos de conocimiento, y como los frascos que veía Alicia en el país de las maravillas, no son más que frases vacías, por mucho que en la etiqueta diga “mermelada de naranja”.

El mundo que vivió First en su juventud y que llevo al NSDAP (Partido Obrero Alemán Nacionalsocialista) al poder democráticamente en el invierno de 1933, también creyó en las recetas mágicas, en las palabras de un farsante y decidió olvidando los principios que aquella culta sociedad había tenido pero que ya había olvidado. Cuenta First que su padre, director de un colegio, fue presionado por el gobierno para que se afiliase al partido nazi. Su padre, socialista convencido, no lo hizo. Le costó ser expulsado del colegio y no se le permitió ejercer su profesión; ni siquiera dar clases particulares a hijos de amigos. La familia prácticamente termino en la miseria. First padre, reunió a toda la familia, explico la situación y las consecuencias de su actitud, termino diciendo” Aunque todos participen, yo no”. [email protected]

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