AYER FIDEL, HOY PABLO IGLESIAS
Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter. Creer en Dios y en la Iglesia, tener Fe es, entre otras cosas, una manera de saber que uno está respaldado de manera permanente por la Verdad. Fuera de Cristo no hay otra cosa que la negrura espesa de la mentira, que es el espacio donde habita y donde reina Satanás. Aquellos que deciden voluntariamente dar la espalda a Dios y a la Santa Madre Iglesias eligen las tinieblas cuando tienen la Luz al alcance de la mano. A partir de ahí, es casi imposible tomar una decisión en este mundo que contenga un ápice de verdad.
Por eso, nosotros no necesitamos el odio; es más, rechazamos y rehuímos el odio. Ellos necesitan el odio como arma de lucha, porque las mentiras suelen quedar descubiertas pronto, y dejan a sus autores en evidencia. Es ahí donde el mentiroso, el que voluntariamente eligió las tinieblas, usa el odio para destruir al que piensa distinto, al que vive en, por y para la Luz, el que vive en la Gracia del Señor. Es la explicación de por qué los comunistas nos odian.
La semana nos había dejado el episodio truculento de los comunistas del Congreso de los Diputados, Podemos e IU, abandonando el hemiciclo para no asistir al minuto de silencio por Rita Barberá, fallecida un rato antes después de varios meses de cacería en su partido, en los de enfrente y en los MCS. Decía Pablo Iglesias que Rita no se merecía un homenaje porque era una corrupta. Rita Barberá, lo hemos sabido después, iba a ser absuelta por el Tribunal Supremo; no había cometido ningún delito, pero los comunistas ya habían decretado su culpabilidad. El enemigo no tiene derecho a ser inocente.
Ayer, ese mismo Pablo Iglesias que desparramaba por enésima vez su odio esta vez sobre una persona recién fallecida, lamentaba la muerte del tirano de Cuba, Fidel Castro. Él sí se merece un homenaje póstumo. Él sí merece el respeto y la consideración que no se merecía Rita, culpable del delito de no ser comunista, de no comulgar con la ideología del odio y de la mentira. Culpable, como somos todos nosotros, ustedes y yo, de no compartir una ideología esclavizadora, sanguinaria y asesina. La ideología del odio y de la miseria.
Cuando nació Podemos, me adelanté rápidamente a condenar con dureza ese partido. Me criticaron por ello. Me preguntaron cómo podía saber tan pronto que se trataba de una formación dañina para la paz social y para el Bien Común. Era muy fácil acertar. Nada que tenga el odio como elemento principal de lucha política puede ser respetable, ni conseguir beneficios para nadie. La estrategia de Podemos es la misma que la de Fidel Castro: estigmatizar, destruir al que es diferente, usando la mentira para señalarlo, para ponerlo en la diana. Al menos 100 millones de seres humanos inocentes han muerto por culpa de esta ideología nefasta, la más letal de las creadas hasta ahora.
Ustedes ya me conocen: no me alegro por la muerte de nadie. El pueblo cubano ha sabido abrir caminos que conducen a la libertad mientras el tiranosauro vegetaba y su hermano, anciano también, tomaba las riendas del poder. Es sólo cuestión de tiempo. Nuestro Padre celestial sabrá juzgar de manera justa, aunque también misericorde, la trayectoria de medio siglo en la que el sátrapa cubano persiguió, torturó y destrozó cientos de miles de vidas que no podían defenderse. No por casualidad. Fuera de la Luz sólo quedan las tinieblas, el odio y las mentiras.
Para Garzón e Iglesias, Castro es un héroe y un referente moral, y Rita Barberá era sólo una corrupta. Porque para los comunistas, la realidad no importa; ellos tienen su propio mundo, el inventado, el irreal, el que luego te ponen ante los ojos para que les digas que el suyo es el bueno, el fetén, si no quieres ser señalado y destruido. Algo que podría solucionarse en el diván de un psiquiatra, le ha costado al mundo la friolera de 100 millones de muertos. Depende de nosotros, de nuestro voto, enterrarlo para siempre.