Barack Obama: un presidente ni fu ni fa
Miguel Massanet Bosch. Parecía que su llegada a la presidencia de los Estados Unidos iba a causar una verdadera revolución en una nación en la que el mero hecho de que llegara una persona de color al poder para ocupar el sillón presidencial, ya algo insólito y difícilmente creíble para un país en el que la erradicación de la esclavitud fue causa de una cruenta guerra civil entre los estados del norte, antiesclavistas y los del sur, mayoritariamente defensores de la esclavitud. Abraham Lincoln, el primer presidente de los EE.UU salió vencedor de aquella larga contienda cuando, por fin, Ulises S. Grant consiguió derrotar al general más capacitado del sur, el señor Robert E. Lee acabando con la confederación de estados esclavistas presidida por Jefferson Davis.
Muchos, especialmente hispanos y negros pusieron sus esperanzas en aquel demócrata de color, de buena posición y con verbo convincente, que les prometía lo que la mayoría de ellos estaban esperando escuchar desde hacía muchos años. Una parte importante de la ciudadanía americana vieron en Barack Obama a un reformador capaz de darle un cambio a la situación de las marginadas colectividades de negros e hispanos, tantos años postergados en la política americana, acudiendo en masa a las urnas para otorgarle su apoyo en su carrera hacia la presidencia de la nación americana.
Pero el señor Obama ha resultado ser, aparte de un buen orador, un personaje que a lo largo de las legislaturas que ha presidido ha dejado la sensación de haber sido incapaz de cumplir con sus promesas electorales, en constante pugna con las dos cámaras, el Congreso y el Senado, que le han impedido que pudiera culminar unas reformas que, seguramente, como ha sido el caso de la sanitaria, no se valoraron debidamente ni se tuvo en cuenta la repercusión económica que, para un país en el que no se tenía una cultura de una sanidad pública, pudiera llegar a asustar las consecuencias de una empresa de tal magnitud.
Sin embargo, Obama, ha venido incurriendo en errores de estrategia y en contradicciones que han puesto en duda el que la nación americana, bajo su dirección, haya salido beneficiada o, incluso, en algunos casos, haya resultado perjudicada especialmente en su imagen, como gran nación y potencia mundial, que durante años supo mantener en su proyección internacional. En primer lugar, su tan cacareada reforma migratoria con la que pretendía regularizar a millones de inmigrantes sin papeles que habitan habitualmente en los EE.UU. Una propuesta que, sin embargo, suponía un claro reclamo para que la ya excesiva inmigración que constantemente, de forma ilegal, se produce a través de las fronteras de los estados vecinos, especialmente de México, sufriera aun mayor efecto llamada.
El resultado de dicha ley: permanece estancada en el Congreso sin que se haya llegado a debatir. Otro tema que se ha ido enfriando a medida que las dificultades de tipo administrativo y político han impedido que, la medida que Obama intentó aplicar cuando llegó al poder, el cierre de la base de Guantánamo, cuando el Congreso rechazó su proyecto de ley anual de defensa. Otra de sus contradicciones, el tema de Irak: en 2008 prometió poner fin a la guerra; en 2013 promete no enviar más tropas, pero, en 2015, envía más soldados y bombardea el territorio. Pero su gran fracaso se ha debido a su incapacidad para el control de las armas en el país, una circunstancia que ha provocado que la policía asesinara en el 2015 a 1134 personas desarmadas con la particularidad de que los más afectados por esta matanza hayan sido sus principales votantes, los afroamericanos y los latinos. Una curiosidad de la actual campaña entre los dos rivales, el republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton; contrariamente a lo que podría haber esperado, resulta que hay determinados lugares del país en el que los afroamericanos han decidido votar por Trump.
El quinto de los incumplimientos del actual presidente de los EE. UU demuestra como el señor Obama tiene una facilidad muy destacada por cambiar de opinión cuando puede constatar que el mantener una determinada política puede afectar a sus intereses electorales. El señor Obama autorizó ataques aéreos en Siria, pese a que había anunciado públicamente su renuncia a bombardear posiciones del EI. La señora Clinton, si llegara a hacerse con la presidencia de los EE. UU también será la primera mujer en alcanzar tal dignidad, pero tendrá que demostrar al pueblo americano que es capaz de llevar la nación con la misma solvencia que lo han hecho sus predecesores en el cargo.
Por desgracia para ella, si bien es una mujer preparada y muy bregada en política, tiene antecedentes que la ponen en el punto de mira de muchos americanos que ven en la familia Clinton un clan que se vale de sus relaciones para enriquecerse algo que ha quedado demostrado si se comprueba la importante fortuna que el matrimonio ha sabido amasar desde que entraron en política. Puede que los republicanos no hayan conseguido su mejor representante para enfrentarse a los demócratas y también puede ser que si hubieran< tenido un sentido más alto de la unidad, de la necesidad de formar una piña en lugar de dedicarse a desprestigiar a su principal aspirante a la presidencia y se hubieran dejado de tantos personalismo y declaraciones en contra tales como declarar que van a votar en contra de su candidato sus posibilidades de ganar las elecciones fueran mayores.
Puede que consigan que Trump sea derrotado, pero se exponen a que la habitual compensación con la que los americanos que votan demócrata para la presidencia, votan en el Congreso o en el Senado, republicano, o viceversa; en esta ocasión les falle y se encuentren en una grave situación en la que no tengan presidente ni el control de las cámaras una situación muy comprometida para mantener el prestigio del partido. La última de las malas noticias que ha recibido el señor Barack Obama a un mes de finalizar su mandato como presidente, sido la anulación por el legislativo de su veto a la ley del Congreso que autoriza a las víctimas del 11S a acusar a Arabia Saudí ante los tribunales estadounidenses por su implicación en los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono.
La amistad que ha pretendido mantener el señor Obama con Arabia Saudí le ha impulsado a pretender dar por zanjada una cuestión que trascendía de lo diplomático para entrar en el terreno de la Justicia, justicia que demandaban todos los familiares de los miles de víctimas producidas por aquellos actos terroristas. Un grave problema para Obama que le dejaría a su sucesora, si ganase la señora Clinton, en una endiablada herencia cuyas consecuencias nadie parece capaz de llegar a evaluar.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con la perspectiva de la lejanía como en Estados Unidos se están jugando, una vez más, su categoría de nación señera, de superpotencia capaz de mantener el orden mundial y evitar que las naciones que aspiran a implantar otro tipo de regímenes políticos, dejen de intentarlo para no indisponerse con el gran coloso americano.