Barcelona y los principios innegociables
La Lupa del YA. Como ya anunciábamos, este fin de semana, esta vez en Barcelona, volverá a debatirse sobre los católicos y la política. Tocará hablar una vez más del modo de poner el cascabel al gato de los principios no negociables de los que hablara Benedicto XVI. Tocará recordar los lamentables espectáculos ofrecidos por presuntos católicos ante el reciente debate sobre el aborto. El papelón jugado por el otrora clerical PNV. Y tocará señalar, una vez más, que difícilmente puede exigirse al Partido Popular que desarrolle una actuación ajustada a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, cuando tuvieron 4 años de mayoría absoluta para demostrar sus propósitos al respecto y fallaron. Cuando siguen gobernando con mayoría absoluta en comunidades como la de Madrid, y traicionan continuamente tal Doctrina.
Como posible alternativa a la actual situación, en la que las individualidades católicas han quedado camufladas en el seno de partidos, viendo el relativismo político y su realidad católica de modos hipócritamente diferenciados, se hablará de la necesidad de formar a futuros líderes que, desde iniciativas impulsadas algunas realidades eclesiales, traten de promover una nueva generación de dirigentes políticos coherentes con su pertenencia católica.
Sin embargo, una vez formados esos dirigentes, ¿qué pasaría? Inmersos en partidos y realidades no católicas, su impulso quedaría a merced de su voluntarismo, en una titánica lucha "contra corriente". Podría tratarse, entonces, de un esfuerzo formativo baldío.
La existencia de una clase política católica se explica por la realidad física de un pueblo cristiano que la generó, siendo la relación existente entre ambos, íntima y estrecha.
Al presentar hoy, ese pueblo cristiano, una fisonomía muy distinta, se impone buscar la manera de que ámbitos sociales concretos respalden, con sus iniciativas y apoyo humano, a esos políticos cuya labor debe consistir en la defensa y promoción del bien común. En ese sentido, los grupos humanos que viven su fe en el cauce de los "nuevos movimientos eclesiales" constituyen una realidad de la que la Iglesia no puede prescindir. Pero, desgraciadamente, carecen de capacidad para transformar la sociedad desde el poder legislativo, o el ejecutivo. De legislar para la defensa de la vida desde la concepción, el apoyo a la familia, el apoyo a la libertad de enseñanza, la atención y promoción de los marginados, la libertad cultural, la lucha contra el paro, el fomento de la justicia distributiva. Se hace necesario ese cauce político de representación. Esperamos mucho de los contertulios que este fin de semana, convocados por HO y DAV, se dan cita en
Barcelona para tratar estos espinosos asuntos. El lunes se lo contaremos.