Benedicto XVI se confiesa: Fue tan estudiada su renuncia que hasta la escribió en latín eclesiástico
Fidel García Martínez. Acabada aparecer un libro-entrevista en el que el papa emérito cuenta a su periodista de referencia, Peter Seewald, algunas aspectos de su vida conocidos y otros no tanto; tiene un título muy sugestivo Últimas conversaciones. Se trata de recuerdos en los que el Papa Ratzinger repasa su vida desde su niñez hasta estos años en que vive como un monje entregado a la oración y a su gran pasión que no es otra que la Teología, no en vano es el teólogo viviente más profundo y perspicaz.
La parte más importante de estas confesiones son sin duda los momentos álgidos de su pontificado, especialmente no por inesperada y meditada su renuncia al Papado, que tantos ríos de sospecha supuso, casi todos cargados de tinta negra. Explica con detalle por qué el 11 de febrero renunció al Privilegio Petrino. Fue tan estudiada su renuncia que hasta la escribió en latín eclesiástico, para evitar cualquier interpretación perversa de los motivos de la misma.
Deja muy en claro que todas las teorías de conspiración, presión o amenazas para abandonar su ministerio papal son tendenciosas y/o falsas, que sólo tenían como finalidad desprestigiar al Papado y humillar a los Iglesia Católica en su Jerarquía y en sus fieles. Otra circunstancia vital que aclara con precisión es la elección como su sucesor del Papa Francisco. No han faltado personas de dentro y fuera de la Iglesia que han intentado, en vano, descalificar al Papa Francisco con el pretexto de alabar al papa Ratzinger y viceversa.
Todo ha sido inútil, aunque algunos siguen impertérritos en su ridículo intento, especialmente los enemigos del Papa Francisco que son pocos, pero poderosos. Es un gran admirador del Papa Francisco a pesar de las diferencias evidentes, pero accidentales.
El Papa emérito recuerda con emoción que fue un motivo de satisfacción muy grande cuando desde la televisión en Castel-Gandolfo contempló la elección del Papa Francisco y la gran impresión que recibió cuando observó como desde la Logia Central de la basílica de San Pedro, el papa rezaba con los fieles y les pedía que rezasen por él. Con serenidad narra al periodista P. Seewald las dificultades que tuvo que vivir en sus años de pontificado; pues tenía conocimiento de la existencia de un lobby de presión que con grandes dificultades pudo erradicar. Así como su lucha contra los casos de pederastia de algunos clérigos, muchos menos de los grupos presión anticatólicos pregonan a tiempo y a destiempo, vengan a no a cuento.
Le costó mucho aceptar su elección como sucesor de San Juan Pablo II, quien se negó siempre a aceptar sus deseos. Por el contrario narra con detalle su fecunda colaboración con el Santo Papa polaco en el gobierno de toda la Iglesia.