Miguel Massanet Bosch
Don Antonio Cánovas del Castillo, el gran político e historiador del siglo XIX y el llamado artífice de la “Restauración”, se refirió a las alianzas entre los hombres desde la poca fe que tenía en ellas, cuando dejó escrito el siguiente testimonio: “No hay más alianzas que las que trazan los intereses, ni las habrá jamás”. Y uno se ve obligado a pensar, cuando lee este pensamiento de don Antonio, si es que no habremos sido algo injustos con el señor Rodríguez Zapatero y el PSOE, al achacarles toda la culpa del dislate político y el desmoronamiento social y económico de esos siete años de gobierno socialista que nos ha conducido a la situación en la que se encuentra España en estos momentos. Es cierto que los socialistas han tenido las ideas, es evidente que los socialistas han pretendido darle un vuelco a la sociedad española y nadie se atrevería a negar su completa estulticia en cuanto al manejo de la economía y las finanzas de este país. No obstante, nos deberíamos preguntar si ellos solos, sin la ayuda de otras fuerzas políticas, hubieran podido llevar a cabo esta “hazaña” del vuelco completo de los valores, la moral, la ética, las costumbres y los principios de los españoles; de forma que, instituciones de tanta raigambre, tan valoradas entre los ciudadanos y que formaban el núcleo básico de nuestra sociedad: como la familia, la religión, la Patria, la Justicia y el respeto por los mayores, en sólo siete años de poder socialista, hayan quedado reducidas a meros recuerdos, erradicadas de los corazones de tantos españoles de modo que sólo una parte muy pequeña de los ciudadanos, seguimos intentando defenderlas de su total abolición, en espera de que, algún día, vuelva a esta nación la sensatez.
Cuando en marzo del 2004, especialmente a causa del atentado del 11M y de la manipulación que supo hacer el PSOE del mismo, acusando al gobierno del señor Aznar de mentir a los españoles, al atribuir su autoría a la banda ETA; asumieron la gobernación del país los socialistas, al mando del señor Rodríguez Zapatero, no lo hicieron con mayoría absoluta y, en su afán de destruir todo lo que había llevado a cabo el gobierno del PP, no dudaron en tomar por aliados a aquellos que más deseosos estaban de convertir a España en un país débil, un país desunido, una sociedad enfrentada y una juventud que abominase de su familias, como sucedía en tiempos del Tercer Reich, cuando los nazis imbuían en sus muchachos el nacional socialismo en sus famosas NPEA (Napolas), lugares donde se formaba a los niños enseñándoles a poner al partido nazi y a sus deberes para con él por encima del amor por sus propias familias.
A partir del pacto del Tinell (una confabulación por la que se decidió anular al PP de modo que no pudiera nunca rehacerse de su derrota en las urnas), se puede decir que los socialistas han venido supeditados, en todos sus actos de gobierno, por su dependencia de CIU, el PNV y, como no, los de Coalición Canaria (unos especialistas en arrimarse al árbol que da más sobra). Resulta muy chocante que estos partidos que han formado parte de los Demo Cristianos, como han sido Unión y el PNV, no hayan tenido el más mínimo rubor a la hora de votar o abstenerse para que salieran leyes como la famosa de la modificación de la Ley del aborto o la implantación de la EpC un verdadero disparate de carácter libertario y pornográfico que, para más INRI, se aplicó a la fuerza a todos los centros docentes, aunque muchos padres objetaron sus derechos constitucionales para impedir que sus hijos fueran sometidos a tal adoctrinamiento. Señores como Durán y Lleida de Unión, investido de su piel de cordero y de su aparente sensatez y responsabilidad, no han tenido objeción alguna en darles sus votos al PSOE en cuantas ocasiones lo ha precisado, sin que sus aspavientos, declaraciones u objeciones previas, en ocasiones acompañadas de advertencias muy duras, en el Parlamento, hayan evitado que, a cambio del Estatut, de subvenciones, de transferencias de competencias y de otras muchas concesiones o gabelas, cuando ha llegado el momento de la verdad se hayan olvidado de sus prejuicios y hayan facilitado al PSOE el salirse con la suya.
Es evidente que, sin el apoyo de vascos y catalanes, este gobierno del señor ZP ya hace años que hubiera tenido que convocar elecciones anticipadas y que, muchas de estas leyes que se nos han hecho tragar, hoy en día no existirían. En los dos ejercicios anteriores (2009 y 2010) los Presupuestos Generales del Estado fueron aprobados, aún que eran obvias sus carencias, su falta de realismo y su insuficiencia para afrontar años difíciles en los que, el desempleo, se había constituido en el problema mayor al que se debería enfrentar el Estado. Nadie puede negar que, sin el apoyo del PNV, de CIU y de CC no hubieran pasado del Parlamento toda la serie de desatinos que el Ejecutivo socialista ha ido presentando para intentar atacar la crisis, las locuras de ZP cuando se lanzó a tumba abierta prometiendo el oro y el moro a los trabajadores, entregando dinero a manos llenas, como ha sido el caso de los 2.500 euros para recién nacidos, los 400 euros de descuento del IRPF; la ley de Dependencia, una buena ley pero inoportuna debido a la falta de solvencia del Gobierno para atender a su financiación.
En ninguna de las ocasiones en que el señor ZP nos ha engañado, tanto en el caso de las negociaciones secretas con ETA, como en el que negó loa llegada de la crisis o, posteriormente, aquellos en los que ha venido afirmando ( la última vez en el Debate del Estado de la Nación del día 28) que la crisis estaba a punto de ser superada, que se volvería a crear empleo en unos meses o que pronto sobrepasaríamos al resto de naciones europeas en el tema de la renta per capita; las reacciones de estos partidos “lamprea” no han sido más que tímidas protestas sin que, en ningún caso, se hayan prestado a formular una moción de censura contra el Gobierno. La explicación es muy sencilla. Ni al PNV, ni a Batasuna ni a Bildu ni a CIU ni a CC les interesa, en absoluto, un gobierno del PP fuerte y, mucho menos, con mayoría absoluta. Todos ellos son conscientes, después de la gran derrota socialista del 22 de mayo pasado, que unas elecciones, en el mes de octubre o noviembre de este año, supondrían una victoria histórica del PP y, con toda probabilidad, con mayoría absoluta; lo que significaría que, sin el lastre de tener que depender de los votos nacionalistas, el nuevo gobierno de la nación podría aplicar políticas contundentes, recuperar competencias e implantar políticas de austeridad, con las que los gastos autonómicos quedarían limitados y todos los despilfarros que, hoy en día, se hacen en capítulos encaminados a afirmar nacionalismos, como las partidas destinadas a la protección del idioma vernáculo o los incumplimientos constitucionales al postergar la enseñanza del castellano o impedir su estudio; iban a quedar en aguas de borrajas.
Los españoles no podemos dejar de darles el tanto de culpa que se han ganado a pulso a todas esta formaciones independentistas, que no han apoyado a España en ningún momento, al contrario han ido debilitándola hasta que ha llegado a la situación en la que nos encontramos ahora. No duden de que, si de ellos depende, nuestra patria seguirá siendo un feudo socialista hasta que, los que piden la secesión, hayan conseguido lo que se proponen. Una muestra de hasta donde ha llegado la permisividad del gobierno socialista, en cuanto a la defensa de la unidad de la nación, la hemos tenido en una encuesta que se acaba de hacer en Catalunya en la que un 42 % de la ciudadanía se manifiesta partidaria de la independencia de España. Hace sólo unos años no llegaban ni al 13%. El aflojar la cuerda comporta llegar a estos extremos. O esto es, señores, lo que yo pienso sobre este trascendental tema.