César Augusto y el nacimiento de Jesucristo
Fidel García Martínez Catedrático Lengua Literaura Licenciado Ciencias Eclesiásticas. El Evangelio de Lucas fue escrito especialmente para el mundo romano y helenístico, mientras que el de Mateo lo fue para los cristianos provenientes del judaísmo. El de San Lucas es una síntesis de la Historia y de la Teología, es Historia de la Salvación, es el Evangelio de la Misericordia, como lo recuerda el Papa Francisco.
Lucas sitúa el nacimiento de Jesucristo en el tiempo del emperador Augusto, quien había ordenada con fines políticos y económicos un censo de los habitantes de Imperio Romano en su máxima grandeza política y militar. Por esta razón de empadronamiento José y María se trasladan de Nazaret a Belén. En Nazaret había tenido lugar la Encarnación, esencia fundamental del Cristianismo, que lo distingue de todas las demás religiones reveladas o de invención mitológica, y en Belén tendría lugar el Nacimiento, según los profecías bíblicas, que siempre se han cumplido conforme a lo designios de la Providencia Divina. Ya San Agustín demostró con argumentos sólidos en su magna obra La Ciudad de Dios, cómo lo imperios no tienen otra misión que ser instrumentos al servicio del Plan de la Salvación.
Augusto sin el saberlo los cumplió a la perfección, con su edicto de empadronamiento, como después los cumplió Constantino el Grande con el Edicto de Milán, que ponía fin a los sangrientas y crueles persecuciones contra los cristianos que Nerón inició con especial crueldad. Hoy los cristianos son perseguidos con la misma inquina y crueldad por los nuevos imperios como se puede ver todos los días en muchas partes del mundo. El de Augusto era el primer empadronamiento que abarcaba la URBI y ORBI (Roma y su Imperio) en el que se hablaba el latín vulgar de los soldados y comerciantes. En la capital del imperio las clases cultas hablaban el latín culto de Cicerón, sistematizado por Quintiliano, que había configurado la Retórica como el núcleo fundamental en la educación romana de la clase dirigente. Augusto se consideró a sí mismo no sólo como emperador, sino que fue divinizado, unió en su persona el poder político y el poder religioso (Pontifex Maximus). Con él se consumaba la PAX ROMANA que se extendía por todo el imperio. El decretó de Augusto ordenando que empadronase todo el imperio, lo gestionó en Siria el gobernador Cirino, por lo que todos iban a empadronarse a su ciudad natal.
Por eso José que se había desposada con María, quien estaba en cinta, por obra del Espíritu Santo, subió de Nazaret ciudad de Galilea, a la ciudad de David, Belén (Judea), donde según comunicó el ángel a los pastores nació el Salvador, el Mesías , el Señor. El Papa emérito Benedicto XVI que en el último año de su turbulento Pontificado fue objeto de una virulenta campaña por afirmar que en el portal de Belén no estuvieron presentes los mansos animales que aparecen en nuestras belenes, porque el Evangelio nada dice de ellos. Pero acepta su presencia basándose en el texto de Isaías 1.3. “El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su Dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no me comprende.
Por eso afirma ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y el asno. Sobre el Papel de Augusto en el nacimiento de Jesucristo escribe con profunda penetración bíblico-teológica en ese profundo y tierno libro La Infancia de Jesús: “Con la referencia al emperador Augusto y “toda la ecúmene”, Lucas ha trazado conscientemente un cuadro histórico y teológico a la vez para los acontecimientos que debía exponer. Jesús ha nacido en una época que se puede determinar con precisión. Jesús no ha nacido en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad de un mito. Él pertenece a un tiempo que se puede determinar con precisión y a un entorno geográfico indicado con exactitud: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente. En él, el Logos, la Razón creadora de las cosas, ha entrado en el mundo.
El Logos Eterno (Jesucristo) se ha hecho hombre, y esto requiere el contexto del lugar y el tiempo. La fe está ligada a la realidad concreta, aunque luego el espacio temporal y geográfico queda superado por la Resurrección del Señor, que introduce en la inmensidad abierta de la humanidad entera” Considerar los acontecimientos de la Infancia de Jesús como ingenuos e infantiles demuestra tanta osadía como ignorancia crítica histórica de los textos teológicos de los Evangelios.