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Diario YA


 

Universitas es una asociación formada por profesores universitarios y estudiantes de doctorado

Carta abierta a los miembros de la comunidad universitaria

Los hechos
El jueves 10 de marzo un grupo de estudiantes irrumpió en la capilla de Somosaguas. Ofendieron a los cristianos y a todos aquellos que saben que la libertad religiosa es un bien precioso y está en la base de nuestra convivencia democrática. Tres días después, la asociación de estudiantes universitarios Atlántida hacía público un manifiesto titulado “¿Quién tiene miedo a la libertad en Somosaguas?”. Ha sido una provocación para muchos; ha trascendido fuera de la vida académica. La iniciativa de Atlántida nace de lo que es propio de una vida realmente universitaria. Desde hace un año, esta asociación publica un periódico, Samizdat, con el que trata de afrontar y juzgar todo lo que les interesa a sus socios. Lo repartieron en el Campus de Somosaguas el viernes 4 de marzo y el lunes 7 de marzo. Su intención era encontrarse con otros, “valorar y someter a sana crítica sus propias propuestas”. Se les ha respondido, en muchos casos, con la intimidación. En otros, afortunadamente también numerosos, ha supuesto una posibilidad real de encuentro entre personas y una ocasión de superar las ideologías en las que muy fácilmente nos encasillamos unos y otros. Por ello, el modo de moverse de los estudiantes de Atlántida, antes y después del ataque a la capilla, a nosotros, profesores universitarios, nos obliga a decidir: podemos considerarlo anecdótico o estimarlo como un sano ejercicio de la libertad, como un fresco uso de la razón que invita a repensar algunas cuestiones de la vida universitaria.

El desafío de los hechos
No es adecuado tolerar actitudes violentas. Son totalmente contrarias a la vida universitaria y desacreditan la institución. La Universidad es un lugar de libertad y de defensa de la razón. Y toda opción violenta va contra ambas. La violencia siempre es consecuencia de la falta de razones. Nos preocupa la desidia ante lo sucedido en Somosaguas, pero también muchas otras coacciones que se producen a diario. La primera muestra de dejadez es intentar justificar, banalizar o difuminar los hechos. Es pobre, si no malintencionado, hacer un uso de la razón que no sea capaz de mirar cara a cara lo ocurrido, que no se deje tocar por lo sucedido, que no busque la verdad. En algunas facultades de la Universidad Complutense, se ha convertido en un acto heroico poner un cartel o repartir un periódico. Algunos estudiantes tienen miedo a mostrarse como son porque en clase se les ridiculiza. En ocasiones se les califica como fascistas por disentir del pensamiento dominante y por afirmar su identidad. Se convocan actos o conferencias que son boicoteados. Se están lesionando derechos fundamentales. Su ejercicio debe ser tutelado institucionalmente para garantizar una efectiva pluralidad. Los derechos fundamentales son mucho más que ámbitos de libre autodeterminación privada; son bienes sobre los que se sustenta nuestra democracia. Pedimos a la comunidad universitaria y a sus autoridades una acción positiva que fomente y proteja el ejercicio efectivo de las libertades, en especial de la libertad religiosa y de la libertad de expresión. No se puede defender una e ir contra la otra; las libertades son solidarias entre sí y, si se lesiona una, pierden todas. ¿Qué democracia y convivencia social podemos construir si en la Universidad, en la práctica, no se tutelan estas exigencias comunes a todos? El que cada uno se exprese desde su propia identidad y pueda, dentro del cauce constitucional, narrar a los otros su experiencia, es un bien inestimable para fundamentar adecuadamente nuestra convivencia, y forma parte del uso crítico de la razón que es consustancial a la Universidad. La vitalidad de cualquier tipo de iniciativa en esta dirección merece protección jurídica.

Un pacto de indiferencia
Los episodios de intimidación tienen lugar al tiempo que se extiende una suerte de “pacto de indiferencia”. La vida universitaria se convierte, cada vez más, en una reserva para gente que, en nombre de las justas exigencias de la investigación, de los requerimientos burocráticos o, a veces, del excesivo número de alumnos, da por terminada su vocación educativa. Los estudiantes, por su parte, cansados de decepciones y sin referencias que despierten su interés por la realidad, asumen una pasividad cómplice. La energía y la vibración propias del espíritu universitario se secan en un desierto de escepticismo. El cambio llega, como ha ocurrido estos días, cuando algún miembro de la comunidad universitaria, en acto y dando razones, como ha hecho Atlántida en este caso, se toma en serio su deseo de libertad, de comprender, de hacer con otros, de abrazar el mundo. Nuestro “status” no puede ser una excusa para menospreciar la vida allí donde resurge. La altura de un universitario se mide por su capacidad para poner todo su bagaje al servicio de las cosas nuevas que, de vez en cuando, renacen. Si no es así todo lo adquirido se fosiliza.

Una propuesta
Por eso nosotros, como profesores, compartimos el deseo que expresa el Manifiesto de Atlántida: “Ojalá que la pasión por el estudio y el interés que la realidad nos despierta a diario encuentren en la universidad espacios reales de discusión y libertad”. Su exigencia la hacemos nuestra y proponemos a todos aquellos que os entregáis diariamente a la construcción de la universidad, como primera expresión de disponibilidad, favorecer la puesta en marcha de un “Aula cultural”. El propósito de esta iniciativa que vamos a llevar a cabo será facilitar la reflexión crítica y sistemática sobre cuestiones culturales, religiosas, científicas y políticas. Es responsabilidad de las autoridades académicas, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, apoyar esta iniciativa y otras que surjan de las personas y asociaciones presentes en la Universidad y que contribuyan a la convivencia y al bien común.

Ante las próximas elecciones en la Universidad Complutense de Madrid, dirigimos esta carta a la comunidad universitaria. En primer lugar, para hacer explícita nuestra denuncia a la tibia respuesta del actual Rector frente a los hechos violentos de las últimas semanas; y, en segundo lugar, para pedir al nuevo que secunde las iniciativas que nos permitan superar este pacto de indiferencia. La universidad no es la casa de los autodidactas, es un ‘ayuntamiento’ de maestros y discípulos que juntos, en la investigación y en la vida común, buscan conocer la verdad que constituye el horizonte último del diálogo. Sin ella es imposible trascender las relaciones de poder o de imposición.

Asociación Universitas
www.asociacion-universitas.es