Javier Paredes. En ocasiones he oído hablar de que algunos católicos abusan de los tribunales eclesiásticos para conseguir la nulidad matrimonial, de modo que en injusta generalización esas mismas personas afirman que la nulidad es el divorcio de los católicos. Me contaron un caso en el que el interesado compró con dinero a los testigos, de modo que en el tribunal se produjo la siguiente escena:
- ¿Usted fue testigo de si doña Sinforosa de las Cumbres Arboladas puso una pistola en el pecho a su hijo don Conegundo de los Caprichos Perennes, para que se casase con Purita?
- No, señor juez, no le puso una pistola, le que le puso fue un cañón de artillería del 45…
Sin duda que se puede engañar al juez, también se pueden engañar a sí mismos, pero no se puede engañar a Dios. Y si a esto le añadimos que no falta quien propone una época de rebajas para liquidar los saldos matrimoniales, pues resulta que se junta el hambre con las ganas de comer. Por eso el protagonista del día es Juan hablo II que el 29 de enero de 2005 pronunció un discurso ante el Tribunal de la Rota Romana en el que en un momento dado dijo lo siguiente: “Con todo, en las circunstancias actuales existe también otro peligro. En nombre de supuestas exigencias pastorales, hay quien ha propuesto que se declaren nulas las uniones que han fracasado completamente. Para lograr ese resultado se sugiere que se recurra al expediente de mantener las apariencias de procedimiento y sustanciales, disimulando la inexistencia de un verdadero juicio procesal. Así se tiene la tentación de proveer a un planteamiento de los motivos de nulidad, y a su prueba, en contraposición con los principios elementales de las normas y del magisterio de la Iglesia.
Es evidente la gravedad objetiva jurídica y moral de esos comportamientos, que ciertamente no constituyen la solución pastoralmente válida a los problemas planteados por las crisis matrimoniales. Gracias a Dios, no faltan fieles cuya conciencia no se deja engañar, y entre ellos se encuentran también no pocos que, aun estando implicados personalmente en una crisis conyugal, están dispuestos a resolverla sólo siguiendo la senda de la verdad”.