Cataluña: la violencia como estrategia política
Luis Losada Pescador
Luis Losada Pescador. Para la izquierda y los separatistas hay dos tipos de manifestantes: los “normales” que están molestos con la sentencia del ‘procés’ y lo manifiestan en las calles y los violentos, que no tienen nada que ver. Torra incluso llega a llamarlos “infiltrados”. Tratan así de no deslegitimar el movimiento de respuesta de los últimos días.
Pero hay elementos que no cuadran en este análisis. Torra no sólo tarda en condenar la violencia, sino que lo hace con la boca pequeña. Desde el Parlament califica de héroes a los CDR detenidos con armas y explosivos. Son los nuevos “chicos de la gasolina”. Y él mismo se suma a cortar ilegalmente una de las autopistas clave de Cataluña. Además, le pide a su consejero de Interior que dimita por el trabajo de los mossos. El consejero se niega y traslada la petición al mando, que también se niega. ¿Dimitir por trabajar?
Por su parte, Ada Colau decide mantener ‘secuestrados’ a su guardia urbana. No le deja salir a ayudar a garantizar el orden público. Ni siquiera a ordenar el tráfico. Los tiene acuartelados. ¿De verdad apuesta por el orden y la aplicación de la ley o la actual violencia “ya le va bien”?
Lo mismo pasa con la Guardia Civil. Marlaska les tiene acuartelados viendo como sus compañeros policías y mossos se juegan la vida sin poder ayudar. ¿Para qué envió refuerzos a Cataluña?, ¿por si la ‘cosa’ se ponía fea?, ¿es que ahora está ‘bonita’?
Sánchez sostiene que la mesura es signo de fortaleza. Lo que subyace es: ‘dejemos que tengan su minuto de gloria y se crean alguien y ya intervendremos’. Pero hay algo más: ‘no saquemos la porra demasiado porque mañana tendré que pactar con ellos la investidura’. ¿Con ellos? Sí. Porque aunque formalmente el secesionismo marca distancias con los violentos, en el fondo -y casi en la superficie- son la avanzadilla de su proyecto político.
Saben que la independencia es imposible por la vía legal. Así que la única manera de avanzar es la violencia. Por eso el ‘compadreo’. Y por eso Sánchez mantienen amarrada a la Guardia Civil.
Quizás no sea necesario ni el 155 ni el estado de excepción. Probablemente bastaría con que se aplicara la normalidad: que se permitiera a la Guardia Civil y a la Guarda Urbana trabajar, y que el gobierno coordinara el dispositivo. Si eso no funcionara para contener la actual anarquía habría que dar el siguiente paso. Pedir peras al olmo es frustrante.
El ‘postureo’ del gobierno y de los secesionistas tienen una víctima: el pueblo. Inseguridad en las calles, caída del turismo, cierre de la actividad y pérdida de imagen. Pero a los ‘indepes’ les da igual. Ellos no trabajan para el pueblo, sino para esa religión laica llamada ‘independencia’. Y en ese altar están dispuestos a sacrificar cuantos corazones sean necesarios. Lo lamentable es que enfrente no haya un gobierno comprometido con el pueblo sino un permanente ‘compadreo’ que sólo ha servido para desgastar la economía y la convivencia.
Y en esta orfandad, de nuevo Felipe VI aprovechará los premios Príncipe de Asturias para recordarnos que es nuestro ‘padre’, que España existe, que somos fuertes y grandes y el mejor vasallo si hubiera buen señor…
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