Catolicos de brocha gorda
Mater Dei. Los detalles que ha de cuidar un pintor de brocha gorda y rodillo, cuando pretende pintar una enorme pared, no son, ni mucho menos, los detalles que cuida y mima un pintor de pincel fino, cuando está terminando su obra de arte. Y, sin embargo, aunque los dos son pintores y los dos se sirven de la pintura para realizar su trabajo, sólo el cuadro, y no la pared, logra atraer la admiración de todos y despierta en los demás el deseo de copiar e imitar su belleza. Nos acostumbramos fácilmente a pintar en nuestra alma con la brocha gorda de los mínimos y el rodillo de la mediocridad. Nos contentamos con ese cristianismo de pared, al que basta dar varias capas de vez en cuando, para que no se descascarille mucho y no parezca algo ruinoso. Nos resulta más fácil la fe de brocha gorda, esa que no precisa de mucho esfuerzo, que no necesita reparar en los detalles, que se contenta con un cumplimiento más o menos puritano. Vivimos nuestra relación con Dios a base de brochazos con los que vamos manteniendo nuestra apariencia de católicos más o menos cumplidores, pero sin ánimo de afinar cada vez más en los detalles de una vida interior más profunda y de una conversión más sincera.
Has de cuidar con esmero y finura las cosas que se refieren a Dios. Tu alma es un lienzo precioso en el que Dios quiere dibujar al detalle su propia obra de arte. A veces utiliza la brocha gorda, otras veces el rodillo, otras necesita poner algún parche de yeso para tapar agujeros, pero su mano de artista conoce con maestría el arte de trabajar el detalle y la pequeña pincelada. No importa cómo sea el lienzo, si está roto, si es de tejido tosco, si la trama tiene defectos. Nada de todo eso puede servirte de cómoda excusa, si no quieres limitarte a vivir tu cristianismo a base de un cumplimiento a brochazos. Importa, y mucho, eso que el pintor quiere hacer en ti, si tú le dejas y quieres.
Mater Dei
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