Claves para una Cataluña a debate
Por José Luis Orella
Las elecciones catalanas han confirmado lo que la razón presentía y la ley electoral determina, la partición de la sociedad catalana entre una Cataluña urbana, motor de la economía española y que tiene a la industria automovilística y al turismo como principales referentes, y donde Barcelona es su mascarón de proa, y una Cataluña rural, entrañable, subsidiaria de los fondos europeos a la ayuda agrícola y cuyo síntoma emocional depende de la visita de fin de semana de los hijos, funcionarios en la ciudad por su dominio del catalán y la relación con el diputado de turno. A esta parte de la población, la salida de empresas no le afecta, ya que depende de un empleo público sostenido por el control del poder político.
En un segundo aspecto, se vuelven a repetir resultados, a pesar de la alta participación electoral, de donde reservas de la abstención han participado para frenar al “enemigo”. Sin embargo, la mayoría independentista se ve arropada por los 940.602 votos de JxC; los 929.407 de ERC y los 193.352 de la CUP, que vuelven a darnos los más de dos millones de ciudadanos que siempre están dispuestos movilizarse en las diadas, en las protestas, que reciben las ayudas pública y son favorables a un fuerte adoctrinamiento educativo en clave secesionista. Sin alternativas a largo plazo en el campo educativo y cultural, es difícil cambiar la sociedad, pero ya sucedió con la sociedad alemana después de la Segunda Guerra Mundial y los programas educativos de los aliados. Otro aspecto a tener en cuenta, es el duelo entre los dos líderes independentistas, donde el fugitivo Puigdemont ha conseguido con su red clientelar representar mejor ese espíritu, que el “mártir” Junqueras, que tuvo que potenciar su perfil ante la débil imagen mostrada por Marta Rovira, sin conseguir ninguno de los dos arrebatar el liderazgo del mundo sociológico pujolista al gerundense. La CUP sigue siendo determinante para conseguir la mayoría absoluta en escaños, pero su radicalidad y violencia, que recuerda los años de plomo del País Vasco, le han hecho perder la mitad de su voto, que no quiere verse visto con esa hostilidad.
Por su parte, Ciudadanos ha ganado por primera vez unas elecciones, que desde los comienzos de la autonomía, parecían ser patrimonio exclusivo del mundo convergente y sus sucesores. Los resultados de Inés Arrimadas han sido sobresalientes con sus 1.102.099 votos. Un éxito incuestionable, por los méritos de una candidata muy completa y superior a la mediocridad de sus rivales, y el fuerte apoyo mediático de televisiones y portadas de prensa, que la convirtieron en la única candidata con fuerza frente a Puigdemont. La ausencia de pasado de su formación, su orientación de centroizquierda, y la fortaleza de un cuadro de colaboradores eficaces, ha demostrado poder reunir el voto españolista socialista y el desencantado popular. Es la gran formación de las urbes catalanas como Barcelona, Tarragona y Lleida, pero desaparece en los verdes valles del interior. Sin embargo, su éxito ha imposibilitado la recuperación del PSC de Miguel Iceta, que ha seguido apostando por una línea catalanista moderada que le ha permitido subir casi cien mil votos, obteniendo 602.969 apoyos. Gran parte de sus nuevos votantes, son antiguos partidarios democristianos de Unio, que tenían una reserva social de esas dimensiones. En cuanto al PP de García Albiol, sus escasos 184.108 votos son un castigo terrible a la formación del gobierno. La política del voto útil que siempre ha pregonado el PP en sus convocatorias, en este caso ha favorecido a Ciudadanos y ha condenado a un PP, marcado por los escándalos de la corrupción. Su derrota reduce su presencia a algo testimonial y abre expectativas a la regeneración de un sector, el derechismo social de la periferia de Barcelona, que se movilizó contra la independencia, se encuentra organizado a nivel de redes sociales, la de mayor capacidad es Somatemps, y se muestra muy activo contra el independentismo, como demuestra todos los 12 de octubre, a pesar de la ausencia total de apoyos institucionales autonómicos y nacionales.
Con respeto a CatComú-Podem y sus 323.695 votos, la polarización y su ausencia de claridad ha castigado y ha impedido que pudiesen sumar los votos de una desgastada CUP, como pretendían. El desgaste de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau y la caída a la baja, a nivel nacional de Podemos, ha incidido en su pérdida de voto. Los resultados impiden que tengan de tomar una decisión que siempre han evitado, sobre su apoyo a constitucionalistas o independentistas. No obstante, su falta de claridad y la mala gestión ejercida en el ayuntamiento de Barcelona les ha perjudicado.
Por último, el elemento decisivo se dará con la organización del parlamento catalán. Los encarcelados, fugados y encausados en el Tribunal Supremo o en el Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona suman un importante número de candidatos que podrán tomar su acta de diputado, por la facilidad de las normas del parlamento catalán, pero será mucho más difícil que puedan participar de las sesiones parlamentarias y votar en la constitución de la Cámara y en la sesión de investidura. La dificultad de gobierno puede provocar la convocatoria de elecciones para el próximo verano.