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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Millones de personas van a participar en procesiones y ceremonias litúrgicas

Coherencia cristiana

Elena Baeza. Hemos iniciado la Semana Santa, con la celebración del Domingo de Ramos o de las Palmas una verdadera fiesta en la que participa con fe el pueblo católico. Es hermoso contemplar los rostros de pequeños y adultos portando las palmas en sus manos y entonando cantos dedicados a Cristo Rey.

A propósito de las palmas, recuerdo siempre el aprecio que me transmitió mi madre por llevarlas a casa, decía que había que tenerlas en sitios visibles para ahuyentar al demonio y también para recurrir a ellas en tiempos de conflictos o necesidades urgentes. ¿Y, porqué no ser respetuosos con estas tradiciones?

 

Millones de personas van a participar en procesiones y ceremonias litúrgicas, preparadas durante meses hasta el más mínimo detalle según una tradición que se remonta a varios siglos atrás. Con sus matices regionales, la Semana Santa se celebra en todas las ciudades y pueblos españoles con una sincera religiosidad y una notable participación popular. Las imágenes no engañan y desmienten rotundamente cualquier prejuicio que pretenda ignorar la evidencia de que una gran mayoría de españoles considera a la religión católica como parte sustancial de sus creencias personales y sus comportamientos sociales. Lo más normal es que las personas no nos avergoncemos de los nuestros. Al contrario, solemos manifestar un orgullo legítimo y un agradecimiento vigoroso a quiénes nos han traído al mundo y nos han educado con su generosidad y su ejemplo.

 

Por eso, no tendría sentido vivir la Semana Santa con medias tintas o con mentalidad de cumplimiento. Hay que vivirla a fondo, con radicalidad, aprovechándola para hacer una parada en el camino, para reflexionar, para revisar la vida, para contemplar el inmenso amor de Dios que se nos ha manifestado en Cristo y que debe producir un cambio significativo en nuestra vida. También deberíamos descubrir nuevos cauces para proyectar ese amor en los hermanos, especialmente en los más necesitados, y potenciar la dimensión evangelizadora de la Semana Santa.