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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Como a Chinos

Manuel Parra Celaya.  Me maravillan los orientales. Me he hecho amigo de los chinos de una tienda de mi barrio, que han sustituido, velis nolis, a “las de toda la vida”, por su amabilidad y simpatía; además, sufijo se llama “Jordi”,con lo que creo que también  les caerán bien a unos vecinos de ”Esquerra” de mi escalera. 

¡Qué capacidad de adaptación –no necesariamente de integración, a pesar del nombre del crío- y de trabajo para ganarse los garbanzos! Porque resulta, amigos que no tenéis la suerte de vivir en esta agitada Barcelona, que todas las tiendas que ostentan el rótulo de “A un euro…y más”, regentadas por serviciales chinos, ostentan banderas con la “estelada” y, junto a ellas, banderas españolas. Que cada cual elija. Es el negocio. “La pela es la pela”. Y en esta última frase se advierte que han asimilado algo de ese espíritu asignado folclóricamente a los catalanes.
 
Claro que lo mismo se puede decir de los kioscos de periódicos que rigen los García, los Rodríguez o los Pérez (apellidos inequívocamente catalanes), pues presentan las dos banderas por un igual, a discreción de sus clientes: quien quiera comprar el “Avui-El Punt” (sostenido gracias a las subvenciones oficiales), que lo compre; quien quiera “La Vanguardia” (muy bien subvencionada también, por cierto), adelante; quien quiera “El Mundo”, el “ABC” o “La Gaceta”, que ya es mucho decir, los tiene a su disposición.. Tanto da uno como otro, y las banderas, la nacional y la separatista, actúan de reclamo.
 
Todo lo anterior es rigurosamente cierto menos la frase sobre “La pela…” que he deslizado con toda intención. El pueblo catalán –como cualquiera de los restantes pueblos de España- no se mueve únicamente por móviles económicos; esa es la caricatura, similar a la del vasco forzudo, el andaluz chistoso o el gallego taimado. Pertenece al esquema simplista del sainete o de la revista frívola. El catalán normal forma parte de un pueblo eminentemente sentimental, apegado a sus tradiciones, de lo que se aprovechan los nuevos caciques autonómicos que lo mangonean envolviéndose en la “senyera” mientras esconden las dádivas generosas de un Millet, las “embajadas” o su incapacidad para gestionar los recortes de la crisis.
 
Las tiendas de chinos y los kioscos de españoles representan más bien a todo un pueblo de España, víctima del relativismo democrático y de la carencia de patriotismo auténtico: tanto da la unión como la dispersión; tanto les da que se segreguen vascos o catalanes como que permanezcan unidos al resto.
 
Y, por lo que voy leyendo en la prensa, quienes podrían impedir el desaguisado histórico –por no decir la barbaridad- miran para otro lado y ponen el énfasis en las cuentas, en las mismas razones de los separatistas, o en los usos y costumbres “democráticas”.
 
Las dos cosas que más me preocupan son, por un lado, la abulia de los españolitos de a pie, alienados por el Sistema; por la otra, la cobardía de las Altas Instancias del Estado, propicias al pacto y al enjuague, atentos solo a la pérdida de votos y a lo que puedan pensar de ellos otros políticos europeos tan pusilánimes como ellos.
 
Como catalán y, por lo tanto, como español, paso con una sonrisa conmiserativa ante la ostentación de banderas de las tiendas de los Li o los Ho-Tang y ante los kioscos de los Pérez o García. Me dan pena, sobre todo los primeros porque están buscando la manera de ganarse el pan y no saben de qué va esta película absurda a que nos han conducido. Me preocupa más la actitud del pueblo español, el que vive en la indiferencia o en la inopia democrática, y, en ocasiones, en una catalanofobia tan antiespañola como la de los separatistas.
 
Me pregunto si nos dejarán solos a los catalanes que pensamos en España o, simplemente, pensamos. Tengo la terrible duda de si se cruzarán de brazos ante la maniobra de esta alta burguesía corrupta que especula con sentimientos. Temo que se alisten en el bando de los separadores, tan estúpidamente antipatriotas como los separatistas.
 
En una palabra, desconfío del pueblo español a quienes pueden engañar como a chinos.