Como Mariano por su casa
David Martín. 4 de abril. TVE sigue sorprendiéndonos gratamente y, después de que la pasada semana nos ofreciera un interesante aunque improductivo debate sobre la crisis que padecemos, el pasado lunes volvió a emitir una nueva edición de “Tengo una pregunta para usted”, uno de los mejores programas de Servicio Público, lo único por lo que debe preocuparse la cadena pública, que se pueden ver en televisión. Por fin la televisión de todos parece haberse enterado para lo que está, y aunque sea a favor de corriente, cuando la audiencia le sonríe y está en lo más alto de la clasificación de las más vista, bienvenidos sean programas de este tipo. Que no decaiga.
El invitado al cuestionario popular fue el presidente del PP, Mariano Rajoy, quien se había estudiado perfectamente la lección y, en esta ocasión, estuvo más cercano al público, fue más contundente en las respuestas, no se le atisbó nerviosismo alguno... Más que ante cien personas, ávidas por encontrar solución a sus problemas y con la vestimenta de periodistas por un día, el líder de la oposición parecía estar en el sillón de su casa disfrutando de todo cuanto acontecía. Rajoy estaba no como Pedro, sino como el mismísimo Mariano por su casa. Tuvo tiempo para repasar la Batalla de Navas de Tolosa en dos minutos, aceptar una invitación de una de las presentes para ir al municipio jienense de Martos, espetar un “bona nit” a una ciudadana catalana a la hora de saludarla, y hablarle de tú a tú a un inmigrante ilegal porque los gallegos, dijo Rajoy que lo es, lo de la inmigración lo conocen bien, para después decirle NO al papeles para todos. El Rajoy más familiar y jocoso estaba en TVE igual que si estuviera en el cuarto de estar de su casa ayudando a sus hijos con los deberes. ¿Quién dijo miedo? Hasta declaró pasar menos apuros económicos que el parado, como si la famosa pregunta ¿y usted cuánto cobra? le rondara aún en la cabeza, pidió calma y tranquilidad ante la crisis, y reconoció, para súmmun del desconcierto, tres cosas bien hechas por el Gobierno de Zapatero y no hablar la lengua inglesa. Ver para creer. Al que llaman eterno aspirante nos lo han cambiado.
En esta ocasión la ciudadanía no fue tan agresiva como en otras ocasiones, pero algunas preguntas estuvieron cargadas de veneno. No esperábamos menos y deseábamos que hubieran sido más de dos. Salir vencedor sin pasar apuros parece que tiene menos merito. Temas como la lucha contra el terrorismo o la actuación de Federico Trillo en el tema del Yak-42, en su etapa de ministro, hicieron tragar saliva a Mariano Rajoy antes de contestar, pero supo salir bien del aprieto y seguía paseándose cómodo por la casa aunque, en esta ocasión, hubiera llegado una visita inoportuna. Que sólo dos, a lo sumo tres, de las 33 personas que preguntaron, alteraran la calma en la que estaba el líder de la oposición no se lo esperaba nadie, máxime después de haber visto la contundencia con la que los elegidos se emplearon con Rodríguez Zapatero hace dos meses. Siempre es más fácil derribar que construir y Rajoy se estaba dando un auténtico festín de demolición.
Como escribí en su día sigo sin entender el motivo de congregar a cien personas cuando sólo, a duras penas, un tercio tiene ocasión de preguntar. Continúo sin comprender la razón de que este tipo de espacios tengan que verse interrumpidos, algunas veces en el momento del clímax, por la interminable publicidad. Seamos condescendientes y pensemos que lo primero es para que el invitado se vea más arropado, y lo segundo se deba a una deferencia para el espectador que sufra de incontinencia urinaria. En cuanto a Lorenzo Milá, el presentador, intervino sólo cuando era necesario y dejó todo el protagonismo a quienes debían tenerlo, quienes preguntaban y quien respondía. A los ciudadanos que estuvieron complacientes y a Mariano Rajoy, que se aprovechó de tanta benevolencia y estuvo como en su casa.