Con palabras y discursos no arreglamos España
Miguel Massanet Bosch
Somos un país de grandes frases, de cultalatiniparla, de gedeonadas y jerga política; en fin, que somos muy dados a impostar la voz y hacer grandes declaraciones que, por lo común, se quedan en meros vocablos encadenados con más o menos arte, pero, eso sí, que pretenden convencer, a quienes están dispuestos a permitir que lo hagan, que aquellos que se dirigen a nosotros para arengarnos, están en condiciones de dirigirnos hacia el buen camino, se preocupan por nuestros problemas, se solidarizan con nuestras dificultades, están dispuestos a remediar nuestros males, eso sí, siempre que, naturalmente, no tengamos demasiada prisa; no seamos demasiado exigentes; estemos dispuestos a sacrificarnos hasta el límite y nos portemos bien con quienes nos dicen que hacen todo lo posible por el pueblo, para el pueblo y… a costa del pueblo. Si no fuera porque, cada año, escuchamos las mismas “buenas palabras”, vemos las mismas caras en los lugares más altos de nuestra política y de nuestras instituciones, incluida la Casa Real; sentimos que se intenta, de nuevo, vendernos unas utopías y entelequias que ya se nos intentaron vender en pasadas ocasiones, pero que, nunca han llegado a producir los efectos esperados. España, se sigue deslizando por la pendiente de la falta de una buena gobernabilidad; se estrella, una y otra vez, contra los mismos obstáculos y, paradójicamente, los ciudadanos podemos seguir observando como son los mismos los que siguen enriqueciéndose; se sigue ayudando, con recursos del Estado, a los que más han contribuido a que los ciudadanos de a pie estemos en la situación, a la que nos han llevado unos cuantos especuladores que pretendieron lucrarse de las malas prácticas financieras y engordar, con sus insensateces y ambiciones, la gran burbuja inmobiliaria. Las ayudas que recibieron del Gobierno socialista, a costa de los impuestos del pueblo español, destinadas a ocultar sus ruindades, esconder sus errores y arreglar los agujeros contables que sus ambiciones ocasionaron en la entidades que dirigían, para evitar que se conocieran sus mangoneos con los dineros que, el pueblo, les había confiado..
Estamos hasta las narices de que se nos trate como a niños malos, a los que se debe corregir y aleccionar, para que no nos desmandemos y acatemos lo que, unos cuantos insensatos, con artes moratínicas, pretendan que sigamos comiendo en sus manos mientras ellos siguen apoltronados, gozando de privilegios, prebendas, canonjías y sinecuras, cuando, a causa de su mediocridad, su incompetencia para la función pública y su incapacidad para ocupar los puestos que ostentan; nunca debieron de haber sido promocionados a ellos. Si, en España, existiera una ley electoral justa, si los españoles estuviéramos acostumbrados a la democracia verdadera y si no hubiese tanto pillo y aprovechado que sería capaz de hacer papilla a su madre, para conseguir hacerse rico y ocupar un puesto distinguido entre los personajes importantes de esta sociedad, descastada, en la que nos vemos obligados a desenvolvernos.
Cuando llevamos desde finales del año 2007 yendo de mal en peor, en cuanto a la situación de nuestra economía, la debacle de nuestras empresas; el aumento incontrolado del desempleo; la degradación del sistema financiero; el desplome de cajas y bancos; el endeudamiento público fruto de la falta de tino de nuestros gobernantes; la desfachatez e incompetencia de nuestro Ejecutivo y, por encima de todo, como buitre que planea sobre toda la miseria que acecha a nuestro país, la sombra negra de nuestro presidente, señor Rodríguez Zapatero, que sigue empeñado en acabar con lo poco bueno que queda en esta nación. El que ahora se nos pretenda trasmitir optimismo con expresiones como “ganar la batalla al paro”, “somos una gran nación orgullosa de su pluralidad y diversidad” o “desterrar el desánimo, levantar la cabeza y aunar esfuerzos” o “ asegurar nuevos horizontes de prosperidad y bienestar, necesitamos unidad, responsabilidad y solidaridad”; nos parece muy bien, y hubiera sido magnífico que, en su tiempo, se hubiera puesto en práctica pero, veamos, ¿quién será el encargado de conseguir que, a estas alturas, se pongan en funcionamiento todos estos requisitos en una España sin esperanzas?, ¿será, acaso, quien lo haga, el actual Gobierno de ZP?. Porque ya lleva más de 7 años gobernando y, hasta esta fecha, lo único que ha hecho ha sido lo contrario a todas estas “maravillosas” iniciativas que, desde las “alturas”, se recomiendan, en su mensaje de final de año. ¿Solidaridad?, ¿nos habla por ventura de la solidaridad del gobierno catalán con el resto de España? Nos dice que hace falta un crecimiento adecuado para crear empleo, ¿hay alguien que piense lo contrario? pues claro que no, pero ¿cómo conseguirlo, actuando a bote pronto como lo hace ZP o permitiendo que se haya hundido, por falta de créditos, la mitad del tejido industrial del país? Cuando se dice lo que se debe hacer, se ha de completar con la indicación de cómo hacerlo bien y con qué medios se cuenta para llevar a cabo este milagro.
Desequilibrios y deficiencias estructurales. Cuando nuestras empresas recibieron el primer impacto de la crisis, era el momento oportuno para que el Gobierno hubiera iniciado una reforma del mercado laboral, a todas luces obsoleto y, por añadidura, lastrado por unos Sindicatos anclados en el siglo XIX, la UGT y CC.OO, que han secuestrado a ZP, chantajeándolo con la amenaza de una huelga general. Se han venido oponiendo, sistemáticamente, a la flexibilización de plantillas, a toda congelación salarial y a cualquier intento de mejora del rendimiento que hubiera puesto a nuestras industrias al nivel europeo en cuanto a productividad y posibilidades de competir en condiciones de igualdad. No se ha hecho por miedo a ser tachados de seguir doctrinas de derechas y, sólo pasados casi tres años del inicio de la crisis, ZP, obligado desde Bruselas a hacerlo, bajo la amenaza de abandonarnos a nuestra suerte si no cumplíamos las directrices que de fuera nos impusieron, se animó a iniciar unos tímidos esfuerzos, insuficientes y poco serios, de reforma laboral y de ajuste del gasto público. Si hoy en día estamos con 4.600.000 parados se debe, en gran parte, a los palos de ciego de un Gobierno, que ha confundido desarrollo social y sostenibilidad con apoyar a los ricos; pretender sostener las bicocas para amiguetes paniaguados y malgastar toda la ayuda pública, a cargo del Tesoro, en intentar sostener aquellos “beneficios sociales” que prometió y luego ha tenido que retirar, ante la imposibilidad material de poder sostener tal despilfarro económico ¿es eso sostenibilidad, señor ZP? ¿Se trata, como dicen los socialistas, de un apoyo de SM el Rey a ZP? ¡A buenas horas mangas verdes! En todo caso, todas estas advertencias se debieron hacer antes y no cuando ya estamos hasta la coronilla de trampas, deudas y desempleados.
Lo que no consigo ver por ninguna parte, son las “importantes decisiones por parte de nuestros poderes e instituciones públicas”, me imagino que se habrá querido referir a las “decisiones” que nos han obligado adoptar el señor Obama, el ECOFIN y Bruselas, junto con el BE y el FMI porque, si hubiera dependido del Gobierno de ZP todavía andaríamos gastando a raudales y despilfarrando a mansalva. ¡No ha habido decisión alguna ni de ZP ni del Ejecutivo, que no haya sido impuesta desde Bruselas para que no nos hundiéramos a principios de mayo pasado, como, fatalmente hubiera ocurrido al no poder atender a nuestros compromisos con los inversores! Son horas de más hechos y menos demagogia. Menos ataques a la oposición y más sensatez en la toma de decisiones y más mea culpas, dimisiones y rectificaciones, por parte de aquellos que prometieron pleno empleo, prosperidad, mejoras sociales y han sido incapaces de cumplir ni una sola de sus promesas. Ha llegado el momento urgente del cambio.