Concierto “Grandes Coros de Zarzuela”
Luis de Haro Serrano
Gracias al atractivo programa que ofrecía, el Teatro de la Zarzuela pudo colgar el pasado sábado 12 de noviembre, ese siempre deseado cartel “Agotadas todas las localidades para este concierto”. La celebración del concierto lírico “Grandes Coros de Zarzuela” fue la causa. Intervinieron la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el Coro titular el Teatro –que dirige Antonio Fauró-, junto al tenor Antonio Ordóñez y la soprano Milagros Martín, acompañados en algunos números por los miembros del Coro: Javier Alonso y Carlos Durán, todos bajo la dirección del maestro Rubén Gimeno.
Un denso y atractivo programa formado por los números corales más brillantes de títulos como “Pan y Toros”, “El juramento”, “El anillo de hierro”, “Gigantes y Cabezudos”, “El chaleco blanco”, “Mirentxu”, “El último romántico”, “La Tempranica”, “El asombro de Damasco”, “Alma de Dios” o “Bohemios”, algunos inéditos para el aficionado, fueron varias de las obras seleccionadas, que hicieron las delicias de los numerosos asistentes.
Si generoso fue la selección de obras ofrecidas, no fue menos la proliferación de los tradicionales y esperados bises, que, en algunos casos, estuvieron coreados con discreción por los asistentes.
Tanto la Orquesta como el Coro tuvieron una irreprochable actuación, respondieron con acierto y preciosismo la cuidada y minuciosa dirección de Rubén Gimeno, muy atento a las numerosas facetas y variedades que un programa tan amplio contenía.
Antonio Ordoñez, bien acompañado en algunos números por los integrantes el coro, Javier Alonso y Carlos Durán, tuvo una actuación discreta, comenzó algo nervioso para ir creciéndose hasta situar con delicadeza su bonita voz en números tan atractivos como los de “Alma de Dios”, “Bohemios” y “El dúo de la Africana” -ya fuera de programa-..
Milagros Martín, como le dijo con cariño un espectador, cantó con gracia y un salero muy especial, bien apoyada por los movimientos escénicos con los que quiso acompañar sus actuaciones.
Una velada sumamente agradable que viene a corroborar la realidad de que el paso del tiempo no ha conseguido envejecer la belleza, grandeza y atractivo de las partituras de la zarzuela, que continúa entusiasmando y atrayendo con tanta fuerza al espectador, a pesar de que se critique con tanta frecuencia la idea de que la zarzuela es un género que solo interesa a los mayores. Afortunadamente va consiguiendo cada vez más adeptos entre el público algo más joven. Basta recordar un hecho incuestionable, si la media de edad de las personas que solían asistir a este tipo de espectáculos estaba situada hace unos años en los sesenta y cinco, ahora, según nuestras noticias, está ya en torno a los cincuenta. Todo un trabajo y un reto que el nuevo director, Pablo Pinamonte, debe aceptar y, dentro de sus numerosas funciones, tener en cuenta como prioritario. La zarzuela bien realizada, como ahora y siempre el coso de la calle Jovellanos lo ha hecho, no tiene fronteras ni en edad ni en la procedencia de los aficionados. Sobre todo cuando se cuenta con una materia prima tan excelente para hacer válido el nuevo slogan del Teatro: “Si pruebas la zarzuela, no podrás dejarla”. Como nos ha ocurrido a los que, por fortuna, tuvimos un día la oportunidad de acercarnos a ella. Ni la hemos dejado ni, por supuesto, la dejaremos.