Corazón regio de Cristo, ruega por nosotros
Mater Dei. Eres Rey, pero tu reino no es de este mundo (cf. Jn 18,36). Tu señorío, tu majestad, tu dignidad regia, se manifiestan en el escondimiento del seno virginal de María, del pesebre de Belén, de los años de vida oculta en Nazaret, de la Cruz, de la Eucaristía, en las manos del sacerdote, en la vida del alma. Corazón regio de Cristo, que sólo reinas allí donde te ocultas. ¡Cuánto me cuesta hacerte Rey y soberano de mi vida! Cuántas excusas de tiempo, de trabajo, de ocupaciones, de familia, de comodidad, de falta de ganas para entregarme más, se convierten cada día y cada momento, en reyezuelos tiranos que te usurpan el trono y se arrogan tu dignidad de Dios y Señor de mi alma. Y tú callas ante las decisiones de mi libertad, ante mis elecciones, ante ese dueño y señor de mi vida que es el propio «yo», manifestando de nuevo con tu silencio misericordioso aquel mismo señorío divino que mostraste en tu Pasión ante Pilatos, Herodes y Caifás.
Reinas allí donde hay sencillez, pobreza interior, desasimiento de uno mismo. Tu poderío es el dolor y el gozo de la Cruz y tu majestuosa gloria resplandece en la victoria de la resurrección. Tu Reino no es de este mundo, pero yo me empeño en construirlo, a mi modo y según mis criterios, con los oropeles y las falsas coronas que otros me ponen. Dueño y Señor de la vida y del tiempo, de la historia y de las almas, que imperas por encima de todo mal y has vencido ya todo pecado. De tu Cruz he de aprender ese señorío espiritual, que tiene en el fracaso y la incomprensión su trono y su cayado. Corazón de Rey y de Señor, que buscas el trono de las almas sencillas, para manifestar en ellas toda tu gloria y esplendor. El mundo, que no soporta su propia tiranía, se rendirá algún día a tus pies, cuando vengas de nuevo revestido de gloria.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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