Corrupción
Eduardo García Serrano. 8 de febrero.
Con motivo del desmantelamiento por el juez Garzón de una trama de corrupción en cinco municipios "peperos" de la provincia de Madrid con el patrón mafioso habitual: halago, concesión del favor deseado y promesa que siempre encierra una amenaza para conseguir recalificaciones urbanísticas y el cobro de comisiones ilegales, el secretario general del PSOE madrileño, un tal Tomás Gómez, ha declarado que "decir PP es sinónimo de corrupción a todos los niveles". Y lo dice él, que es un mandarín regional del partido más corrupto de la historia política de España, pues no hace falta remontarse a los seculares orígenes del Partido Socialista para constatar que el PSOE es la escoria de la política y que su memoria es el recuerdo de toda infamia, pasada, presente e, incluso, futura.
Desde 1982 hasta 1996 el PSOE de Tomasito Gómez llenó de estafadores y de ladrones las arcas del Estado. La corrupción socialista desbordó los rebosaderos de lo tolerable y acabaron en la cárcel hampones del PSOE con responsabilidades políticas en instituciones fundamentales del Estado: el Director General de la Guardia Civil, el Gobernador del Banco de España, la Directora General del BOE, el Síndico de la Bolsa de Madrid, el ministro de Interior, el Secretario de Estado de Interior, y algún que otro miembro destacado del sindicato chapero UGT por el robo perpetrado por la PSV a los trabajadores españoles.
¿Que el PP es un partido corrupto? Seguro que lo es. Tan seguro, don Tomasito Gómez, como que su partido, el PSOE, es la encarnación de la corrupción, es la corrupción misma, es la corrupción en carne mortal. Usted, don Tomasito, con sus declaraciones sobre lo corrupto que es el PP, demuestra tener la memoria corrompida y ser, al decir de Ortega, un hemipléjico político y un completo imbécil según la máxima orteguiana que nos enseña que ser de izquierdas o ser de derechas es una de las muchas maneras que el hombre tiene de ser idiota.
Por eso, en una Nación dividida entre izquierdas, derechas y separatistas, sacar la corrupción de la ecuación del Poder es un imposible metafísico, ya que para el pueblo español, que hoy yace en una postura de ruina y abandono mientras su casta política chapotea toda ella en un fangal de privilegios, el que roba siempre es el "otro". O sea, el del partido al que yo no voto, y si a uno de los míos le pillan in fraganti siempre me quedará el socorrido recurso dialéctico del "y tú mas".
Hemos aceptado la corrupción como una realidad inevitable. Nadie escapa a su pérfida adulación o a su aduladora perfidia que ha convertido la política española en una cloaca en la que los cargos sólo significan dinero, las elecciones soborno y la administración saqueo. ¿Cuánto hace que vivimos en esta mentira?, desde que nadie quiere aceptar que los ideales democráticos, manipulados en España por una caterva de rufianes que no vale su pan, se han convertido, a hechos consumados, en el refugio de la corrupción y el caso de las satrapías autonómicas.
Esos ideales democráticos que sintetiza con brillantez Aristóteles en su impagable Política: "El dinero como fundamento y meta del comercio. La virtud como medida y meta de la actuación política. Incremento del bienestar de todos. Generoso desempeño del hombre con su riqueza. Participación de todos en el proceso político y transmisión periódica del Poder a un hombre de virtud sobresaliente".