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Diario YA


 

Sebastopol ha sido la base naval rusa en ese “hall” de entrada al Mediterráneo

Crimea, la ventana de Rusia al Mediterráneo

José Luis Orella. En estos días de revolución en Ucrania, hay una región que despierta sentimientos contradictorios, la península de Crimea, donde su población pide su incorporación a Rusia. Región histórica, fue colonia de Génova, luego kanato tártaro, vasallo del Imperio Turco, y en 1783 fue conquistado por orden Catalina II, como su necesaria ventana al Mar Negro. Desde entonces, Sebastopol ha sido la base naval rusa en ese “hall” de entrada al Mediterráneo. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue dominada por los alemanes y los rumanos, quienes contaron con la colaboración de la población tártara, que formó batallones de seguridad. AL final del conflicto Stalin los deportó al Asia Central. Su climatología benigna, y situación costera, la convirtió en un lugar turístico de primer orden en los dirigentes del partido y los veteranos de la marina rusa, que habían prestado servicio en la base. En 1954, tras la muerte del dictador, su sucesor, NikitaKruschev, originario de Ucrania, integró la península en su república de origen, hasta hoy día.
Cuando la URSS se disolvió, una Ucrania independiente apareció, pero con una enorme extensión. Uno de los primeros problemas fue la vuelta de más de 250.000 tártaros que volvieron a su antiguo hogar, y defienden en la actualidad, su pertenencia a Ucrania como minoría islámica y antirrusa. Por el contrario, la población civil, descendiente y dependiente de Rusia, siempre ha mostrado su interés secesionista de Ucrania. Para la actual Rusia, la península es fundamental, desde el punto de vista estratégico. La flota rusa del Mar negro tiene su base en Sebastopol, arrendada a Ucrania, hasta el 2045, gracias a un acuerdo firmado con el derrocado presidente Yanukovich. De esta base es de donde salen periódicamente los barcos rusos que mantienen su presencia frente a la costa siria. Sin Crimea, Rusia desaparecería como elemento activo en el Mediterráneo, y países dependientes de su apoyo, como Siria, perderían su gobierno. Incluso países como Argelia el actual Egipto, abiertos a múltiples amistades, abandonarían su posición de compradores de armamento ruso. En definitiva, Putín no puede perder su influencia en Ucrania, y la clave de su influencia como “imperio” en el Mediterráneo, depende de que mantenga la presencia de Rusia en Crimea, sede principal de su marina en el extranjero.
 

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