Principal

Diario YA


 

Cronología de una semana de altercados

Crisis en Moldavia: Un calentón primaveral

Foto: RIA Novosti

J.M. Pozuelo. 11 de abril. El día 5 de abril, las elecciones parlamentarias otorgaban al Partido Comunista de Moldavia (PCM) el 50% de los votos. Desde ese día, un clima de insurrección se apoderaba de sus calles. Una semana después de que los comunistas ganasen aquellas elecciones, volvemos la vista atrás para tratar de arrojar un poco de luz sobre la última revuelta en el espacio postsoviético.

Cuando la Unión Soviética desapareció, en agosto de 1991, Moldavia se proclamó independiente convirtiéndose en miembro de la Comunidad de Estados Independientes en diciembre de ese mismo año, al igual que la mayoría de las anteriores repúblicas soviéticas. El primer presidente de la Moldavia independiente fue Mircea Snegur. En un principio hubo un movimiento pro-reunificación con Rumania, pero un referéndum en marzo de 1994 otorgó una enorme mayoría de votos a favor de la conservación de la independencia.

Ese mismo año, la nueva Constitución de Moldavia, con los ojos puestos en acomodar a las minorías rusa, ucraniana y gagauza, reconoce la creación de sus propias entidades territoriales dentro de la estructura nacional de la República de Moldova, permitiendo la creación de organismos legislativos propios, gobierno y competencias lingüísticas. Del mismo modo, se permitía para estos territorios la secesión si Moldavia terminara por unirse a Rumanía.

Las elecciones legislativas celebradas en 1998 estuvieron caracterizadas por la soledad en que se quedó el partido ganador, el Partido Comunista de la República de Moldavia, que no pudo formar gobierno. Buena parte de los partidos restantes de la cámara se unieron en torno al Bloque para una Moldavia Próspera y a la Convención Democrática, formando un gobierno de coalición. La falta de acuerdos, la crispación política y el fracaso a la hora de elegir un nuevo Presidente de la República, provocaron la convocatoria de elecciones anticipadas para el 25 de abril de 2001. El Partido de los Comunistas de la República de Moldavia, con Vladimir Voronin y Vasile Tarlev a la cabeza, obtuvo una importante victoria electoral, consiguiendo la mitad de los votos emitidos, y obteniendo la mayoría absoluta en la cámara. Voronin se convirtió en Presidente de la República de Moldavia, y Tarlev en Primer Ministro. El partido comenzó un amplio proceso de reformas económicas y sociales para favorecer su entrada en la Unión Europea. Los esfuerzos del gobierno también se orientaron en la creación de empleo. El distanciamiento de Moldavia con respecto a la Federación Rusa ha sido, sin embargo, un creciente problema en el asunto de Transnistria. Los comunistas revalidaron la mayoría absoluta en las elecciones de marzo de 2005, aunque redujeron su número de representantes en la cámara de 71 a 56.

Las últimas elecciones han dado de nuevo la victoria al Partido de los Comunistas de la República de Moldavia que obtuvo el 50% de los votos; el Partido Liberal, el 12,75%; los liberales demócratas, el 12,26%; y la alianza Nuestra Moldavia, el 9,82%", según informó Eugeni Stirbu, jefe de la Comisión Central de Elecciones.

Otras formaciones políticas y candidatos independientes que participaron en la votación fueron incapaces de superar la barrera electoral, del 6% y el 3%, respectivamente. Entre los que quedaron al margen figuran los demócratas y los democristianos. Los liberales y los liberales demócratas, en cambio, se aseguraron por primera vez una representación en el Parlamento, de 101 escaños.

Los comunistas tendrán en la asamblea legislativa 60 o 61 escaños. En este último caso no necesitarán pactar alianza alguna para elegir al futuro jefe del Estado en sustitución de Vladímir Voronin, líder del PCM, cuyo mandato presidencial expira este mes.

Dos días después de las elecciones comenzaron los problemas. Una muchedumbre atacaba la sede del parlamento moldavo, ubicada enfrente de la residencia del presidente del país. Algunos jóvenes rompieron las ventanas del Legislativo, sacaron los muebles y les pegaron fuego, según comunicó la agencia de noticias rusa RIA Novosti.

Cerca del mediodía del martes, más de cinco mil personas se dirigieron desde la plaza central de Chisinau a la sede del parlamento, enarbolando banderas rumanas y coreando lemas como "Somos rumanos", "¡Abajo a los comunistas!"

Previamente, la muchedumbre había intentado irrumpir en la residencia del presidente de Moldavia, pero la policía lo impidió haciendo uso de mangueras antidisturbios. Tras ello,  un grupo de manifestantes se dirigieron al parlamento y lograron entrar en su interior.

En estas primeras acciones de protesta participan de 2.500 a 5.000 personas, según los servicios secretos. Los organismos judiciales no recurrieron al empleo de la fuerza, tratando de evitar por todos los medios el derramamiento de sangre. Sorprende la actitud de las fuerzas del orden público, que se mantienen a unas decenas de metros y no toman medida alguna para disolver a los atacantes.

"La policía no permitirá que la situación escape a su control", afirmaba la jefa de la oficina de prensa del Interior de Moldavia, Alla Meleka, al tiempo que refutaba la noticia de que la policía hubiese empleado gas lacrimógeno para disolver a los manifestantes. La oposición mostraba así su descontento con los resultados de las elecciones.

Al menos veinte personas, entre manifestantes y transeúntes, resultan heridas en los disturbios, según comunicó el director del Hospital de Urgencias capitalino Gueorgui Chobánov.

Voronin declara antes de la reunión de la comisión gubernamental para situaciones de emergencia que los organizadores del mitin que dio origen a la masiva concentración y que terminó con el asalto al Parlamento buscaban desestabilizar la situación en Moldavia.

Los líderes de los partidos de oposición en Moldavia declararan que los mítines de protesta en la capital no cesarán hasta que sean convocadas nuevas elecciones legislativas. "Continuaremos las protestas hasta que sean convocadas una nuevas elecciones", afirma el líder del Partido Demócrata Liberal, Vlad Filat.

La Unión Europea decide entonces tomar cartas en el asunto. Javier Solana, alto representante de la política exterior y de seguridad común de la UE, expresa su preocupación por los sucesos que se desarrollan en Chisinau y exhorta a las partes a abstenerse de cometer actos de violencia y provocaciones. "Exhorto a todas las partes a abstenerse de cometer actos de violencia y provocaciones. Los ataques a los locales del Gobierno son inadmisibles. Pero igualmente importante es respetar el derecho inalienable de los manifestantes a celebrar reuniones de carácter pacífico", declara Solana. La posición de la UE, siempre timorata en este tipo de cuestiones, no deja de sorprender. Solana afirma por un lado que las elecciones en Moldavia han respondido a las normas y criterios internacionales -según lo expresado por los propios observadores allí desplazados- pero, para contentar a todas las partes, afirmaba al mismo tiempo que, en lo venidero, se debía mejorar el procedimiento electoral, logrando su liberación de las injerencias injustificadas por parte de la administración y el aumento de la confianza por parte de la opinión pública.

El día 8 de abril, el Fiscal General de Moldavia, Valeri Gurbulia, declara que las fuerzas del orden tenían bajo control la situación en Chisinau. No se precisaba el número de detenidos. La Policía envió refuerzos a la parte céntrica de Chisinau y ocupó los edificios de las estructuras oficiales, dañados la víspera por los manifestantes. Se redoblaron las medidas de seguridad en torno a los edificios gubernamentales y la sede de la televisión pública y patrullas policiales controlaron los accesos a la capital moldava.

La portavoz del Ministerio del Interior, Alla Meleka, informaba el miércoles de que la policía había disuelto durante la noche a un numeroso grupo de merodeadores en la parte céntrica de Chisinau, abriendo contra ellos disparos de fogueo. "La policía tuvo que emplear armas, verdad es que utilizó cartuchos de fogueo, para mantener la tranquilidad en Chisinau", indicó la portavoz y agregó que los gamberros, en su mayoría, estaban borrachos y drogados.

Según los servicios secretos, en las acciones de protesta del lunes participaron entre 2.500 y 4.000 personas, mayoritariamente jóvenes en edades comprendidas entre los 15 y los 19 años. El miércoles se congregaron en la parte céntrica de Chisinau más de 5.000 manifestantes que, además de exigir la revisión de los resultados de la votación, reclamaban la unión de Moldavia con Rumanía, enarbolando banderas rumanas. Las protestas desembocaron en disturbios masivos y las cifras de heridos que requirieron asistencia médica, según la policía, ascendían ya a 400 agentes de los 800 que hicieron frente a los manifestantes en Chisinau. Voronin calificó los sucesos de intentona golpista.

Las manifestaciones de protesta reanimaron el fantasma de otra "revolución de color" en el espacio postsoviético.

Diversos comunicados que fueron llegando desde la capital moldava a lo largo del día 7 indicaban una solución de compromiso entre el Gobierno y la oposición, que supuestamente dejaron a un lado las diatribas recíprocas y quedaron en realizar un nuevo recuento de las papeletas de voto. Así, hacia la noche del martes, se supo que el Gobierno y la oposición acordaron repetir el escrutinio, renunciar a las acusaciones recíprocas y hacer lo posible por alcanzar el cese de la violencia. Tanto las autoridades como la oposición exhortaban a los manifestantes a cesar los disturbios pero ambos bandos reconocían que la situación había escapado a su control. La Comisión Central de Elecciones aseguró incluso que el nuevo cómputo sería realizado dentro del plazo de diez días. Sin embargo, más tarde, se supo que el dirigente del Partido Liberal, Dorin Kirtoake, se retractó del acuerdo y exigió que se repitiesen las elecciones, no el escrutinio. Kirtoake, llamó a sus partidarios a permanecer en la plaza central de Chisinau hasta la victoria, tal y como hicieron en su momento los autores de las llamadas revoluciones de color en Georgia, Kirguizistán y Ucrania. Las autoridades moldavas también cambiaron el tono de sus declaraciones. El presidente Vladímir Voronin, en una alocución televisiva a la nación, señaló que los líderes de partidos perdedores "se encaminaron hacia la conquista del poder".

"Las herramientas políticas ya no valen en las condiciones de un golpe de Estado", manifestó el mandatario al prometer "una defensa enérgica contra los destructores". Voronin subrayó asimismo que no hay motivos legales para cuestionar el resultado de las elecciones: todos los observadores coinciden en que la votación del pasado 5 de abril transcurrió sin irregularidades. En las reuniones mantenidas con los embajadores extranjeros acreditados en Chisinau, el presidente moldavo pedía a Occidente su intervención para arreglar la situación.

Los disturbios en Chisinau tuvieron sus primeras repercusiones internacionales cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores de Moldavia citó a consultas a la embajadora moldava en Bucarest. La cancillería rehusó explicar los motivos de adoptar tal medida. Entretanto, algunos manifestantes demandaban la reunificación de Moldavia y Rumanía.

Bucarest por su parte, no respondió a la decisión moldava y llamó a ambas partes en conflicto a evitar la violencia y las provocaciones. La ONU, la UE y Rusia también se pronunciaron a favor de un arreglo político de la situación.

El temor a una fusión entre Moldavia y Rumanía fue la excusa que llevó a varios distritos de la orilla izquierda del Dniéster, a crear a principios de los 90, a raíz del colapso de la URSS, la llamada República Moldava de Transnistria. Chisinau envió tropas a esta entidad secesionista, lo que dio origen a un conflicto armado que se prolongó durante varios meses y sigue latente hasta ahora. La paz en la zona se mantiene gracias a un contingente mixto integrado por militares de Rusia, Moldavia y Transnistria. Esta última todavía insiste en obtener la independencia, pero Moldavia se la niega, ofreciendo a cambio una amplia autonomía.

Para el miércoles ya había una cifra oficial de heridos y, lo que era hasta ahora desconocido, de detenidos. La portavoz del Ministerio moldavo del Interior, teniente coronel Alla Meleka, informaba de que unos 100 policías resultaron heridos durante los desórdenes ocurridos el martes en la capital del país. Además, las fuerzas del orden detuvieron a 193 manifestantes, ocho de ellos menores de edad.  Según sus palabras, "se les acusa de hurto con merodeo, saqueo y atracos". Meleka dijo que el Ministerio del Interior pidió a los padres y pedagogos evitar la participación de los menores de edad en acciones de protesta.

A tenor de que la Duma decidía tomar el tema entre sus manos, el presidente de Moldavia, Vladímir Voronin, se animó a acusar a Rumanía de organizar los disturbios. "Rumanía está implicada en todos los procesos que se operan en la república. La paciencia también tiene sus límites -declaró.

Según sus palabras, la "influencia de Rumanía es muy seria" y estaba a la vista el trabajo realizado por agentes de los servicios secretos. Voronin mencionó entre los organizadores de los desórdenes en Chisinau a "agentes económicos con capital criminal, ex políticos deseosos de recuperar el poder y a aquellos que no pudieron obtener mandatos parlamentarios", a la vez que anunció la introducción del régimen de visados con Rumanía e informaba de la declaración de "persona non grata" al embajador rumano en Moldavia.

A las insinuaciones moldavas de una responsabilidad rumana en los altercados y a la declaración de persona non grata de su embajador, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rumanía contestaba refutando categóricamente las acusaciones de intromisión en asuntos internos y declaraba su intención de expulsar al embajador moldavo.

Al mismo tiempo, los Embajadores de países de la Unión Europea acreditados en Moldavia celebraban una reunión urgente en la que participaba el enviado especial de la UE en Moldavia, Kálmán Mizsei, según informó la portavoz de la Comisión Europea, Christiane Hohmann. "Los embajadores y el enviado especial están analizando la situación para determinar las medidas a tomar para restablecer el orden" -informaba Hohmann a la prensa en Bruselas.

Voronin volvía a comparecer ante las cámaras para explicar las razones por las que la policía moldava decidió evitar el empleo de la fuerza  para aplastar los disturbios. Según el presidente moldavo, porque entre los atacantes había muchos adolescentes.

"Vlad Filat, Serafim Urekian y Mijai Guimpu (líderes de los partidos de la oposición) en vez de reunir a sus partidarios, sacaron a la calle a unos chicos: escolares y alumnos de liceos, dispuestos a armar jaleo. No podíamos responder a esos canallas utilizando los métodos de ellos. ¡No podíamos declarar la guerra a unos chicos!", afirmó Voronin en una entrevista concedida a RIA Novosti. "Pero si los disturbios se repiten, se dará una respuesta adecuada" –afirmó.

El día 9, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, reconoció que los disturbios en la capital de Moldavia empañaban las perspectivas del arreglo en Transnistria.

El canciller ruso expresó su "fuerte inquietud" ante el hecho de que algunos de los participantes portaran banderas de Rumanía y exigieran la reunificación de los dos países vecinos coreando "¡Somos rumanos!". "Es una prueba inequívoca de que los manifestantes estaban obsesionados con la idea de destruir al Estado moldavo", subrayó. "Esperamos que la Unión Europea y Rumanía, que condenó públicamente la violencia, tomen medidas para impedir el uso de banderas rumanas y consignas pro-rumanas como cobertura para minar las bases del Estado moldavo", dijo. Si Moldavia pierde su identidad como Estado, advirtió, Transnistria se verá obligada a decidir su futuro por cuenta propia.

La intervención de Lavrov parece conjurar la crisis y, a las pocas horas, la Policía moldava retiraba los cordones antidisturbios que mantenía en torno a la residencia presidencial y la sede del Gobierno dejando en la zona únicamente patrullas policiales. 

El embajador moldavo en Moscú, Andrei Negutsa, declaraba que la tensión había pasado y que al retorno de la calma había contribuido una oleada de frío que sucedía a los días soleados de principios de semana. Un calentón que comenzó con la publicación de unos resultados electorales y que hacía revivir las crisis de Osetia y Abjazia de hace poco menos de un año. 

Etiquetas:moldaviarumanía