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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Enrique Maya, Alcalde de Pamplona, no puede humillar su ciudad claudicando ante la presión de una pandilla que sabotea la marcha

Cuando cobardes o hipócritas lucen sombrero de copa

Pedro Sáez Martínez de Ubago.   Este 6 de julio Pamplona esperaba con ansia el inicio de unas fiestas de San Fermín que traían entre los eventos del día de la víspera del santo obispo y mártir el aliciente de la recuperación, 16 años después de su retirada -víctima del vandalismo filoetarra- de los programas oficiales, de la Marcha a Vísperas de la corporación municipal, acto popularmente conocido como Riau Riau, en que el Ayuntamiento en cuerpo de ciudad recorre los cerca de 500 metros que separan la casa consistorial de la parroquia de San Lorenzo, en cuya ala sur se haya la capilla donde se venera el busto relicario de San Fermín.

El día no podía comenzar mejor, 24 bonancibles grados y un cielo soleado enmarcaban a los en torno a 12.000 pamploneses y forasteros que, en un impresionante cuadro blanco y rojo esperaban el estallido de veintitrés decibelios del Cohete Anunciador, cuya mecha prendería el concejal Iñaki Cabasés, de la coalición aberzale Nafarroa Bai.
 
Así, por la mañana, entre los doce mil congregados en torno al ayuntamiento, sólo se veía un pequeño grupo con una icurriña y dos pancartas alusivas a los presos y la independencia de la entelequia euzcadiana. Por la tarde, también, entre miles de personas, sólo un grupo de jóvenes violentos que no llegaría al medio centenar ha cerrado la marcha a una corporación cuyo máximo responsable se había llenado la boca horas antes hablando de los 950 efectivos que velarían por la seguridad y de los medios antidisturbios prevenidos. Lo cierto es que, ni se han visto los unos, ni se han desplegado los otros. Sólo un grupo de guardias urbanos, sin protección alguna escoltaba a un ayuntamiento, que ante la violencia y el odio del entorno etarra, no ha tenido mejor reacción que dar la vuelta, sin presentar batalla ni ejercer el derecho de defensa y esconderse en la casa consistorial, como un perro apaleado lo hace en su caseta, gimiendo y con el rabo entre las patas.
 
Por hacer un poco de historia del acto saboteado, diré las solemnes vísperas es una función religiosa acreditada ya en 1487 y que desde la inauguración de la capilla de San Fermín en 1717 sigue el mismo itinerario. Mediado el siglo XIX fue cuando grupos de jóvenes carlistas iban bailando alegremente delante del ayuntamiento para jocosamente frenar un desfile, con una pausa y armonía que los ediles aprovechaban para lucir sus galas y saludar con cabezadas o formas más efusivas a los amigos y parientes que flanqueaban el multicolor desfile. La alegre broma tuvo su éxito y se fue haciendo costumbre, arraigando con el paso de los años, independientemente del signo político de la autoridad. Con la transición se fue degenerando y prolongando por horas, al tiempo que crecía la violencia que condujo a su primera suspensión en 1991. 
 
Por qué el alcalde Enrique Maya (UPN) delegó este honor en un nacionalista de izquierda es algo que nunca sabremos. Pero si pensaba que dando un pan a los lobos, éstos iban a lamerle la mano en vez de morderla, está claro que se ha equivocado. Porque, primero lanzando el chupinazo y luego saboteando la marcha a vísperas, el protagonismo del día, ante la indignación y la protesta de una inmensa mayoría de los presentes, ha sido una vez más para los hijos de Sabino, empecinados en destruir las costumbres de los navarros.
 
Lo cierto es que, suspendido el Riau Riau, de manera que una vez más el mundo aberzale ha ganado y los buenos navarros han sido humillados, los dos protagonistas, el alcalde y responsable del bochorno, Enrique Maya y el votado por muchos de los agresores. Iñaki Cabasés, luciendo el frac de gala, se daban la mano en la función de vísperas y coincidían en considerar, cito a Cabasés, lo ocurrido como algo  "absolutamente lamentable", si bien ha reconocido que el Riau-Riau es un acto "fácilmente boicoteable dada la cantidad de gente" y, a toro pasado ha criticado que el grupo que ha protagonizado los incidentes, "una minoría […] interprete como una victoria que la marcha a vísperas no salga" cuando "está vulnerando el derecho de todos los pamploneses". 
 
En 1932 Miguel Mihura escribió Tres sombreros de copa, una obra considerada clave dentro del teatro del absurdo en lengua española y ochenta años después, en Pamplona hemos sufrido el absurdo que se puede escenificar cuando quienes encarnan la cobardía o la hipocresía se calan esos sombreros. Nada es preciso decir de Iñaki Cabases, sus ideas e historia política lo dicen todo. 
 
En cambio al Alcalde Enrique Maya, políticamente un “hombre nuevo”, arquitecto de la Oficina de Rehabilitación Municipal, si conviene recordarle que ostenta una dignidad y que como Muy Ilustre Alcalde Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de la M. N., M. L. y M. H. Ciudad de Pamplona, cuando encabeza a éste en cuerpo de ciudad, es la autoridad legítima representante y depositaria del honor y la dignidad de la ciudad que le ha elegido, cuyo nombre no puede humillar claudicando ante la presión de una pandilla de facinerosos sin usar todos los recursos que el estado de derecho pone a su disposición.
 
En estos momentos, Enrique Maya debería salir al balcón principal de la fachada del ayuntamiento donde hace un año disparó su cohete anunciador y hacer suyas, las ya inmortales palabras de don Pablo, alcalde de Villar del Río, genialmente interpretado por José Isbert en Bienvenido Mr Marshall: “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar. Que yo, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar…”, pero sabiendo que no cabe otra moneda de pago que su dimisión del cargo que tan incapaz se ha mostrado de desempeñar.