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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

¿LA REBELIÓN DE LOS ESTUDIANTES?

Cuando las manifestaciones estudiantiles sobre Gibraltar motivaron la protesta

Manuel Parra Celaya. Deliberadamente, tomo prestado el título del añejo libro de David Jato Miranda para apresurarme a continuación a afirmar que no existe apenas coincidencia entre el contenido de aquella obra y la actual ocupación de las calles por el tropel de alumnos de Secundaria, en su mayoría, y algunos universitarios.
 Puestos a establecer paralelismos, prefiero referirme a la conocida anécdota de la conversación telefónica, en los años 40, entre el embajador inglés, Samuel Hoare y el ministro Ramón Serrano Súñer, cuando las manifestaciones estudiantiles sobre Gibraltar motivaron la protesta del representante de Su Majestad: - “¿Quiere usted que le envíe más policías? -le decía solícito el ministro. -“No, señor ministro, prefiero que me envíe menos manifestantes” -respondía flemático el embajador. Evidentemente. Don Samuel veía clara la mano del poder tras las algaradas universitarias, que es, más o menos lo que está ocurriendo con el asunto de la ley Wert, al que acompañan los habituales latiguillos demagógicos de escuela pública de calidad, laica y para todos.
 Adivino la extrañeza del lector: “¡Pero, oiga, si el gobierno del que forma parte el señor Wert es del PP!”.  Acudamos, una vez más, a los clásicos: los peperos tienen, en realidad, la auctoritas, la autoridad, que una abrumadora mayoría absoluta le otorgó en las urnas, pero la potestas, el poder, en este caso, callejero siempre ha estado del otro lado. Si Fraga decía, en sus buenos tiempos, “la calle es mía”, otro tanto puede decir la confusa amalgama del progresismo que, desde muy antiguo, considera como una especie de afrenta personal que gobierne la derecha.
 Para ello, dispone de un excelente entramado social, del que carece el PP, que, en este caso, está formado por asociaciones de padre de la cuerda, el trotskista y bien subvencionado Sindicato de Estudiantes y un numeroso profesorado, formado en impecable estrategia gramsciana en Escuelas Universitarias y Facultades.
 A esta situación, casi perenne tanto en mentalidad progre como en el arte de manipular la calle, se une, en Cataluña y otras Comunidades cercanas, el factor nacionalista, descaradamente derivado hacia el separatismo, que pone como bandera el tema del idioma. La experiencia mallorquina, semanas atrás, ha servido como entrenamiento para la demonización absoluta de la ley Wert; a las reivindicaciones del resto de España (ellos dicen “del Estado”), se suma aquí el monopolio del catalán como lengua vehicular en la enseñanza, que es el ariete nacionalista y eje vertebrador de todo el delirio de la secesión; nunca una lengua -bella, poética, románica y española- ha sido tan instrumentalizada.
 ¿Qué les voy a decir de la LOMCE? Hay cosas en ella que me gustan, otras que son claramente mejorables y otras que no me gustan nada… Pero tampoco me gustan en absoluto las leyes y decretos, de origen socialista desde la misma transición, que nos han conducido a la posición de farolillo de cola de la mayor parte de Europa, y me imagino que de rechifla generalizada.
 Cuando nuestros manipulados estudiantes gritan en las calles, no están defendiendo, en realidad, una enseñanza pública de calidad, ni pidiendo que se eliminen tasas abusivas, ni que se aumenten las becas… Su apoyo, aunque no lo sepan, es la falta de exigencia; a la ausencia del valor del esfuerzo en el estudio; al pase de curso con un carro de suspensos; a los programas y contenidos sesgados; al ineficaz y ridículo bachillerato; a la bajada de niveles en las Facultades; a la ausencia de disciplina en las aulas; al deterioro y menosprecio social hacia la figura del docente; a la comprensividad y la inclusión, o totum revolutum de alumnado; a las amenazas e insultos de papás tan cenutrios como sus vástagos… al escandaloso fracaso escolar; en definitiva, a la pavorosa incultura de una generaciones a las que, paradójicamente, se moteja de las mejores preparadas de la historia.