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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

El protagonista el día es el sacerdote Martín Merino y Gómez, también conocido como el cura Merino o el apóstata

Cuando un cristiano sirve a los hombres antes que a Dios

Javier Paredes. El protagonista el día es el sacerdote Martín Merino y Gómez,  también conocido como el cura Merino o el apóstata, porque el 7 de enero de 1852 fue ejecutado a garrote vil, por un intento de regicidio contra la reina Isabel II. Cinco días antes, Isabel II había acudido a misa en la Basílica de Atocha, para dar gracias por el reciente nacimiento de la Infanta Isabel, que sería conocida popularmente como la Chata. Y allí que acudió Martín  Merino, vestido con su ropa talar, por lo que en nada desentonaba entre los muchos sacerdotes que circulaban por la iglesia. Y cuando la reina pasaba por una de las galerías, Martín Merino se puso frente a ella, le hizo una reverencia como si le fuera a entregar un memorial, algo muy frecuente entonces, y por sorpresa la apuñaló. La puñalada pudo haber sido mortal, pero las ballenas del corsé de la reina evitaron una desgracia, y todo se quedó en una herida, de la que Isabel II se recuperó en pocos días. 

Martín Merino fue inmediatamente apresado y juzgado. Él siempre manifestó que había actuado en solitario, sin tener cómplice alguno, y que lo hizo para vengar –según dijo- los crímenes del partido moderado de Narváez. Poco antes de ser ejecutado tuvo lugar una ceremonia en la que un obispo le despojó de su dignidad sacerdotal, y una vez secularizado fue entregado a los verdugos. La descripción de todos estos acontecimientos está narrada en muchos sitios, y es un relato tremendo, porque se describe la frialdad con la que este sacerdote recibió a la muerte.

En efecto, Martín Merino dio muestras de una frialdad, a la que había llegado después de muchos años de abandono y desidia espiritual. Sustituyó la fe en Jesucristo por una fe en el partido progresista, Merino antepuso la política a la religión. Y anduvo dando tumbos por España y por Francia para servir al partido progresista, olvidándose y dejando a un lado sus obligaciones sacerdotales. Acabó instalándose en Madrid, donde era conocido por su carácter, arrogante, irascible y solitario, todo lo contrario a la mansedumbre del buen pastor de almas. Y según declaró en el juicio, su medio de vida era ejercer de saltatumbas en la capital; es decir, vivía de los estipendios que cobraba por oficiar en los entierros… Ayer y hoy al final siempre lo mismo, porque todo es muerte, cuando un cristiano sirve a los hombres antes que a Dios, cuando se aparca la doctrina social de la Iglesia para servir a los intereses de un partido político.
 

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